13/12/2020

Los hombres de mediana edad de mi barrio

Escrito por Itsaso

Hoy iba a publicar un artículo sobre juguetes sexistas, pero como el lunes leí un artículo http://www.cnt-sindikatua.org/es/noticias/el-senorio-de-la-incultura por el que me sentí muy interpelada, lo voy a responder. Esto que escribo, no es un alegato contra el compañero Soni, que es muy majo. Pero basándome en su escrito, apelo a la forma de tratar y referirse a la juventud que tienen SEGÚN YO los hombres de mediana edad, como grupo. Un saludo para Soni y gracias por haberme hecho pensar en esto.

Vamos allá:

Soy de Uribarri. He vivido allí hasta los 21 años. Luego viví en Dinamarca y después en Nebraska. Ahora tengo 36 años y vivo en Santutxu. Cada vez que me preguntan de dónde soy, siempre respondo que soy de Uribarri, con un orgullo rarísimo que antes no sentía.

De pequeña detestaba mi barrio en cuesta, resbaladizo cuando llovía, lleno de escaleras y subterráneos donde se te aparecían hombres que te enseñaban sus genitales cada dos por tres. Te seguían y te gritaban cosas. También recuerdo las escaleras de debajo de mi plaza, plagadas de jeringuillas y señores que se metían de todo por vena te tocaban la pierna cuando pasabas. Recuerdo los edificios con portales con chapitas falangistas (con 18 años escribí al ayuntamiento para que las quitara y me dijo que correspondía a cada portal decidir hacerlo). Recuerdo las señoras bajando la basura en bata de felpa y zapatillas de casa y la acera repleta de bolsas amontonadas porque en el contenedor no cabía ni un alfiler. Recuerdo lo que mi madre llamaba “kinkis” arreglando sus motos esqueléticas las 24 horas del día mientras fumaban porros y cómo me silbaban y me decían todo tipo comentarios soeces aunque yo no tuviera ni 14 años. Recuerdo escuchar a mucha gente hablar gallego por la calle. Recuerdo la parroquia abarrotada de comuniones y bodas. Recuerdo esperar al autobús nerviosa, sin saber nunca cuándo vendría, y verlo llegar siempre abarrotado de gente. Hay veces que incluso pasaba de largo y ni paraba. Y yo respiraba tranquila porque así ningún baboso se restregaría contra mi culo. (Con 15 años envié una carta al director que por alguna razón si googleo mi nombre me aparece, haciendo referencia a la frecuencia de los servicios). Recuerdo las tascas llenas de serrín en el suelo y con tanto humo que no veías ni dónde pisabas. La gente comía cortezas y las cáscaras de los cacahuetes se tiraban al suelo. Recuerdo que las primeras comunidades africanas de todo Bilbao vinieron a Uribarri, con sus primeras peluquerías, locutorios y tiendas de alimentación. Recuerdo a los testigos de Jehová. Recuerdo los coches subidos en las aceras. Recuerdo a los que se dedicaban a rayar las carrocerías de los coches que les impedían circular por los pasos de peatones. Recuerdo los patios vecinales hasta la bandera de gatos con ojos infectados. Recuerdo a los niños del barrio jugando a la pelota, ocupando todo el espacio en las escuelas de la Campa y en las piedritas. Y las niñas sentadas en una esquina con hojas de cambiar y cromos llevándose balonazos cada dos por tres sin rechistar. Recuerdo la tienda de golosinas del cojo llena de posters con chicas desnudas, al lado de casa de mi abuela y la del gitano (juraría que no lo era) que tenía las uñas larguísimas y sucísimas, pero te manoseaba las gominolas como si nada. Recuerdo dar de comer a las palomas, mientras algún gilipollas te decía que eran ratas de ciudad o que tenían enfermedades (los humanos no, los humanos no traemos enfermedades). Recuerdo la tienda de ultramarinos de Sita y Macario que vendía desde fruta hasta zapatos. Recuerdo el bar de Julito con pines del Athletic de lugares insospechados.

