¡Que se jodan! escupe una fervorosa diputada con cuyo nombre no quiero mancharme desde uno de los escaños de ese burdel también llamado parlamento ante el anuncio del recorte del subsidio de desempleo. ¡Que se jodan! se escucha entre los aplausos de sus alegres compañeros de bancada que de tan buen talante jalean a ese cruce entre un notario de provincias y un san bernardo que tienen por líder mientras éste pregona, una por una, las medidas impuestas por los amos del mundo para, supuestamente, encarrilar esa economía que corre desbocada hacia el abismo, pero cuya verdadera finalidad no es…