Nos encontramos a las puertas de más días de huelga en el sector del Metal de Bizkaia. En lo que va de año, ya son seis días de paro, tres antes de las vacaciones de agosto, tres después y, si no hay novedades significativas, es de suponer que los cinco días consecutivos de huelga convocados a finales de noviembre se llevarán a efecto.
A mí, personalmente, me encanta estar rodeado de trabajadores del sector en este tipo de movilizaciones.
Cuando digo que me encanta estar rodeado de trabajadores del sector lo hago desde el convencimiento de mi conciencia de Clase Trabajadora. Que miles de hombres y mujeres a los que nos afecta el Convenio del Metal nos movilicemos me empodera, me hace sentirme fuerte, poderoso. Es un sentimiento de poder compartido, de poder solidario, es decir, una especie de chute mezcla de alegría, orgullo y respeto por pertenecer a la Clase que genera la riqueza y que, en buena lógica, debería gestionar su reparto. Y esa pequeña parcela de poder particular, unida a todas y cada una de las parcelas de poder particular de quienes se movilizan, genera una sinergia que, sin embargo, a día de hoy no parece suficiente para llegar a la consecución de un Convenio digno.
La conflictividad laboral lleva asociada una pugna sicológica favorable inicialmente a la Patronal, es por ello que, como Clase Explotadora, parte con ventaja. Esa superioridad en el punto de partida se la proporciona una normativa laboral diseñada para disponer de un plantel de trabajadores a gusto y antojo de cualquier arquetipo con aires explotadores que esgrime sin rubores la amenaza de la pérdida del puesto de trabajo. A ello hay que añadir la siempre servil actitud de los cuerpos represores prestos a imponer su matonismo mamporrero contra quienes reivindicamos mejorar nuestras condiciones de vida.
Es un escenario poco propenso a los riesgos y, sin embargo, miles de hombres y mujeres del sector del Metal, que somos conscientes como Clase Trabajadora de nuestra capacidad transformadora de la hostil realidad, nos la jugamos con, en principio, una acción tan sencilla como no ir a trabajar. Si esto fuese entendido por la totalidad de las personas a las que nos afecta el Convenio, con un paro total a las primeras de cambio no tardaría la Patronal en agachar la cabeza. Y es que, a día de hoy, quien como integrante de la Clase Trabajadora no entienda que una huelga no sirve para nada si no se hace, más vale que reflexione sobre su papel de esquirol, triste personaje de estómago agradecido.
A lo largo de mi vida laboral llevo escuchando infinidad de pretextos para no secundar una movilización de este tipo. Desde la excusa de tener convenio propio de empresa (esto es no entender que el Convenio Sectorial es el cimiento sobre el que se apoya el Convenio de Empresa); pasando por la justificación de la quietud amparada en la contratación temporal; continuando con la evasiva por el descuento en la nómina; sin dejar pasar, claro está, el desprecio a todo lo que suene a Sindicato; hasta llegar a la vergonzante indiferencia ante todo lo que significa la defensa de los derechos que como currela debería preservar y mejorar. Eso sí, ese talante parasitario no se ruboriza lo más mínimo a la hora de subirse al carro de los logros obtenidos por la Clase Trabajadora que sí nos movilizamos.
No trabajar significa lanzar un misil a la línea de flotación de la Patronal, a su cartera, y eso jode y mucho. No trabajar supone posibles problemas a la hora de llenarnos el plato, pero también se ve afectado el plato de quienes explotan y de quienes reprimen. De todo ello es consciente la Clase Explotadora, cuya conciencia de Clase nunca ha desaparecido y se entretiene en propagar distracciones como que la Lucha de Clases no existe, que es algo obsoleto, que ya es algo olvidado en un pasado muy lejano. Está empeñada en sepultar el concepto de Lucha de Clases precisamente para que no emerja o crezca la conciencia de Clase Trabajadora.
Del 28 de noviembre al 2 de diciembre, los hombres y mujeres que trabajamos en el sector del Metal de Bizkaia tenemos otra oportunidad de mostrar nuestra fuerza con una acción tan elemental como no trabajar y acudir a las manifestaciones. Cuando la Clase Trabajadora pierde el miedo, a la Clase Explotadora le entra el pánico.
PD. En este texto no he hablado de siglas ni de estrategias de las organizaciones que convocamos tanto las huelgas, las manifestaciones como las demás acciones asociadas a esos días; ya habrá tiempo de sacar las oportunas conclusiones.