19/10/2020

Desde mi lado

Escrito por Soni

LA IZQUIERDA EXQUISITA, PATRIA

Como todo el mundo sabe, el poder corrompe, y cuanto más tiempo en el poder, más corrupción. Así, el PP, desde que volvió al Gobierno de España, en diciembre de 2011, montó una trama dedicada a robar y expoliar cuanto pudo, y más.

Con todos los resortes del poder en sus manos, y con los medias llevando nuestra atención por derroteros alejados de sus tejemanejes, llegaron a creer que la política era eso, hacer lo que les viniera en gana y sin tener que dar explicaciones a nadie. Se crecieron, y tanto abusaron, que finalmente, saltó la Gürtel, y así, sin darse cuenta ni comprenderlo, se vieron desalojados del gobierno.

Como la culpa siempre es de los demás, buscaron su chivo expiatorio en Podemos, y la conspiración comunista bolivariana.

Y como siempre que la política les falla, y el capital ve peligrar sus privilegios, saca el fascismo a pasear.

Así, ahora, anda la derecha envalentonada, la más cavernícola y rancia. Tras su aparente éxito electoral, vuelven a sus orígenes de supremacía y matonismo, pretendiendo, de nuevo, imponernos sus postulados jerárquicos, autoritarios y machistas.

Eligiendo, para no variar, al que suponen el rival más débil. Vuelven a los señalamientos, escraches y vapuleos, a quienes no piensan como ellos y no se dejan manipular. Y no les pasa nada, con lo que se siguen creciendo y, si hay que perseguir y acosar al vicepresidente de gobierno, a su pareja, a sus hijos menores, en su casa, en sus desplazamientos, e, incluso, durante sus vacaciones, pues lo hacen, que para eso son vástagos de buenas familias, con dinero y con poder, y ningún juez o fiscal les va a perseguir por ello.

Lógico, si tenemos en cuenta que los jueces, los mandos policiales y de la Guardia Civil, continuaron tras la muerte del dictador, garantizando que todo el engranaje fascista quedara intocable, y por mucho tiempo. No fuéramos a intentar molestar a las oligarquías y élites financieras, que tan cómodas estuvieron con él. Y mucho menos, a la monarquía, con la que el patas cortas se aseguraba que quedara todo, atado y bien atado.

Y sus víctimas tan renombradas, vicepresidente de gobierno y acólitos, por dios, ponen el grito en el cielo, en el cielo de los mass media, y de ahí no van a pasar, que para eso son la Izquierda civilizada, la izquierda del siglo XXI.

Fue Tom Wolfe quien a principios de los 70 del pasado siglo, acuñó el término Izquierda Exquisita, al referirse con él, a esa élite social neoyorquina, muy pródiga en aquel tiempo, que se sentía atraída por los “revolucionarios” Panteras Negras, y demás activistas sociales que confrontaban con el sistema. Eso sí, desde la distancia de sus lujosos salones, y bien avitualladas despensas.

Izquierda Exquisita, que, a estos trágalas, ex del 15M, les viene como anillo al dedo, una izquierda más de “postureo” y esnobismo, que con una conciencia social auténtica.

Así se entiende que, unos, no tengan ningún problema en el uso de las llamadas puertas giratorias, otros, en comprarse chalets de lujo en zonas de vecinos adinerados, que después se vuelven contra ellos, y todas y todos, coinciden en vivir como los ricos y, de vez en cuando, publicitarse como supuestos adalides sociales, apoyando causas y luchas del pueblo. Con mucha cobertura mediática, por supuesto.

Qué tiempos en que los líderes de esos partidos obreros eran eso, obreros: tipógrafos, taquígrafos, estuquistas, albañiles, electricistas, jornaleros…Hoy, el 90% de los diputados y diputadas son titulados universitarios, y menos del 10% de esos universitarios, son hijos de trabajadores manuales.

Así se hace entendible que lo del Y TU MÁS…, el tan usado “ventilador”, esté tan generalizado en el hemiciclo. Que los facciosos institucionalizados, todos y todas con su buena paguita, eso sí, berreen a sus anchas, sin encontrar apenas oposición dialéctica de una izquierda totalmente alejada de sus bases y que para nada representa a los de abajo, y mucho menos, a la clase obrera.

Izquierda que, en otro tiempo, no hubieran dudado en confrontarlos con cuanto tuvieran a su mano, conteniéndolos e, incluso, expulsándolos sin ningún remilgo. Ahora, sus herederos, permiten que les quiten las calles que les recordaban, y su protesta, no llega más allá de una escueta nota en los periódicos.

Y aún no entienden por qué, cada vez, están más lejos de nosotras y nosotros.