25/02/2020

Mamá, quiero ser artista

Escrito por Juan Herrera Aparicio y Sergio Herrero

Publicado en el periódico CNT

Juan, aparejador; Miguel, contable; Julia, enfermera; Andrés, médico; Natalia, economista, Pedro, asesor financiero; Marta, camarera; Alfredo, mozo de almacén... Muchos nombres y profesiones con algo en común: son figurantes del audiovisual. Tras la crisis de 2007 mucha gente vio cómo sus trabajos se iban al garete y las condiciones laborales que habían tenido iban desapareciendo y no volverían jamás. La mayoría empezó a trabajar en el sector por la necesidad de sacar un dinero extra con un trabajo de días sueltos y han acabado sumidos en un empleo que resulta ser a tiempo más que completo, pero en el que muchos días no cuentan: jornadas de búsqueda de rodajes, casting, que si llamas a esta agencia, que si ahora a otra y así con un poco de suerte consigues trabajar uno o dos días esta semana...

Parece sorprendente que el audiovisual, que está creciendo y que tiene muy buenas perspectivas desde el punto de vista de la industria —léase los jefes— resulte ser un sector en que la precariedad laboral sea tan elevada, pero si miramos a las artes escénicas la cosa no cambia mucho. Trabajos de extrema temporalidad, en la mayoría de casos de un solo día de duración, como le ocurre a la figuración o a actores y actrices en pequeños papeles, y un creciente exceso del «no se puede repetir» como mantra que las productoras estiran al límite. Por poner un ejemplo: una compañera figurante va a trabajar a una serie y su trabajo consiste en pasear por una acera del lado opuesto a la que usan los actores en la escena. Imposible que el espectador se fije en ella, máxime cuando en el plano aparecerá el fondo desenfocado. Sin embargo, puede que sea el único día que trabaje en esa serie, mientras las agencias tienen que captar continuamente gente a la que «vender a granel». De esta forma la figuración profesional, que más o menos podía sacarse un jornal, ve cada vez más depauperada su situación: su
experiencia en ese trabajo no se traduce en mayor estabilidad, sino todo lo contrario.

En septiembre de 2016 la fundación AISGE sacó a la luz su último informe sobre la situación sociolaboral del sector de actores y bailarines en España, y reflejaba unos datos bastante desalentadores. Basado en 3.282 encuestas, reflejaba que solo el 43% de profesionales que participaron en el estudio había trabajado en el sector artístico en el año 2015, frente al 66% de 2004 o el 63% de 2011. Pero no solo el paro endémico en esta profesión es muy inquietante: si echamos un vistazo a las cifras de salarios anuales, el estudio indica que el 53% no superó los 3.000€ anuales; de hecho, el 29% se situaba en la franja por debajo de los 600€ anuales, mientras tan solo un 8,17% superaba la cifra de los 12.000€ y un 2,15% ganó 30.000€ o más. Es muy preocupante la evolución de las franjas de mayor precariedad en los datos históricos, que muestran que se ha duplicado el número de personas que cobran por debajo de los 600€ o menos.

«Trabajos de extrema temporalidad, en la mayoría de casos de un solo día de duración, como le ocurre a la figuración o a actores y actrices en pequeños papeles, y un creciente exceso del «no se puede repetir» como mantra de las productoras»

Pero lo que no muestran los datos es todo el trabajo necesario para preparar una función o un rodaje, o para conseguir ese empleo. La dedicación «extralaboral» de la profesión no la cuenta nadie. A los datos de precariedad de salarios y escasez de trabajo —el 46% de los actores trabajó menos de 30 días a lo largo de 2015—, hay que sumar el esfuerzo en formación y entrenamiento profesional que requiere estar preparado para defender un casting con posibilidades de llevarse el papel. Eso implica horas y dinero. Si además añadimos que el 11,7% de los trabajos que se consiguen son sin contrato, llegamos a una situación en la que una reflexión seria y profunda de qué es lo que está ocurriendo en el sector se hace más que necesaria.

