18/03/2022

La calima

Escrito por Raquel Esteban

Me despierto pronto, levanto la persiana y veo el toldo de mi ventana lleno de un polvo rojo. ¿Habrá alguna obra cerca? Me quito las legañas y vuelvo a mirar, esta vez en la lejanía. Y cuál es mi sorpresa cuando veo que la calle completa está cubierta de ese polvo rojo que hace apenas dos segundos veía en mi toldo. Enseguida recuerdo que oí en la radio que estos días estaríamos bajo el fenómeno meteorológico de la Calima, la presencia en la atmósfera de partículas muy pequeñas de polvo o arena, en este caso provenientes del Desierto del Sahara. Hago una búsqueda rápida para saber a cuántos kilómetros está el desierto. Aproximadamente a unos 3000 km de distancia. Parecen muchos pero está claro que para las corrientes atmosféricas no lo son. Me surge una duda que me revuelve las tripas. Y es que, si nos llegan partículas del Sahara, ¿qué más nos está llegando? ¿qué más nos puede llegar?

Me monto en el coche y en diferentes emisoras se escucha que estas partículas puntuales pueden provocar graves problemas respiratorios, cardíacos y de perdida general de salud. Miro el volante y pienso: "Claro, y todas esas partículas a las que estamos expuestas todos los días de nuestra vida, ¿no?" Curioso.

La calima es sólo un episodio agudo de contaminación, al menos de momento. Sin embargo, la contaminación del aire que respiramos todos los días, ya no es un episodio puntual, es algo continuo. Todos los días del año respiramos esos compuestos que sabemos que provocan enfermedades, principalmente respiratorias y cardíacas. Miro el volante y paro el coche. Porque sé que el tráfico rodado, con las emisiones del tubo de escape o el desgaste de frenos, es mucho peor que la calima. Por no hablar de las emisiones industriales, calefacciones, transporte marítimo, etc. Se me hace curioso que se le dé tanta importancia a la calima y no a todas esas partículas que son lo suficientemente pequeñas como para acelerar las posibles sintomatologías o crear enfermedades nuevas en nuestro cuerpo. Y es que la contaminación atmosférica supone el 12% de las muertes totales.

Somos frágiles, y una vez más la salud del planeta es nuestra salud presente. Vuelvo a mirar el volante. El efecto de la calima me parece ahora sin importancia. Aparco. Hoy voy andando. Aunque sé que este gesto no es suficiente. Sólo hay una salida. El decrecimiento sostenible.

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