02/03/2023

Coordenadas para una independencia de clase

Escrito por Genís Ferrero

Publicado originalmente en El Salto

Tras la irrupción de nuevos espacios militantes juveniles, vuelve a existir cierto interés en torno a la cuestión organizativa entre las filas de algunas familias del socialismo. Vaya por delante mi simpatía con todos estos procesos. Los que empezamos a militar hace veinte años nos encontrábamos en la época del “pleno empleo”, una juventud menos politizada, multitud de movimientos satélite de partidos políticos, un movimiento libertario aún influenciado por las tendencias anti-organización de la década anterior y un movimiento sindical desestructurado. Interesarse por un anarquismo social era recorrer un camino bastante solitario.

En este diálogo abierto en la búsqueda de la fórmula organizativa, quisiera aportar algunas ideas.

El partido

En los tiempos de la I Internacional, desde partidarios de Marx a Bakunin era frecuente el uso del término “Partido”, no como fórmula de mediación institucional si no como asociación y agrupación bajo unos principios socialistas.

Sin embargo, el anarquismo pronto terminaría por abandonar su uso en nuestro país, en parte por la consolidación de la socialdemocracia y en parte tras la ruptura definitiva de los internacionalistas con el republicanismo tras el Sexenio Revolucionario del XIX. Los debates, en todo caso, que sucedieron a este período serán entre colectivismo y comunismo.

Desde entonces, la figura del partido como modelo de organización ha sido rechazada mayoritariamente por el anarquismo por su oposición al reformismo, la participación del Estado y por considerar que reproduce jerarquías y vanguardias fuente de nuevas divisiones sociales.

Muchos grupos con fines partidistas tienen en realidad un interés en perpetuar esta fragmentación, la cual se retroalimenta también por una cultura militante heredada del movimentismo 

Luchas parciales

Luchas parciales son todas aquellas que desarrollan el conflicto de la lucha de clases en áreas específicas, y son necesarias para crear la conciencia de clase si sabemos vincularlas conjuntamente a una problemática y respuesta común. Hay interés en señalar la cuestión por varios motivos.

En primer lugar, porque es importante evitar que las luchas parciales deriven en luchas reformistas, desligadas de la lucha de clases que puedan acabar en reformas cuyo el fin sea mantener la paz social e integrar al Estado sus actores en última instancia. Por el contrario, las luchas parciales deben ser parte de una estrategia general de las organizaciones revolucionarias en su fase de acumulación de fuerzas mediante la organización del proletariado, su educación en la lucha de clases y su adhesión a la revolución social.

En segundo lugar, la actual fragmentación del movimiento popular en un entramado de pequeñas organizaciones, colectivos y asambleas dedicadas a cada una de estas luchas parciales mantiene y perpetúa esa misma fragmentación. Donde antes había organización de masas que abordaba todas las cuestiones, ahora no solo hay pequeños colectivos, sino que a menudo en estos se encuentran las mismas personas.

Y, en tercer lugar, está la cuestión de la instrumentalización de las luchas parciales. Desde la aparición del esquema partido/sindicato, donde el sindicato hace de correa de transmisión del partido, esta dualidad se ha repetido de forma viciosa a lo largo del tiempo apoyándose de los dos puntos anteriores. De este modo surgen organizaciones vanguardistas que aspiran a subyugar esas luchas parciales, en el peor de los casos desde el entrismo más vulgar.

Muchos grupos con fines partidistas tienen en realidad un interés en perpetuar esta fragmentación, la cual se retroalimenta también por una cultura militante heredada del movimentismo, en muchos casos sin siquiera ser conscientes de ello.

Ante esta situación cabe reflexionar y entender que las luchas parciales son luchas del proletariado a acometer de forma directa desde sus propias organizaciones, mientras que cuando se actúa por mediación de instituciones o vanguardias, formales o informales, se hace bajo una agenda ajena.

Las luchas parciales son luchas del proletariado a acometer de forma directa desde sus propias organizaciones, mientras que cuando se actúa por mediación de instituciones o vanguardias, formales o informales, se hace bajo una agenda ajena.

Democracia directa y asamblearismo.

Pocos movimientos ha habido que sean estrictamente hablando “asamblearios” en el sentido que todo se ha articulado en torno a asambleas de forma continuada, en todas las esferas de toma de decisiones. El último de estas características fue el 15M, adoleciendo de diversos problemas al ser un movimiento a medio camino entre lo espontáneo, la intervención de grupos políticos organizados, la falta de cultura militante o de una coordinación interna efectiva.

El anarcosindicalismo y el movimiento libertario de raíz socialista persiguen sistemas políticos basados en la democracia directa y, en base a esa necesaria coherencia entre medios y fines, se estructura de la misma forma internamente combinando la participación directa de sus miembros en la toma de decisiones pero respetando tempos y procedimientos de una estructura formal, preservando la autonomía de las partes. No es mecanismo netamente asambleario, toda vez que también existen comités, mandatos delegados o acuerdos vinculantes.