La brecha de género obviamente está presente: la tasa de desocupación de las compañeras es 6 puntos superior a la de los hombres, predominan en la franja de ingresos inferiores a 600€ anuales y también son las que más veces trabajan sin contrato.

La llegada de grandes productoras como Netflix, Amazon, HBO y otras plataformas digitales parece que trae mucho trabajo al sector audiovisual español, o al menos eso se nos hace creer. ¿Trae mejores condiciones? Sabemos que no. Desde la Coordinadora de Artes Escénicas y Cinematográficas de CNT nos hemos enfrentado a numerosos rodajes que, con la excusa de tratarse de producciones de bajo presupuesto para plataformas digitales (como RTVE, Movistar+ y otros grandes grupos de comunicación), han estado ofreciendo condiciones por debajo de los convenios colectivos o directamente pidiendo figurantes y actores gratis y sin contrato. Afortunadamente, nuestra implantación en el sector es profunda y los ejemplos de despliegue de nuestras capacidades —como aquella ocasión en que compañeras de CNT en Teruel localizaron un rodaje en la provincia sin más información que nuestra llamada de aviso— son un indicador de que con organización se puede al menos plantar cara y tratar de mejorar nuestras condiciones.

«La figuración profesional, que podría sacarse un jornal, ve cada  vez más depauperada su  situación: su experiencia en ese  trabajo no se traduce en mayor  estabilidad, sino todo lo contrario»

Si nos centramos en la figuración del audiovisual y vemos sus rangos salariales, comparados con la cantidad media de veces que se trabaja, está claro que las cuentas no salen. Una jornada de trabajo de 8 horas son 45,5€ brutos y con suerte trabajan dos días a la semana. Eso hace que la figuración se mueva en el entorno de los 370€ mensuales. Por tanto, tienen que buscarse la vida con otros trabajos igual de precarios, como azafatas/os de eventos, hostelería en fines de semana o, en algunos casos, con actuaciones en teatros alternativos o microteatros que les permitan compaginar ambas cosas. Además, este trabajo agrupa personas con mentalidades laborales muy distintas, incluso antagónicas; así, podemos ver un alto grado de profesionalización entre la figuración más habitual, frente a los que se dedican a ello de forma más esporádica, que además no dudan en coger rodajes no remunerados o con condiciones inferiores a las legales por no verlo como un trabajo. Eso es algo que desde luego afecta a las condiciones de todo el sector y si a ello sumamos que es un colectivo con grandes diferencias entre zonas geográficas del país, veremos cómo esta práctica fraudulenta se hace mucho más patente en zonas como Andalucía, donde es un grave problema.

Otro hecho derivado de esa heterogeneidad entre la masa laboral de la figuración es la complejidad de la actuación sindical en un sector que presenta tantas diferencias de trabajo. Es más fácil poder actuar en series de televisión o películas, en que los rodajes tienen un recorrido de meses, que en la publicidad, donde ventilan la producción en un par de días. Esto, por ejemplo, implica un hecho diferencial entre la situación de Madrid, donde se concentra la mayor parte de la producción de ficción, y la de Barcelona, donde eminentemente se graba publicidad. Por otro lado, es clara la relación entre precariedad y participación sindical, ya que el freno a estos abusos mejora en general las condiciones de la figuración allí donde actuamos.

Hemos mencionado el microteatro: sirva como último ejemplo de cómo explotarse a sí mismo. Imaginemos una sala de minúsculo formato, a lo sumo 20 espectadores, dos actores/actrices en escena, 4 funciones seguidas, 5€ por entrada, 50% para la sala. Pensemos en el tiempo que implica la creación de la obra, los ensayos, conseguir sala, lo que cuesta el atrezzo aunque sea escaso, el hecho de estar sin contrato en muchos casos o como falso autónomo... En este caso hablamos de 100€ brutos por actor/actriz a la semana: si contamos todo ese tiempo de preparación está claro que trabajan para ser pobres.

Esperamos que este artículo sirva para hacerse una ligera idea de la realidad de quienes nos subimos a un escenario o nos ponemos delante de las cámaras.