06/07/2022

ANALFABETISMO SOCIOLABORAL

Escrito por Enrique Hoz

Hace tres años, en 2019, la Clase Trabajadora del Sector del Metal de Bizkaia estaba inmersa en unas movilizaciones similares a las actuales. En total tuvimos una decena de días de huelga, repartidos de diferentes maneras, y a finales de año se firmó el Convenio. Dos años y medio después de la firma del Convenio, la situación se repite pero conviene no dejar pasar un detalle.

Entre la firma del convenio y los días actuales hemos vivido dos años en una tesitura especial debido a una emergencia sanitaria que nos ha dejado sobre la mesa importantes detalles que no deben olvidarse. Las circunstancias del momento obligaron a que se adoptasen unas medidas que limitaron la movilidad y ello incidía directamente en la producción ya que quienes generamos la riqueza somos la Clase Trabajadora y si no generamos riqueza, la Clase Explotadora (Patronal) se pone nerviosa.

Y mostró también la fragilidad de la Clase Explotadora que sostiene su Economía gracias a un motor de funcionamiento basado en la precariedad y en la represión, que no son más que unos cimientos de barro que dejan al aire su vulnerabilidad. Aún así, a pesar de la evidencia una vez más de que la Clase Trabajadora es quien crea la riqueza, se insiste de manera incesante que tanto el empleo como la riqueza son creaciones de la Patronal.

Decir que la Patronal es la creadora de empleo y de riqueza equivale a afirmar que las guerras se declaran para paliar los excesos demográficos.

Las guerras existen, triste reconocerlo pero es así. Se dan por motivos de lo más variados: políticos, religiosos, económicos, geoestratégicos... Somos miles y miles de seres humanos en el planeta y es inevitable que aparezcan retrasados con ardor guerrero con ansias expansionistas. En las guerras se producen muertes y, teniendo en cuenta que a veces se habla de la posible sobrepoblación y de recursos limitados, las bajas en los conflictos bélicos “alivian” esa sobrepoblación. No estoy justificando las guerras, simplemente hago hincapié en que el hecho de morir, bien de forma dulce o violenta, incide directamente en las estadísticas demográficas.

El cinismo y la hipocresía características de esta sociedad en la que vivimos todavía no califica, afortunadamente, a los matarifes de las guerras como agentes bienhechores del control demográfico. Sin embargo, este cinismo y esta hipocresía, trasladada al terreno laboral sí califica a la Patronal (Clase Explotadora), en este caso la del Metal, como creadora de empleo y de riqueza.

Conviene recordar que la Patronal monta empresas para ganar dinero, para escalar en la pirámide social, para acumular más y más poder y la consecuencia inevitable para conseguir todo eso es la contratación de mano de obra. No seamos ingenuos, si para conseguir todo eso no fuese necesario contratar a nadie, no lo harían. No nos consideran seres humanos. Somos estadística, materia prima de producción, muescas en el mercado de trabajo, simples números, sin más.

Una parte de los trabajadores nos movilizamos, arriesgamos en todos los sentidos, para obtener beneficios que se aplican a la totalidad de los trabajadores del Sector del Metal. Otra parte de los trabajadores permanece impasible, como las vacas mirando al tren, sin querer entender que con su pasividad envían un mensaje de sumisión y vasallaje a quienes día a día les explotan.

La conciencia de Clase Trabajadora es la base que nos lleva a defendernos de la Clase Explotadora. Un trabajador sin conciencia de Clase Trabajadora no es más que un títere en manos de su explotador que lo manipula hasta convertirlo en un esclavo agradecido.

A estas alturas de la vida no me sorprende pero sí me crea desazón ese sector dócil de la Clase Trabajadora que obedecen sin pestañear hasta límites que rozan el ridículo. Son Clase Trabajadora aunque ni lo saben ni pretenden saberlo y ese analfabetismo sociolaboral, consciente o no, les lleva a un comportamiento más propio de siervos lameculos incapaces de comprender que la defensa y la ampliación de las conquistas sociolaborales requieren riesgo y esfuerzo. No es un camino asfaltado con pétalos de rosas. Refugiarse en excusas como el desconocimiento de las movilizaciones, la quietud para evitar el descuento en la nómina o la temporalidad en el contrato no son más que pretextos añejos con el fin de echar balones fuera. Da vergüenza autoreconocerse como un pelele y resulta más consolador rendir pleitesía al amo. Mal asunto.

Las movilizaciones no han hecho más que empezar. Su utilidad depende de la implicación de cada una de las personas que nos vemos afectadas por el Convenio del Metal de Bizkaia. Nada más y nada menos que 52.000 trabajadores y trabajadoras que, si queremos, lo paramos todo. Para ello, hace falta implicación y tener bien presente que una huelga no sirve para nada si no se hace.