15/12/2020

"Riders” en la tormenta

Escrito por Vicenç Oliver

Allá por los años ochenta la mensajería era un sector que carecía de convenio y los contratos cada vez eran más abusivos. Los trabajadores supieron organizarse y conseguir grandes logros, pero las empresas seguían torpedeando los derechos laborales.

Cansados de sufrir continuas injusticias, un grupo de compañeros comprometidos con la lucha, crearon la primera cooperativa de mensajería en Barcelona.Trèvol S.Coop. nació en 1984 como revulsivo a las empresas de reparto existentes, demostrando que otro modelo de negocio era posible partiendo de la autogestión y el cooperativismo. A los pocos años aparecieron nuevas iniciativas como La Veloz en Zaragoza. Esta cooperativa se puso a pedalear a principio de los años noventa, integrando la bicicleta como principal medio de transporte para el reparto dentro de la urbe, siendo la ciclomensajería su actividad más conocida. En Palma de Mallorca se fundó la cooperativa de reparto Ecoprest en 1998, llegando a ser 14 repartidores en pocos años. Incorporar la bicicleta en las empresas de reparto, tanto en grandes como en pequeñas ciudades, fue todo un acierto, ya que reducía el tiempo de entrega notablemente respecto a un coche, furgoneta o incluso motocicleta. A día de hoy, algunas de estas cooperativas siguen funcionando y compitiendo con grandes empresas que acaparan gran parte del mercado, demostrando que la autogestión es posible.

Mis primeros comienzos en el mundo laboral fueron encima de un ciclomotor. Era un trabajo socorrido para un chaval de apenas 17 años, pero como siempre, muy mal pagado. La nómina era bastante baja y según las entregas que hacías al día, podrías incrementar tu salario a fin de mes. Este tipo de funcionamiento, que ejercían las empresas de mensajería no era nada seguro para el trabajador, ya que se arriesgaba muchísimo en las calles de la urbe para intentar terminar el día con el mayor número de repartos.

El colectivo de "mensakas" era duro de pelar como ya había demostrado años atrás, y las protestas y movilizaciones no se hicieron esperar. Estamos hablando de un colectivo que ponía su vehículo, pagaba la gasolina, se tenía que costear de su propio bolsillo la cantidad de multas que iba acumulando a sus espaldas, ya que las "pirulas" por llegar antes a destino y entregar el paquete a los clientes, eran constantes, y todo eso con el añadido de arriesgar la vida encima de un ciclomotor. Nos comíamos días de lluvia y frío en invierno que eran interminables, y aunque las movilizaciones dieron sus frutos, seguía siendo un trabajo muy mal pagado.

En el 2015 aparecieron por todo el Estado las famosas plataformas digitales de reparto y como podéis comprobar, las condiciones laborales son muy idénticas a la mensajería de hace 40 años, salvo por una cosa, no son trabajadores asalariados. Estas multinacionales han intentado hacer creer a sus trabajadores que son autónomos, que pueden obtener altos ingresos y disfrutar de una libertad horaria sin precedentes, pero realmente lo que han estado ejerciendo es una continua explotación laboral, sometiendo a los trabajadores a una situación irregular y muy precaria obligándoles a pagar, incluso, el uso de la App (aplicación de móvil o tablet) para poder trabajar. Sin ir más lejos, este pasado septiembre el Tribunal Supremo fallaba a favor de un "rider" de Glovo, reconociendo su vinculación con la empresa y dejando claro que no es una mera intermediaria. Inspección de Trabajo por otro lado, ha concluido que “deberían ser asalariados y estar contratados laboralmente como se recoge en los Estatutos de los Trabajadores y dejar de ser falsos autónomos”, que es lo que son realmente. Cumpliendo la legalidad estas empresas deberían desaparecer o reconocer a los riders como trabajadores, pero se teme que la regulación que pretende preparar el Ministerio de Trabajo sea una puerta para el lobby de las plataformas digitales.

De momento, Inspección de Trabajo ha obligado a Glovo a dar de alta a 11.013 repartidores, y le exige 16,2 millones de euros por las cotizaciones impagadas a la Seguridad Social.

Afortunadamente han ido resurgiendo pequeñas cooperativas de reparto, como ocurrió años atrás en el sector de la mensajería, donde los trabajadores hartos de la continuada explotación ejercida por este tipo de empresas, han sabido tomar las riendas y plantarles cara. Cooperativas de reparto como Zámpate Zaragoza, Botxo Riders en Bilbao, Eraman Cooperativa en Gasteiz o Mensakas en Barcelona son alternativas éticas, y muy necesarias, a las plataformas digitales dirigidas por grandes multinacionales.