21/12/2020

De sentido (muy) común

Escrito por Inma Iglesias Guerra

Hace más o menos un mes que se aprobó; no voy a dar fechas ni datos concretos acerca de ella porque siendo honesta, he de decir que los desconozco. Pero viendo que tanta gente que también los desconoce habla de ella, me he venido arriba y me voy a atrever, además como tengo sentido (muy) común, estoy casi segura que no voy a decir ni la décima parte de estupideces que han soltado por sus fauces ciertas bestias parlamentarias.

“Aleluyera” es una palabra que mi madre utilizaba para reñirme cuando yo me ponía con mi discurso de –no hay derecho…, esto no es justo…, no tienes derecho…, porque yo tengo derecho a…, etc-; entonces ella, desde su posición de madre pedagógicamente antigua soltaba un- ¡callate ya, pesada!, que eres una aleluyera- y zanjaba la discusión. Yo, por aquel entonces (adolescencia) pensaba que aleluyera venía de aleluya y no entendía nada, pero me callaba igualmente porque sabía que la siguiente fase de la desescalada era un zapatillazo, o un castigo, que para mí era aún peor. Con el tiempo descubrí que “aleluyera” viene de Ley, y ella lo usa para definir a esas personas que son muy pesadas con el tan manido -¡no hay derecho!- para boicotear la vida en general. Realmente no sé si la palabra existe o no, no lo he investigado porque en el fondo me hace ilusión pensar que mi madre se la inventó.

Y dicho esto, no puedo dejar de pensar en esa palabra desde que se aprobó la famosa Ley Celaá y todas las bestias parlamentarias y algunas televisivas se volcaron el escupir sinsentidos populistas, demagogia de la más baja calaña y los -¡no hay derechos!- más repugnantes que yo haya oído últimamente, y mira que eso es difícil.

No seré yo quien defienda esta ley, para empezar porque ya he dicho al principio que no la conozco entera, y para continuar porque creo que lo que se está haciendo en este país con la educación pública es vergonzoso, precisamente por esta batalla de egos en la que se han convertido las cuarentamil leyes de educación que ha habido en los últimos años. LGC, LOECE, LODE, LOGSE, LOPEG, LOE, LOMCE, etc, etc…¡vamos!, que cada ministro/a de educación se hace una ley, y me da a mí que lo que menos les importa es precisamente la educación.

Como mujer educada en la Pública desde mi primer día de cole, antes de morir Franco, hasta el último día de universidad en 1992, en que terminé mi formación académica; y muy cercana por mi trabajo actual y por relaciones familiares a chavales y chavalas que se están formando en estos momentos; diría miles de cosas mejorables en la educación pública, miles de cosas que cualquier persona con sentido común no dudaría; desde la gratuidad absoluta, al mejor aprendizaje de idiomas, a la prevalencia de la calidad sobre la cantidad (de lo que se aprende), etc…

Me sorprende que a nadie le sorprenda que a los chavales y chavalas siga sin gustarles ir a clase, me sorprende que ninguna de todas esas cabezas pensantes haya pensado que quizás es que algo se está haciendo muy mal para que sigamos igual que hace 40 años en ese sentido; todas conocemos a alguien que no se ha vuelto a leer un libro después de los llamados “de lectura obligada” porque aquello les pareció una tortura; y eso sigue pasando hoy en día. Creo que lo primero que se debería hacer es buscar un sistema que atrapase a los niños y niñas, que les motivara tanto que ir al cole fuera interesante y divertido, que tuvieran ganas de aprender; y creo sinceramente que eso no sería tan difícil si los y las que se encargan de ello dejasen de mirar sus ombligos.

¿Alguien les pregunta que es lo que les gustaría saber?, ¿alguien se molesta en descubrir sus capacidades para enfocar por ese camino su educación y así intentar evitar fracasos escolares?, ¿alguien les hace sentirse protagonistas de su proceso educativo?; está claro que una chavala a la que le encante la física no puede aprender del mismo modo, ni las mismas cosas que un chaval que no la entienda, que no le guste y que no la disfrute. Hay que despertar su curiosidad porque así es como querrán saber más, y la curiosidad es personal e intransferible. Pero por desgracia sigue prevaleciendo el TENER conocimientos sobre el SER crítico, curiosa, autosuficiente, creativo, librepensadora… y así es imposible convertir la educación en un disfrute necesario y que deje de parecer un castigo innecesario; que no digo yo que esto sea fácil, ¡ojo!, pero que a nadie se le ocurra ponerse a ello me parece altamente sospechoso y me hace plantearme insistentemente que quizás el error está en que lo primero que nos hace falta es una LEPEHLE “Ley de Educación Para Educar a lxs que Hacen las Leyes de Educación”, y ya si eso, después vamos avanzando.