Por un lado, tenemos la economía social a secas, con dos tipos de organizaciones. El primero lo forman empresas privadas, creadas para satisfacer las necesidades de sus socias a través del mercado, que producen bienes o servicios; los beneficios se reparten entre las socias y cada socia tiene un voto, no depende del capital aportado. El segundo son también entidades privadas, pero producen servicios de no mercado (carecen de precio al no existir un mercado) y los beneficios no pueden ir para sus trabajadoras.

Otro son las organizaciones no lucrativas, entre las que encontramos el sector caritativo, voluntario, de ONG, y el no lucrativo. Son privadas pero pueden recibir dinero público, y han de tener trabajo voluntario. Los beneficios no se los pueden quedar sus directivas.

Luego tenemos las empresas sociales, con dos enfoques. El social entrepreneurship, es el que se está fomentando, el de la emprendedora que monta una empresa, centrado en las personas líderes que buscan soluciones a problemas sociales de manera innovadora. Los otros enfoques quieren beneficiar a la comunidad, limitando los beneficios (no son su objetivo).

Y por último está la economía solidaria, que busca una nueva forma de producir, consumir y distribuir con un objetivo de transformación social. Incorporan en la gestión valores como equidad, justicia, democracia...