04/05/2021

Apedreando demócratas

Escrito por Fernando García Regidor

Recuerdo cuando Vox eran una exigua cuadrilla de pintorescos gritones rebotados del PP.

Cuatro histriónicos vociferantes reclutados entre aquellos peperos que, por sus serias limitaciones intelectuales y por comparación, hacían que Iturgaiz pareciera todo un estadista.

Recuerdo a Abascal encaramado a una caja de fruta, megáfono de los chinos en ristre, soltando disparates, mientras las vecinas que pasaban con la bolsa de la compra se esforzaban por no descojonarse en sus semíticas narices.

Los grandes medios de comunicación mostraban tanto interés por ellos como por el Partido Humanista.

Sólo les hacían hueco en esas tertulias televisivas de canales de curas en las que salen señores muy de orden, con gemelos en los puños de las camisas, tomando vino, tratándose de usted y dándose la razón entre ellos con mucho énfasis.

Pero de pronto, un buen día, eso cambió. Al calor del referéndum de Catalunya, un partido residual que en las últimas elecciones había recibido menos votos que el PACMA, empezó a tener espacio a todas horas en los principales canales de televisión, periódicos y cadenas de radio. Era evidente que no era algo casual. Alguien muy poderoso, en una sala de reuniones, alrededor de una mesa ovalada, había decidido que había que dar toda la visibilidad posible a aquellos bufones ridículos y marginales.

Paralelamente a ese injustificado interés periodístico, se empieza a notar que crece su infraestructura. Disponen de más medios económicos, técnicos y humanos. Contratan buenos publicistas, asaltan las redes sociales con una elaborada estrategia propagandística, sus actos públicos empiezan a cuidar la estética, la puesta en escena, la iluminación, los planos de cámara, el lenguaje corporal, la expresión oral, etc. Tienen buenos asesores. Nada de esto es barato. Pero alguien lo paga. Y paga muy bien.

El mensaje que lanzan es de claro corte ultraderechista. Sin filtros ni complejos. Populista, identitario, simple, directo, duro y a la encía.

Los franquistas inconfesos que antes se escondían en las filas del PP, se sacuden el polvo de las camisas viejas y salen orgullosos de sus apolillados armarios, apestando a alcanfor, para alistarse en las filas de la nueva esperanza facha.

La sobreexposición mediática no tarda en dar frutos y empiezan a llegar los buenos resultados electorales.

Los bufones ridículos y marginales se convierten ya en una fuerza fascista que gobierna, condiciona gobiernos de otros e influye en decisiones que afectan gravemente a la vida y los derechos de las personas.

Pero ahora, cuando ya son una amenaza real para las libertades, resulta que la culpa de su visibilidad y publicidad es de quien les planta cara en los barrios obreros, boicoteando sus actos de manera activa.

Clama la izquierdita bienpensante desde su sofá que lo mejor es ignorarlos. Que sólo quieren casito. Como si fueran un niño con una rabieta, en lugar de una peligrosa fuerza política fascista que amenaza nuestras ya demasiado mermadas libertades.

Dicen que plantarles cara, defenderse de ellos, expulsarlos de nuestros barrios, es hacerles el juego. Pero curiosamente, los datos demuestran que precisamente en los lugares donde se les deja en paz, es donde no paran de llenar plazas, urnas y escaños. Al mismo tiempo, allí donde son hostigados, su presencia social y política se mantiene en la marginalidad. No parece que funcione muy bien lo de ignorarlos.

La extrema derecha es un peligro real y palpable que no se debe normalizar. Su discurso no es diferente al del fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán o el franquismo español. Tampoco son diferentes sus intenciones.

Es necesario y urgente pararles los pies. Y para eso, meter un voto en una urna de vez en cuando no es suficiente.

Es necesario que nuestros pueblos y barrios sean territorio hostil para los fascistas. Que sólo puedan venir protegidos por un ejército de antidisturbios. Que los que vivan entre nosotros no se atrevan a mostrarse públicamente.

No son una opción política más. Son una amenaza muy seria. Es nuestro derecho y nuestra obligación defendernos de ellos. Diga lo que diga la izquierdita bienpensante desde su sofá.