El pasado mes de abril, un día después de llegar a casa tras pasar trece días hospitalizado como consecuencia del meneo que me provocó el Covid-19, publiqué en mi facebook un reflexión titulada “CORONAVIRUS, LUCHA DE CLASES”. El texto se centraba principalmente en destacar cómo, gracias al bicho que no se ve pero se nota, la Lucha de Clases había recuperado protagonismo. Evidentemente, ese protagonismo lo percibiría quien estuviese en disposición de abrir los ojos, si es que no lo había hecho hasta ese momento. Esa valoración personal que hice pública, finalizaba con “El coronavirus nos está impartiendo una lección. Estudiémosla, nos puede llevar a buen camino”.
Ya estamos en octubre, el Covid-19 se ha convertido en una especie de animal invisible de compañía y... ¿se percibe alguna lección aprendida? Me atrevería a decir que la mayor parte de la población, como buen rebaño, sigue bailando al son que le marcan sus pastores.
En el año 2008 tuvo lugar el arranque de eso que fue bautizado como crisis financiera. Quedó demostrada de manera palmaria la falsedad de que el mercado financiero se autorregula solo. Tal crisis requirió del rescate público y se vendió la moto de la refundación del capitalismo que no era otra cosa más que continuismo, es decir, privatizar beneficios y socializar pérdidas. La brecha entre el sector más rico de la población y el más pobre creció y ante semejante estafa... ¿espabiló el personal? Mejor no contesto.
Si durante el período de la llamada crisis financiera no quiso verse el clasismo subyacente, hay que estar muy cegato para no advertirlo con la irrupción del Covid-19 en nuestras vidas. Hubo que ralentizar tanto ajetreo, se llegó, incluso, a un escenario de Actividades Esenciales. Comprobamos quienes generamos la riqueza y cómo vivir es algo más sencillo que no requiere de la complejidad impuesta desde Arriba. Lucha de Clases en estado puro.
Después de varios meses ya con el Covid-19 condicionando costumbres y hábitos, hoy me topo con las imágenes y los discursos de una moción de censura que vuelve a convertir el hemiciclo en lo más parecido a un plató de telebasura. Reunión de predicadores que en algún momento nombran a los trabajadores, es decir, a ti, a mí, como si nos estuviesen haciendo un favor.
“(…) resulta paradójico que se nos eduque para asimilar que la política sólo concierne al Partido, es decir, al profesional de la política. Siendo como somos los trabajadores quienes generamos la riqueza de la que se nutre el conjunto de la sociedad, en buena lógica, deberíamos gestionarla. (…) Adquirir conciencia de clase trabajadora, con el componente revolucionario que lleva implícito, conduce sin ninguna duda al razonamiento de la inutilidad del Partido de cara a solucionar los problemas que tenemos como trabajadores. Como este argumento no encaja en el modelo de sociedad en el que nos toca vivir puesto que significa estar cara a cara trabajadores y Patronal, el Partido juega un papel esencial para despojarnos a los trabajadores de nuestro componente político, dejándonos ideológicamente desnudos, al mismo tiempo que se afianza como sólido muro de contención gracias al cual la Patronal campa a sus anchas. (…) Este bombardeo incesante de ligar el Partido con la política como si se tratase de su propia parcela, hace que los trabajadores despojados de su conciencia de clase caigan en la trampa de creer que todo aquello que rebasa el perímetro del Partido no es política. Y si el Partido es el que hace política, el Sindicato hará otra cosa porque a la hora de intentar hacer política el Sindicato tiene que recurrir al Partido. (…) con la capacidad transformadora de la clase trabajadora puesta sobre la mesa, cualquier Partido es un estorbo. (...)” (Párrafos extraídos del artículo SINDICATO SÍ, PARTIDO NO, periódico CNT, nº 420, pág. 2, julio-septiembre 2019)
¿Cuántos repuntes de la pandemia hacen falta para aprender la lección que el Covid-19 ha situado sobre la mesa?