Pero sobre todo recuerdo escuchar en la peluquería, de la que todas salíamos con unos flequillos noventeros imposibles, lo pesados que eran los señores de mi barrio. La peluquería era el lugar donde las mujeres de mi barrio sacaban un ratito para hacer terapia de grupo, básicamente. Yo escuchaba todo lo que decían con atención. No sabía cómo eran los hombres de los demás lugares, pero los del mi barrio por lo visto, eran increíblemente condescendientes y tenían una sensación generalizada de superioridad sobre cualquier otra persona que les rodeara. Por entonces yo no había visto cosa igual. Ahora ya estoy curada de espanto. Lo más curioso de todo, (contaban las vecinas en la pelu) es que como todos obraban de la misma manera, tenían conversaciones vacías de contenido gritando, donde se hacían los guays para ver quién era el mejor de todos ellos. El más listo. El más malo. El macho alfa. Recuerdo que imitaban a sus maridos y ponían voces mientras fanfarroneaban sobre conducir muy rápido o gastar mucho dinero, Decían “NONONONONO” cada vez que hablaba otro y no le dejaban terminar, y mis vecinas se reían a carcajadas diciendo que todos se volvían a casa pensando que evidentemente, su historia había sido la mejor. Ahora ya tenemos terminología para denominar a los señores de mediana edad de mi barrio: la población masculina de mi barrio era una panda de cuñaos.

Yo no sé que les sucede a los hombres adultos de a partir de una edad. Es una cosa llamativa. Tú les puedes explicar repetidas veces que la vida no es tal cual ellos la entienden, y que hay más realidades aparte de la que ellos narran, y te ignoran olímpicamente. Hablan por encima de ti. Te cortan. Te interrumpen o te dicen “ya lo entenderás” : el argumento adultista por antonomasia. Da igual lo que les cuentes. Si ellos no son el centro de la conversación, o si no pueden aplicar lo que estás contando a su autopropaganda personal, ves en sus caras desinterés, aburrimiento y hastío. Necesitan ser protagonistas. Necesitan ser especiales.

El paternalismo y el desprecio intergeneracional a los débiles, me ponen del hígado. Trabajo con adolescentes y no soporto que se les culpe de ser el colmo de todos los males. No entiendo por qué hay ese afán recurrente en los hombres de mediana edad, de ningunear y hacer de menos al resto de la gente. Entiendo que se metan con el poder, pero no entiendo que se metan con la última mierda de la sociedad. ¿Qué necesidad habrá de culpar de todos los males de la tierra a la gente joven que no tiene ni dónde caerse muerta y vive una incierta vida líquida desde que puso un pie en la faz de la tierra? Vivir antes no era fácil, pero los objetivos estaban más o menos claros. Vivir ahora, parece sencillo porque tenemos techo -casa de nuestrxs mpadres- y comida, pero estamos más perdidos que un pulpo en un garaje porque no hay perspectiva de futuro a ningún nivel. Entiendo que los señores de mediana edad adultos que se meten con la juventud como grupo homogéneo, esos que a veces dicen “pues a mí me metían una hostia bien dada de niño y mírame qué bien he salido” pueden tener carencias afectivas porque nacieron en tiempos difíciles y sus familias estaban ausentes o en el mejor de los casos eran supervivientes de exilios, la guerra y la posguerra. Entiendo que los hombres de mediana edad de mi barrio obrero de migrantes, se han pasado la vida trabajando de sol a sol, y como el trabajo remunerado era el epicentro de sus existencias, les ha tocado luchar por sus propios derechos, codo con codo, con colectivos que no son hombres de mediana edad: jóvenes y mujeres. Pero el mundo avanza, os guste o no, y las luchas se multiplican. Ahora las únicas luchas no son las del hombre blanco de mediana edad. Ahora las luchas son diversas y además no sólo hay una manera de luchar que sea mejor al resto. Me agota que los hombres de a partir de una edad señalen la lástima que les damos y que se centren tanto en subrayar lo que no hacemos. Así que ahora voy a preguntar yo:

