Estos días el PNV ha andado muy liado, ha completado la renovación de sus presidencias y ejecutivas territoriales en Euskadi, renovar las caras, igual que la del lendakari, para que parezca que se cambia algo, pero manteniendo su esencia. Ahí está, como ejemplo, la puerta giratoria utilizada por la ex burukide, Miren Gotzone Sagardui, que no ha tardado ni tres meses en, tras dejar su puesto de consejera de sanidad del Gobierno Vasco, fichar por la sanidad privada, sin problemas de incompatibilidades, por supuesto, y con la totalidad del gobierno Pradales justificando y defendido esta decisión.
También han avanzado la nueva línea industrial con la que pretenden capear la crisis ocasionada por las decisiones de la nueva administración yanqui, y la recesión en Europa, que no acierta a frenar la competencia que les supone las economías emergentes de oriente y los Brics, y que pasa por el apoyo a la industria armamentista vasca, muy enraizada ya en nuestra tierra, y en recuperar una fuente energética, según ellos barata, limpia y segura, como es la energía nuclear, que nos daría, dicen, más independencia y competitividad. Que se utilicen para masacrar civiles o ponga en eterno riesgo nuestra seguridad, es el peaje a pagar, por los súbditos, claro, que ellos pueden viajar, huir, dónde les plazca.
Por último, han completado con éxito la recuperación de su sede histórica en Paris, residencia en su momento del Gobierno Vasco en el exilio, incautada por la Gestapo y entregada a Franco, y que llevaba años reivindicando.
Sin embargo, el Gobierno Vasco, y los partidos que los sustentan, siguen siendo autistas a las reivindicaciones sociales de este país. Sólo se escuchan a sí mismos, y pretenden que los demás acatemos sus decisiones, sin cuestionarles nada.
En el pacto vasco de salud, excluyen a agentes clave en la defensa de la sanidad pública, evitando hablar de la privatización de servicios, y la falta de financiación efectiva de Osakidetza, por ejemplo. Aunque en teoría se gasta más en sanidad, ese gasto se desvía en buena parte, a la financiación encubierta de la sanidad privada, en la que ellos, rascan, y mucho, por supuesto.
Su política económica sigue favoreciendo a las grandes empresas y a la oligarquía financiera de siempre, abandonando a la población más desfavorecida y precaria. Impidiendo el impuesto a las energéticas, por ejemplo, o dificultando la regularización de los precios del alquiler, impidiendo, de nuevo, el acceso a la vivienda a los sectores más precarios y desfavorecidos.
Y por último, muy justa y democrática la devolución de su sede de Paría, pero ellos, el Gobierno Vasco, siguen sin devolver la imprenta que incautaron a la CNT en plena guerra civil, por ser critica con la política que desarrollaban ya en aquel tiempo, y siguen alargando una injusticia tan clara y grande como la que cometía el estado español con la incautación persistente de su patrimonio. Coherencia, le dicen.
El Partido del Negocio Vasco sigue siendo el partido de las élites y del empresariado, y sigue ignorando a las clases populares.
Hay que reconocerles su habilidad en la manipulación informativa y en la persuasión social, que les permite presentarse con esa cara afable y seductora, pero tenemos que persistir en arrebatarles la careta y, al igual que a Dorian Gray, dejar sus corruptelas y mezquindades al descubierto. No es tarea fácil, no, pero sí necesaria y obligada.