Supe de él mucho antes de atisbar su espigada figura, su mirada de un azul purísimo, acomodado a una mesa cubierta de mantel de hule a cuadrículas, su mujer a su lado. Imagino un cielo añil intenso y a unos metros, un pretil enfoscado cerrando el jardín del que no se divisa ni árboles ni verdura, El encuadre del fotógrafo nos muestra dos miradas que se cruzan y convergen en el objetivo que les apunta en alguna de aquellas remotas sobremesas, perdida ya en el mundo de ayer, del que poco o nada sobreviviría. De Manuel, antes de conocerle, había…