04/02/2023

................................................DIOS EXISTE

Escrito por Inma Iglesias Guerra

Enero es el mes de las cuestas, las resacas y las devoluciones, el mes de los propósitos que seguramente nunca cumplirás, de los comienzos que no tendrán fin y el mes que tiene el día más triste del año, por no hablar de la oscuridad, la lluvia y el frío. Con este impresionante currículum es imposible quererlo, pero aún sin quererlo tenemos que pasarlo. Venimos de una navidad, que es el colmo de la felicidad supina (ironía), que este año además ha tenido de telonero a un mundial, que es también una cosa de esas que proporciona mucha alegría por eso del abrazo colectivo.

Y a mí me toca escribir ahora; agotada de subir la cuesta, con dolor de cabeza de la resaca y con más mocos que un saco de caracoles. Aun así y como manda el mes de enero, ayer fui a devolver una chaqueta que me habían traído los Reyes Magos; los reyes magos que soy yo misma desde que mis padres renunciaron a mi custodia.

Siempre me auto regalo alguna cosa para luego devolverla, porque me he dado cuenta de que es lo que hace la mayoría de la gente… y la mayoría de la gente hace esto porque el orgasmo de nuestro romance con el capitalismo se alcanza en ese momento en el que la persona que se encarga de cobrar tu compra, te la entrega metida en una bonita bolsa de papel mientras te sonríe amablemente; y porque yo como la mayoría de la gente sigo enganchada a esa relación tóxica con el capitalismo. El capitalismo es un señoro muy señoreado que nos tiene muy pilladxs, nos hace creer que nos cuida cuando realmente nos utiliza despiadadamente para engordar como un cerdo; y la navidad es su momento estrella, es cuando más cruel se pone y sin embargo más le mimamos. Compramos y compramos, sin ningún tipo de criterio ni control… porque todo se puede devolver. No pensamos en que lo único que estamos haciendo es más ricos a los dueños de todo eso que compramos sin necesidad, que se frotan las manos y se rien de nosotrxs mientras hacemos cola en las cajas del primark.

Y no hablo desde el anticapitalismo porque ya he confesado mi relación tóxica; hablo desde la reflexión que en algún nanosegundo de mi metaverso particular ilumina mi entendimiento y me hace darme cuenta de esta vorágine de consumo en la que nos sumergimos cada diciembre. Soy conocida en mi entorno por ser bastante crítica con la navidad; pero ha sido durante la resaca de ésta última cuando me he dado cuanta realmente del porqué. A mí me encanta juntarme con mi familia, con mis amigxs, comer, cenar, tomar unos vinos, charlar… en definitiva, compartir mi vida. Pero no tiene que ser todo en la misma quincena, ni haciendo un gasto ímprobo de tiempo y dinero que muchas veces deja a las familias temblando; con una tortilla de patata y unas birras soy igual de feliz si estoy con mi gente. Y no solo yo, cualquier persona lo es. La historia es que el capitalismo nos ha hecho creer que no, que para ser más felices lo que hay que hacer es comprar muchas cosas y si son muy caras, mejor aún… y como la gran mayoría seguimos enamoradxs de ese encantador de serpientes, pues ahí estamos dándonos de codazos para comprar mucho y ser sus favoritxs.

Además en estas fechas nuestro despiadado amante tiene un as bajo la manga con el que aún aprieta más nuestro pobre corazoncito, la Nostalgia. Esa cosa tan fea que nos hace mirar todo el rato hacia atrás y creer que cualquier tiempo pasado fue mejor. Juega con nuestro cerebro usando la publicidad, la música, las pelis ñoñas, los mensajitos de postales cursis… y nos hace añorar cosas pasadas porque en algún punto de alguna de todas esas cursiladas vemos partes de nuestra propia vida. Y cuando las ves pero a la vez eres consciente de que el pasado ya pasó, te entristeces… y cuando te entristeces no te gusta la sensación, y cuando no te gusta lo que sientes buscas dejar de sentirlo, y la solución rápida y fácil que te ofrece tu amante bandido es salir a comprar. La verdad es que aunque me joda decirlo, es una jugada maestra. Lo malo es que conmigo esta táctica amorosa no le vale, soy cero nostálgica; de ahí que no me guste la navidad.

Eso sí, el fútbol tampoco me gusta, así que he tenido un mes de diciembre casi tan malo como lo que va de enero. Aunque yo que soy de natural alegre, siempre intento ver lo bueno de cada momento y si me toca ver el mundial pues lo veo y me hago hincha de algún país, y si ese país cae eliminado pues me hago de otro que siga vivo; yo lo llamo supervivencia emocional. Así las cosas, terminé siendo hincha de Argentina; básicamente porque a los franceses no les entiendo; y teniendo el 50% de opciones de celebrar algo, ¡y vaya si celebré!... hasta volví a creer que dios existe y se llama Messi (esto es mentira, pero me encanta la frase).

Y esto es lo que hay, un diciembre dramático que da comienzo a un enero infernal, que solo mejorará si logras encontrar algún chollo en las rebajas; porque si alguien como yo por ejemplo, a quien la nostalgia desenamora, está al borde de la ruptura, el capitalismo siempre sabe cómo dar la vuelta a la tortilla y volver a engatusarte para que te rindas a sus encantos.