La web www.cnt-sindikatua.org se hizo visible a mediados de Marzo, unos días antes de la huelga general del día 29 de ese mismo mes. Cuando me ofrecieron escribir periódicamente en ella, redacté, como antesala de la huelga, un escrito al que le puse por título “Franco ha vuelto”. Trascurrido el mes vacacional y de descanso por excelencia, me encuentro con que me toca volver a escribir y dentro de unos días tenemos una nueva cita con la huelga general, el 26 de Septiembre, así que voy a darle a este nuevo texto postvacacional una especie de continuidad al de Marzo, como una especie de segunda parte, por eso te recomiendo que no sería mala idea que echases un vistazo al “Franco ha vuelto” que encontrarás en este mismo apartado de Opinión. Si eres el prototipo de vago redomado que hasta le cuesta retroceder utilizando el ratón, no te apures, ya te refresco brevemente la memoria.
En “Franco ha vuelto” hacia un breve resumen de cómo, a mis nueve años de edad, había vivido la muerte de Franco, recordando las imágenes transmitidas por televisión y la confusión que me crearon ciertos conceptos que, siendo fácilmente comprensibles en el mundo de los adultos, resultaban difíciles de descifrar para un crío como yo, pero que conforme he ido creciendo ya he comprendido. En ese escrito no hice mención a otras imágenes de la caja tonta que me tragué sin entender de que iban, o mejor dicho, haciéndome yo una composición a mi manera. Me refiero a la sesión de investidura del Juancar, holgazán muy en boga hace pocos meses por un paquidermo affaire, que fue proclamado como Rey de España el 22 de Noviembre de 1975, dos días después de la muerte de Franco.
Menudo batiburrillo mental que tenía. Si se elegía un presidente… ¿qué pintaba un rey? Si Franco era el malo… ¿cómo podía ser Juancar el bueno si les había visto juntos en otras imágenes, además de nombrarle Franco, y para más narices en el discurso de investidura le ponía a Franco bien surtido de alabanzas? Del resto del discurso, la verdad, ni fú ni fá, por mucho que sin pestañear prestase atención a la pantalla.
Por aquel entonces no había costumbre en mi casa de comprar diariamente el periódico pero, supongo que por los acontecimientos que se estaban produciendo, mis padres rompieron esa rutina y la prensa estuvo presente en nuestras vidas durante varios días. Recuerdo que había diferentes periódicos por casa y en uno de ellos, creo recordar que era La Gaceta del Norte, venía una lámina en la página central, sería de regalo, con el discurso íntegro leído por el Juancar en la ceremonia de su investidura. Puede que hubiese más periódicos que regalasen el texto del discurso pero yo cogí la lámina del primero que cayó en mis manos. Y vaya si tenía curiosidad por el dichoso discursito. Durante varias semanas lo tuve guardado en un cajón y de vez en cuando lo leía. ¿Para qué? Ni pajotera idea. La mayor parte de esa gramática adulta no era asimilable para mí así que quizá lo único aprovechable que saqué de todo ello es que me sirvió como ejercicio de lectura. Pocas semanas después mi curiosidad se desvaneció y la lámina estuvo durante algunos años mezclada en el cajón con más y más papeles y, la verdad, no sé cuál fue su destino final. Ignoro si la tiré ordenando un día mis trastos, o la usé para limpiarme tras una sesión de onanismo adolescente, o la utilicé para hacer tacos para el tiragomas… yo qué sé.
Transcurrieron muchos años hasta que volví a leer lo que el Juancar nos contó aquel 22 de Noviembre, con la diferencia de que ya sabía entender esa gramática que se me atragantó años atrás. He vuelto a releer recientemente el histórico discursito. Topicazos, vaguedades y estupideces a tutiplén y, sin embargo, te lo recomiendo todo ya que me parece aprovechable porque ayuda a comprender el pasado, y comprender el pasado significa entender el presente. Cada uno de los párrafos se apoya en la secular palabrería de complacencia hacia los representantes del Poder establecido y la sempiterna promesa de prosperidad y participación, falsa donde las haya, hacia ese concepto tan manipulado como es el “pueblo”. Sólo extraigo unas pequeñas perlas a modo de ejemplo: (…) Esta etapa, que hemos de recorrer juntos, se inicia en la paz, el trabajo y la prosperidad, fruto del esfuerzo común y de la decidida voluntad colectiva. (…) Que nadie tema que su causa sea olvidada; que nadie espere una ventaja o un privilegio. Juntos podremos hacerlo todo si a todos damos su justa oportunidad. Guardaré y haré guardar las leyes, teniendo por norte la justicia y sabiendo que el servicio del pueblo es el fin que justifica toda mi función. (…) como deber fundamental el reconocimiento de los derechos sociales y económicos, cuyo fin es asegurar a todos los españoles las condiciones de carácter material que les permitan el efectivo ejercicio de todas sus libertades. (…) Por lo tanto, hoy, queremos proclamar, que no queremos ni un español sin trabajo, ni un trabajo que no permita a quien lo ejerce mantener con dignidad su vida personal y familiar, con acceso a los bienes de la cultura y de la economía para él y para sus hijos. (…) Una sociedad libre y moderna requiere la participación de todos en los foros de decisión, en los medios de información, en los diversos niveles educativos y en el control de la riqueza nacional. Hacer cada día más cierta y eficaz esa participación debe ser una empresa comunitaria y una tarea de gobierno. (…)
Carrusel de frases que no caducan. Valen para cualquier situación y época. Ponlas hoy en boca de Rajoy y su caterva mediática. Literales o muy similares se están empleando cuando se explican las reformas y los recortes, cuando se vende que el esfuerzo va a ser generalizado… Chorradas que no concretan nada y, sorprendentemente, consiguen adeptos y arrancan aplausos. Retórica utilizada antaño que, reciclada, sirve treinta y siete años después. Es la gran magia de hablar para no decir nada.
Estamos a pocos días de una nueva jornada de huelga. Aquí no tendrá la misma repercusión que la del 29 de Marzo ya que CCOO y UGT no participarán y siguen en su estela errante, lo cual tampoco quiere decir que ELA y LAB (por citar en este último párrafo a los cuatro “grandes”) vayan por la senda redentora de la clase trabajadora. Ese día habrá muchas declaraciones. La mayor parte de ellas, al escucharlas, si cierras los ojos y dejas volar un poco la imaginación, sentirás como si estuvieses presenciando, in situ, al Juancar soltando su discurso de investidura.