Hoy hay gente de izquierda que se alarma ante el auge del discurso filofascista en ciertos grupos de derechas, como si volvieran de algún lugar lejano, o como si aumentara su número de forma inesperada, confundiendo la apariencia con la realidad.
Siempre están ahí, se les vea o no, los fascistas. El contexto hace variar su comportamiento con el fin último del Poder, sin menoscabo de las acciones complementarias con otras estructuras del mismo, para conseguir diferentes objetivos.
Es habitual que formen parte, de manera formal o informal, de redes organizativas en actividades consideradas delictivas por las autoridades estatales, con fines lucrativos. Eso les sirve de formación para cuando sus fines sean otros en el ámbito de la lucha política.
Esos fascistas de nuevo cuño aparentan ser camaleones políticos, porque utilizan algunos términos izquierdistas, dentro de un discurso brutal y enloquecido, en el que el contenido es irrelevante. Trampa habitual para un izquierdismo parlamentario que prefiere estar en la contrarrevolución.
Al mirar la Historia, vemos que los izquierdistas han intentado utilizar a estos grupos filofascistas, de una manera que creían hábil y astuta, pero que era y es ingenua y suicida. Esta actitud sólo beneficia al actor que sea más cínico y despiadado, los fascistas.
Los fascistas se hallan muy cómodos haciendo una oposición desquiciada con tonos apocalípticos a los diversos gobiernos progresistas de diferentes países y momentos históricos, asegurándose de que se apliquen las leyes sometidas a la economía de mercado, sin oposición alguna.
Aúllan los fascistas en el teatro de la Sociedad del Espectáculo, para que las políticas de derechas llevadas a cabo por los gobiernos progresistas, sean aceptadas de forma acrítica por una sociedad distópica, llena de ruido y furia, aliviada y resignada porque lo “otro” es, ¿peor?
Esos fascistas de nuevo cuño ejercen de bufones, sabiendo que hacer, de vez en cuando, el ridículo es parte del disfraz de gente inofensiva para poder funcionar con mayor impunidad en el Crimen, dado que el desprecio de sus adversarios por ellos juega a su favor.
Otro de los engaños es la sorpresa que produce el que la propaganda basada en mentiras cale fácilmente en un sector de la población, en la ilusión de que, efectivamente el populacho filofascista se lo crea, cuando es la chulería y el cinismo lo que se aplaude.
Hay que tener claro que los (neo)fascistas ni quieren ni necesitan una mayoría social para conseguir sus fines, ni para llegar al Poder. Se manejan mejor con minorías que sean punta de lanza de una acción o acciones que los lleve a la dinámica impositiva a toda la población.
Porque saben los fascistas cómo es el Poder, sea democrático o no, es por lo que siempre tienen ventaja con la izquierda en el peligroso juego de aquel, siendo consecuentes, transparentes y lúcidos con su desprecio por el resto de la Sociedad.
Militantes de izquierda reflexionan sobre el discurso autoritario filofascista que prende en las mentes de resentidos sociales, sin percatarse del origen del problema. La alienación y la frustración se pueden compensar con emociones fuertes.