Desligar el asamblearismo de la democracia directa, como ocurre en muchas organizaciones políticas de izquierda por otra parte, ha terminado a menudo por vaciar de contenido la “asamblea”, pasando a ser un espacio de captación de nuevos activos para el “aparato”.

Independencia de clase

Todo lo anterior nos lleva a reivindicar la necesidad de la independencia de clase del proletariado, pero sobre todo en el plano práctico: el de sus organizaciones e instituciones.

Para la tradición libertaria esa independencia se basa en la acción directa a través de sus organizaciones a la hora confrontar la lucha de clases. De este modo solo puede definirse como una “organización de clase” aquella compuesta exclusivamente por miembros del proletariado, como son los sindicatos. Cualquier otra forma de organización no lo será si no cumple con esta premisa.

Por otro lado, cuando hablamos del Proletariado lo entendemos como el conjunto de las clases trabajadoras, más allá de las estratificaciones sociales internas en base a rentas o adhesiones culturales a la clase media. Es decir que englobamos a la clase obrera, al campesinado, la nueva clase trabajadora dedicada al sector de servicios, etc. 

Sin pretender aislarse del resto de la sociedad o con personas de otra clase comprometidas con nuestra causa, deben ser sin embargo las organizaciones de clase las que encuentren sus propios mecanismos de relación preservando su independencia y capacidad de autoorganización. 

Sindicalismo y comunismo libertario

Entendemos por sindicalismo la concreción práctica de la lucha de clases, a la vez que un modo de autoorganización del proletariado sin mediaciones.

Hay quien ha criticado el anarcosindicalismo de estar haciendo el juego a la socialdemocracia, acusando de ser una lucha parcial o sin capacidad para vincular sus luchas a un movimiento político, pero estamos ante un error de concepto. No estamos ante el anarquismo “participando en el sindicalismo laboral” si no que es una evolución del anarquismo inserto en la lucha de clases, adoptando una forma de organización de clase que, desde el mundo del trabajo, aspira a incidir en el resto de esferas de lo que podríamos denominar el ecosistema del proletariado, con el fin último de lograr la sociedad comunista libertaria.

Como defendió Salvador Seguí, el comunismo solo lo puede poner en práctica el propio proletariado. Ninguna vanguardia, grupo anarquista o partido podrá ejecutarlo por sí mismo por lo que debe ser la organización de clase, los sindicatos, quienes capaciten las masas para alcanzarlo.

Pretender constituir un movimiento sobre la base de una dirección que influya en el resto de movimientos entiendo que va en la dirección contraria 

La necesidad de las ideas

Necesitamos de las ideas para desarrollar la práctica y seguir avanzando críticamente. Que una parte de la izquierda anticapitalista adopte la crítica al reformismo, la independencia del proletariado y plantee la necesidad de una alternativa global al Capitalismo y el Estado ha de ser acogido positivamente por quienes hemos defendido estas ideas de una forma u otra.

Pero si la independencia de clase va necesariamente ligada a la de sus organizaciones de clase, debieran ser éstas las que acometan la tarea revolucionaria. Si aceptamos esta premisa, ¿puede existir una dirección política desde fuera de este tipo de organizaciones? Y si esto es posible, ¿cómo se garantiza de forma práctica su independencia y capacidad de autoorganización?

Pretender constituir un movimiento sobre la base de una dirección que influya en el resto de movimientos entiendo que va en la dirección contraria, cayendo en los problemas antes mencionados.

Por otro lado, en un momento histórico en el que el asistimos a una reestructuración de las formas de producción que empuja a cada vez más sectores de las clases trabajadoras al desempleo, da la sensación que la dificultad en la acción sindical hoy se elude ensalzando otras luchas donde se puede haber desarrollado algo más de “músculo” o una visión de la composición de clase muy estrecha.

Ceder ante esta cuestión también nos empuja a abandonar el debate sobre la producción y, sin embargo, es precisamente en este cambio de ciclo marcado por una serie de crisis coincidentes cuando se torna estratégico plantear quién va a seguir produciendo todo lo necesario para la sociedad futura.
Si seguimos pensando realmente aquello “de cada cuál según sus posibilidades, a cada cuál según sus necesidades” reivindicar quién, qué y cómo va a construir el comunismo nos lleva también a la conclusión que debe ser el proletariado que se organice mediante sus propias instituciones, de forma autoorganizada y sin mediaciones de vanguardias más o menos reconocibles, educándose en todo aquello que le será necesario para acometer la gran tarea que ha de ser la emancipación de la humanidad entera.