¿Dónde están los hombres de mediana edad en los grupos de nuevas masculinidades? ¿Dónde están los hombres de mediana edad en los grupos de crianza? ¿Dónde están los hombres de mediana edad en los grupos de ayuda mutua y cuidados? ¿Dónde están los hombres de mediana edad en las redes vecinales de barrio? ¿Dónde están los hombres de mediana edad en las movilizaciones por las trabajadoras del hogar? ¿Dónde están los hombres de mediana edad en las movilizaciones pro regularización de la gente extranjera? ¿Dónde estaban los hombres de mediana edad en las movilizaciones por el derecho al aborto hace unos años? ¿Dónde están los hombres de mediana edad el 28J o en las movilizaciones por los derechos LGTBQI+? O sea, resumiendo: ¿Dónde están los hombres de mediana edad en las luchas que no les atraviesan? Francamente, al hombre de mediana edad ni está, ni se le espera. Los hombres de mediana edad de mi barrio, y de cualquier barrio, están acostumbrados a ser el centro y cuando se quedan en la periferia y en los márgenes porque la fiesta no va con ellos, los hombres de mediana edad sienten que no les hacen casito las nuevas generaciones y cómo no saben lidiar con la frustración de no ser el centro, los más listos y los más importantes, nos tachan al resto de ser unxs mierdas.

Soy de Uribarri y me llena de felicidad ver que mi barrio ya no es un estercolero, como cuando yo crecí en él. Que el feminismo (EN URIBARRI HAY UN MOVIMIENTO FEMINISTA MUY POTENTE), señalando puntos negros, haya logrado que se soterren la mayoría de los subterráneos. Que el feminismo haya conseguido que el señor que te enseña los genitales o te sigue en bolas y con la chamarra abierta no sea “un loco” como decían los señores de mediana edad de mi barrio cuando se lo contabas. Ahora tienen nombre: agresores. Que el feminismo salga a las calles cada día prácticamente para denunciar violaciones que señores cometen a chicas y mujeres. Que el feminismo cree mesas informativas en fiestas para informar y reivindicar que las calles a la hora que sea, nos pertenecen. Que el feminismo haya creado asociaciones para que mujeres viudas que viven solas en el barrio se junten por las tardes en cursos de cerámica y se sigan la pista. Que el feminismo se cuele en las escuelas y renegocie los espacios del patio para que no sean exclusivamente ocupados por balones y porterías. Que la gente joven dé clases de alfabetización a personas recién llegadas de otros lugares de forma gratuita. Que la gente joven enseñe euskera gratis a personas que quieran aprenderlo. ¿Dónde están los hombres de mediana edad del barrio mientras esto tiene lugar en Uribarri? Pregunto.

Respondo: los hombres de mediana edad no están en las barricadas. Están en casa, viendo fútbol, viendo motrocrós, tocándose la barriga o en el mejor de los casos, cuando no había pandemia, poteando. Los hombres de mediana edad hacen golpes efectistas puntuales. Las mujeres y lxs jóvenes hacemos carreras de fondo, sin dar la nota ni recibir galones. Hemos optado por construir. Y no, repito: no hay luchas mejores ni peores. Lo ideal es que hubiera luchas complementarias.

