Lo grande del asunto es moverse, experimentar más de cerca lo bueno y malo de la vida. Salir del colchón de plumas que es la civilización y encontrar bajo nuestros pies la madre tierra.
En esta ocasión no voy a hacer ninguna critica social ni parecido, hoy quiero contar un poco por encima la experiencia del caminar sola.
Todo esto empieza de cuando iba en coche con la kuadrilla y veía pasar peregrinas por los montes y pueblos con mucho encanto como Tosantos, Villafranca, Los Arcos, Estella o Foncebadon y como entraba en mí una sensación de envidia (buena) de saber de sentir esa paz y perseverancia que veía en ellas. En otras ocasiones les veía derrotadas, descansando con los pies destrozados pero con una mirada especial, mágica, con luz propia. Entonces sentía algo, no se el qué, pero había algo que me llamaba, que? Pues no sabría explicar, pero en mi fondo algo me llamaba, me gritaba, ve, ve...y así es como años después me decidí y me fui al Camino.
Decidí hacer alguna etapa del Francés ya que era el más conocido. Aclarar que no comulgo con creencia religiosa alguna, pero quise ir a ver lo que me gritaba mi yo más escondido. Me puse a organizar mi viaje, mi Camino, primero la credencial, cartulina que hay que sellar en los albergues donde se duerme y de paso, en algún sitio especial, después mirar los kilómetros diarios, desniveles, posibles albergues donde dormir, finales de etapas y equipar esa incansable, la mochila que a pesar de meter lo que creía necesario, me calce 7,5 kilos a la espalda (que no es mucho después de lo que he visto y que con el tiempo he logrado hacerla menos pesada).
Hecho esto, un 1 de Septiembre cogí un tren a Ponferrada, con mi mochila a la espalda, los palos y un montón de emociones, miedos, ilusiones y sólo el primer sitio donde dormiría. Ahí comenzó mi gran aventura solitaria aunque según pasaban los días, conocí a mucha gente maravillosa. A mí, me gusta caminar sola y así lo hice y lo sigo haciendo, aunque al paso de pueblos, hablaba con las gentes de lo lugares, compañeras de Camino con las que coincidía en albergues, tascas, paradas etc.
En el Camino todo es diferente, allí no hay diferencia de raza, creencias, opiniones y demás, allí entras en otro mundo, no existe la TV, el móvil, sólo el Camino. Esto es muy sano, ya que todas las relaciones que se dan, son de lo más enriquecedoras ya que no hay agentes externos que te condicionen, nadie te juzga, nadie te quiere convencer de nada, allí todas somos iguales.
En este y otros caminos, ya voy varios, el hecho de andar sola me ayudó a conocerme un poco mejor, de vez en cuando me acompañaban mis demonios internos, otras veces mis alegrías e ilusiones todo entre el cielo y la tierra. Magia. He visto puestas de sol inigualables, paisajes mágicos, nada captable con una foto. Cada vez que me adentro en él, respiro libertad, tranquilidad, amor, siento que esa es mi casa, que es donde mejor estoy, tengo tiempo de pensar, de enfadarme conmigo misma, de aprender y recapacitar, no tengo que justificarme ante nadie ni nada, sólo seguir mi instinto.
Al llegar la primera vez a Santiago, después de 9 días caminando, de unos 220 kilómetros, lloré, tuve una mezcla de cansancio, tristeza (porqué se acababa), alegría, de una calma interior que inundó todo mi ser (hoy en día, me sigue pasando).
Vuelvo al Camino siempre que puedo, es donde mejor estoy, en libertad. A veces voy un fin de semana, otras me paso 15 días y cuando llego al final, y estoy pensando en volver, ahí soy yo.
Os podría contar mil experiencias, algunas buenas otras no tanto, pero en conjunto siempre mágicas. Os ánimo a todas a embarcaros alguna vez a realizar este viaje único, pasar a ese mundo paralelo, a hacerlo solas, a disfrutar de la libertad, fraternidad, sensaciones que sólo vais a vivir en el Camino. Realmente es mágico y seguro que una vez hayas estado allí, volverás.
Para acabar no encuentro mejor manera que escribiendo algo que leí y me gustó:
Que fuerza oculta te atrae? Ni las gentes del camino, ni las costumbres rurales. No es la historia y la cultura, ni el gallo de la calzada, ni el Palacio Gaudí, ni el castillo de Ponferrada.
...todo lo veo pasar y es un gozo verlo todo, más la voz que a mí me llama, la siento mucho más hondo.
....la fuerza que a mí me empuja, la fuerza que a mí me atrae, no se explicarla ni yo.
Que el viento sople siempre en tu espalda, que el cálido sol brille en tu cara, que la lluvia caiga sobre tus campos.
Camino Santiago.