Si intento recordar una desobediencia civil que moviera los cimientos de la democracia, me tengo que trasladar nada más y nada menos que a finales de los años 80. El Movimiento de Insumisión surgido en el Estado español hace más de 30 años, puso en jaque a un Gobierno democrático que se le llenaba la boca hablando de libertades y de derechos humanos. Más de 20.000 jóvenes insumisos apoyados por colectivos antimilitaristas, movimientos anarquistas y organizaciones sindicales se unieron, no solo con el pretexto de acabar con el Servicio Militar Obligatorio, sino con la intención de plantar cara al Ejército y pedir su inmediata abolición. Evidentemente la estrategia del Gobierno para debilitar el movimiento, que cada vez se hacía más fuerte entre los antimilitaristas, fue endurecer las penas de cárcel y reprimir con dureza las manifestaciones que recorrieron cada ciudad y pueblo de todo el Estado. Miles de jóvenes acabaron encarcelados a manos del PSOE, pero demostraron que con organización y estrategias las reglas del juego pueden ser cambiadas.
Hace poco tuvimos en el País Vasco las elecciones al Parlamento, concretamente el 12 de Julio. Según el censo electoral estaban llamados a las urnas 1.794.316 personas de las cuales votaron un 50,78% y el 49,22% restante decidió no ir a votar. Es curioso como la ley electoral ignora de manera abrumadora esa abstención que nunca se ve representada y que tanto les duele a los votantes, no ir a votar te convierte en Satán a ojos del buen ciudadano. El PNV, como era de esperar, se alzó con la victoria con 349.960 votos respecto al censo electoral. Tengamos en cuenta esta cifra, porque obteniendo casi 50.000 votos menos que la anterior legislatura (fueron concretamente 398.168 votos) han logrado obtener 31 escaños, tres más que las pasadas elecciones.Todo este baile de números se lo debemos única y exclusivamente a Ley D´Hondt, una ley que viene a decir que según donde vivas tu voto vale más que el de la provincia de al lado. Si a todo esto le sumamos los 122.248 votos obtenidos por el Psoe, podemos observar como el Sistema D'Hondt, por arte de magia, otorga una abrumadora mayoría para gobernar cómodamente en la CAV. Yo por mucho que lo intento no veo esa mayoría absoluta por ninguna parte. Dicho de otra manera, el sistema electoral es una farsa y de democrático tiene muy poco.
Justo esta semana, cuando estoy terminando de redactar este artículo, Urkullu toma el cargo como presidente al Parlamento Vasco y tendrá por delante cuatro años de mandato que ninguna mayoría real le ha otorgado, ni siquiera apoyándose con los escaños socialistas. Sin duda alguna la fuerza más "votada", la abstención.
Pensar que la última gran desobediencia civil pasó hace más de 30 años dice mucho de la sociedad en la que vivimos. Hemos dejado de creer que con organización, asamblearismo y apoyo mutuo podemos cambiar las cosas. No podemos confiar en partidos políticos para lograr y mejorar nuestros derechos laborales, sin ir más lejos, el supuesto Gobierno progresista sigue sin derogar la Reforma Laboral y la Ley Mordaza que tanto prometió en la última campaña electoral una vez empezado su mandato. Ni siquiera podemos apoyarnos en los sindicatos mayoritarios, son empresas privadas subvencionadas con dinero público que están muy lejos de representar a la clase trabajadora.
La insumisión a las mesas electorales debería ser una estrategia a seguir por una gran mayoría de votantes y no votantes. Obviamente es una postura ilegal, pero éticamente aprobable. Todavía no conozco a nadie que vaya contento a formar parte de una mesa electoral, obligado a trabajar más de doce horas en un día festivo, cobrando una mísera retribución.
Desde CNT siempre hemos apoyado la abstención activa y de igual manera apoyamos una desobediencia civil tan clara como la negación a formar parte del paripé electoral. No podemos dejar pasar otros 30 años para plantar cara a esta falsa democracia. La desobediencia es el camino.