Me parece que los hombres de mediana edad no tienen ni puta idea sobre las y los jóvenes de hoy, porque sus egocéntricas mentes no están preparadas para entender nada donde ellos no brillen. Lo que no hacemos lxs jóvenes que militamos desde que tenemos uso de razón, es idolatrar a señores y seguir su estela. Perdón por intentar movernos en procesos más horizontales, sin liderazgos, verdaderamente asamblearios que se autocuestionan sin cesar. ¡¡SIN CESAR!! Lxs jóvenes que militamos tenemos una capacidad de autocrítica que ya quisieran los hombres de mediana edad. Porque me da la sensación de que los hombres de mediana edad lo quieren todo hecho como antaño, y se conforman con la mediocre forma de militar de cuando Franco era corneta, “porque siempre ha sido así”, donde ellos son el núcleo duro y el resto es satélite que gira a su alrededor. Creo que los hombres de mediana edad no entienden que nuestrxs propixs referentes somos nosotrxs mismxs, porque los señores muertos hace 100 años, la mayoría, con la lectura de hoy en día, no nos sirven. (Podéis lincharme)

Yo no sé de dónde se sacan los hombres de mediana edad que la gente joven no trabajamos, si la mayoría de mis alumnas cuidan niñxs y dan clases particulares desde los 15 y cuando llegamos a la mayoría de edad somos inframileuristas desde que llegamos al mercado laboral hasta que salimos, por mucho que estemos forradas en carreras y másters. Lxs jóvenes necesitamos tres vidas para pagar una casa en pareja, mientras que ellos, los señores de mediana edad, la pagaban con la minga y el sueldo del machote de la casa. Por supuesto, su esposa les tenía los calzoncillos limpitos, el plato caliente de comida en la mesa, los niños dormidos y ni una palabra más alta que otra por si se ganaban una hostia. Pero sobre todo, y por aquí sí que no paso: yo no sé de dónde se sacan los hombres de mediana edad que la gente joven lee menos que la de mediana edad. Soy licenciada en Filología inglesa y tengo un máster en literatura en lengua española. ¡Y aquí no lee ni Cristo! ¡Déjense ya de demagogias, señores de mediana edad! Y por el amor a Durruti o a Federica Montseny, déjense de clasismos y separatismos elitistas entre quienes leen y no leen. Que no hace falta recitar a Bakunin para quemar contenedores. ¿O sí?

Yo sé dónde os perdisteis, hombres de mediana edad: lo que dejasteis desaparecer fue la humildad. La gente joven, y las mujeres, no estamos en vuestras luchas porque hasta hace cuatro días os acompañamos, pero nos hacéis sentir que os creéis mejores que nosotrxs día sí y día también. Esa es la verdadera razón por la que no nos veis, porque por fin hacemos nuestras propias movilizaciones, a las que vosotrxs no venís. Por ejemplo: este mismo fin de semana, ha habido una reunión de agentes sociales en el Casco Viejo, donde la media de edad sería 20 años y la persona más vieja posiblemente fuera yo. ¿Dónde estabais los señores de mediana edad este fin de semana mientras se articulaban alianzas entre agentes sociales del barrio y estrategias de autodefensa para el barrio? ¿Dónde estabais? -vuelvo a preguntar.

Pero no, no es tarde para revertir esta situación, empezad a pelear contra vosotros mismos, que sois vuestros propios enemigos, perpetuando conductas de hace 50 años como si fueran nuevas y súper rompedoras. Empezad a recuperar una costumbre que no ponéis en práctica ni los más revolucionarios: callaos y escuchad. Pero callaos DE VERDAD. No digáis que os vais a callar y luego habléis. CALLAOS. Y de vez en cuando, los días pares: DUDAD. Dejad de hablar con esas malditas certezas y verdades absolutas. Reflexionad si os habéis quedado obsoletos y si no sois ya un poco cortos de mira. Quizás ahí, sólo por un momento, tengáis ocasión de ver, hombres de mediana edad, que por mucho que os neguéis a asumirlo: YA NO SOIS EL CENTRO DEL UNIVERSO, vuestra manera de hacer las cosas YA NO ES LA ÚNICA MANERA y tenéis que uniros vosotros a luchas a las que estáis faltando. La revolución está pasando Y NO OS HABÉIS ENTERADO, hombres de mediana edad.

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