Escrito por Inma Iglesias Guerra.
Alguien me contó no hace mucho, que antiguamente las mujeres no eran iguales que los hombres, y no se refería a fisiológicamente, que obviamente no lo eran ni lo son, se refería a derechos, a que no eran consideradas personas iguales. Al principio pensé que era una broma, pero no, no lo era… las mujeres no tenían derechos, eran consideradas seres con poca inteligencia e incapaces de ser autónomas y por lo tanto eran dependientes, primero del padre o hermanos y después del marido; solo podían dedicarse a tener hijxs y a complacer al hombre que les hacía el inmenso favor de ocuparse de ellas; su “honor” y “dignidad” estaban por encima de casi todas sus libertades. Por increíble que parezca esto era así hasta no hace tanto.
Gracias a la lucha, y algunas veces muerte, de mujeres que querían cambiar esa situación, se fueron adquiriendo derechos, pero aun así había padres que no dejaban estudiar a sus hijas; maridos que pegaban sistemáticamente a sus esposas y no pasaba nada; mujeres que seguían teniendo hijxs porque era lo que había que hacer aunque no quisieran, y además no se podían ni plantear esa opción porque eran consideradas mujeres desnaturalizadas. Las mujeres seguían sin poder ir solas a casi ningún sitio , no bebían alcohol ni fumaban porque estaba muy mal visto, conducir era de marimachos, llevar faldas cortas de frescas, viajar con amigas era impensable porque las manadas de machos en celo podían atacar en cualquier momento y por tanto era mejor no provocar. El mundo era un lugar hecho por y para los hombres, y las mujeres solo podían ir ocupando muy tímidamente los espacios que ellos las iban dejando y desde ahí empezar a abrir huecos para que las demás también pudieran entrar.
Me estaba pareciendo una historia de ciencia ficción, pero no… parece ser que esto era así. En el estado español no fue hasta 1918 cuando nació la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME), la primera organización feminista a nivel estatal y la más importante del periodo de entreguerras, aunque también había otras que se ocupaban de los derechos legales y económicos de las mujeres en diferentes puntos del estado. Pero la verdadera mejora de los derechos de las mujeres en España no llegó realmente hasta 1931, con la llegada de la república y por primera vez el derecho al voto para las mujeres. Sin embargo, todos esos avances se vieron frustrados con la llegada del franquismo que volvió a relegar a la mujer al ámbito doméstico y de sumisión al hombre.
Y así, durante cuarenta años las mujeres volvieron a quedarse muy atrás, sin derecho a tener una cuenta bancaria, siendo despedidas de muchos trabajos al quedarse embarazadas… en una situación realmente increíble y que muchas mujeres aceptaban, imagino que por miedo en muchos casos y en otros muchos por no saberse iguales, por creer que todo eso que les habían dicho a lo largo de los siglos era verdad. Por suerte para las que vinimos detrás también hubo mujeres que no se lo creyeron y siguieron luchando.
Llegó la democracia y las mujeres empezaron a llegar a todos esos lugares que hasta entonces les habían prohibido; no eran muchas pero eran fuertes e iban abriendo camino. Algunos hombres se asustaron y nos quisieron hacer creer que las mujeres entre nosotras éramos malas y algunas lo creyeron; siempre funcionó el “divide y vencerás”; pero otras muchas no y surgió una hermandad entre mujeres que se aliaban como iguales para compartir y sobre todo para cambiar una realidad que a todas, de diversas maneras, había oprimido, lo llamaron sororidad. Muchos hombres apoyaron los movimientos feministas e intentaron cambiar desde dentro las ideas machistas que seguían grabadas a fuego en un mundo gobernado mayoritariamente por hombres, muchos de los cuales veían como una amenaza el que las mujeres quisieran tener los mismos derechos que ellos, y se enfadaron y se inventaron que el feminismo era lo contrario del machismo y que lo que las mujeres querían era hacerse con el control del mundo y someterlos a todos (sin querer reconocieron lo que ellos habían estado haciendo a lo largo de la historia) y se inventaron un término muy feo, “feminazis”, para desprestigiar al feminismo.
Cada año un montón de mujeres morían asesinadas a manos de sus parejas o ex parejas; sí habéis leído bien, morían… y muchas eran violadas de forma sistemática por hombres de su entorno familiar, algunas siendo menores, terrorífico pero cierto. Muchos jefes trataban de forma paternalista a mujeres en sus trabajos; había un lenguaje lleno de modos sexistas totalmente interiorizado en la sociedad, las mujeres continuaban siendo muy esclavas de unos cánones de belleza decididos por hombres, tampoco se podía salir muy segura a la calle a determinadas horas y por determinados lugares, te podían agredir. Y lo peor de todo era que había jueces que hacían sentirse culpables a las mujeres, por ir solas, borrachas, con poca ropa, etc. Entiendo que pongáis cara de asombro, a mí me pasó lo mismo cuando me lo contaron. Y aun estando en esa situación tan terrible, había muchos hombres y algunas mujeres que consideraban que la igualdad ya se había conseguido, y que el feminismo ya no tenía razón de ser. No me lo podía creer…
En ese momento me desperté, me dí cuenta de donde estamos aún y de lo mucho que queda por hacer; los cimientos los pusieron aquellas mujeres fuertes, que hicieron la parte más fea de la obra; pero nos faltan todos los detalles, todos esos pequeños y no tan pequeños detalles que marcarán de verdad la diferencia. Eso aquí, hay lugares en el mundo en los que yo todavía hoy no podría escribir esto.