08/07/2021

Pensiones, reparto de trabajo y Star Trek

Escrito por Ander Serrano

La semana pasada, en los principales medios de comunicación se anunció la primera tanda de medidas para la reforma de las pensiones pactada entre gobierno, patronal y sindicatos (únicamente CCOO y UGT). En esta mesa de negociación, por casualidad, no han podido tomar parte los movimientos de pensionistas, a pesar de su lucha ejemplar de los últimos casi 3 años y medio, donde han estado semanalmente en la calle y han propuesto alternativas a un sistema de pensiones supuestamente insostenible. Antes de presentar mis dudas ante la medida más controvertida, caben presentar los siguientes aspectos positivos según los sindicatos antes mencionados: la pensión de viudedad de las parejas de hecho se equiparará con las de las parejas casadas, la extensión de los derechos a la cotización por los programas de formación, es decir, las becas vinculadas a estudios universitarios o de formación profesional, tengan o no carácter remunerado y la subida de las prestaciones sujetas a la subida del IPC.

Vaya por delante que mediante este artículo no pretendo formular ninguna solución milagrosa al sistema de pensiones actual y futuro, simplemente me gustaría mostrar ciertas dudas acerca de éste y reflexionar sobre el modelo social que hemos construido y sobre el devenir de éste. La primera duda surge al escuchar que una de las medidas que se va a tomar para garantizar el sistema de pensiones pública, es favorecer el retraso de la edad de jubilación. Aunque vista la medida, se trata más bien de penalizar una jubilación anticipada. Es más, cabe aclarar que esta jubilación anticipada no se trata de una prejubilación, sino que en realidad de lo que se trata es de una jubilación a la edad a la que se jubila un trabajador hoy en día. Es decir, la medida estrella ha sido retrasar la jubilación 2 años más (de los 65 a los 67), pero maquillándola con una posible anticipación, eso sí, penalizada. Y esta medida ha sido tomada con CCOO y UGT en la mesa de negociación; me pregunto cuál era la primera propuesta del gobierno.

Esta medida me hace reflexionar. ¿Cómo es posible que sigamos retrasando la edad de jubilación cuando la tasa de desempleo juvenil es del casi 40%? Como sociedad, ¿no deberíamos facilitar la incorporación al mercado laboral de los jóvenes, anticipando para ello la edad de jubilación? Para responder a estas preguntas creo que simplemente hay que hacer números. Y es que, si retrasamos la edad de jubilación, la cuantía de las prestaciones para las pensiones aumenta; dado que una cantidad de trabajadores seguirá aportando a la hucha en lugar de cobrar de ella. Sin embargo, aunque aumente el número de jóvenes desempleados, a priori, el gasto es el mismo; ya que, en su gran mayoría, los jóvenes no han tenido la oportunidad de cotizar a la seguridad social, con lo que no podrán optar a prestaciones por desempleo. En definitiva, las matemáticas dan la razón al gobierno y a las medidas que se han ido adoptando en los últimos años. Pero, y aún a riesgo de equivocarme, diría que la economía no es solo un tema de matemáticas. La economía debiera responder a las necesidades de una sociedad y las posibilidades de ésta en la tierra, es decir, se debe tener en cuenta los recursos, su repartición y la sostenibilidad, tanto de la sociedad como del planeta que habita.

Siguiendo por esta línea, creo que sería interesante empezar a asumir que tenemos que repartir el trabajo. El avance de la tecnología hace que cada vez más empleos sean susceptibles de ser eliminados y sustituidos por máquinas, robots o programas informáticos. Esto, por supuesto, no es algo nuevo, pero sin remontarnos exageradamente en el tiempo, podemos situarnos entre la segunda revolución industrial y el momento actual. El avance de la automatización de los procesos industriales ha sido inmenso y ha traído con él un aumento de la productividad enorme. Además, ha supuesto, en muchos casos, una mejora de las condiciones laborales eliminando muchísimos riesgos y trabajos pesados y tediosos. Sin embargo, por contra, ha traído la eliminación de muchos puestos de trabajo. Aunque esto no tiene o no tendría por qué ser necesariamente negativo. El hecho de ser sustituidos por máquinas es lógico que genere recelo y rechazo hacia este progreso. Pero creo que nos toca asumir nuestra condición de seres inteligentes e inconformistas en cuanto al conocimiento científico y desarrollo tecnológico. El problema que nos acontece es más bien político, es decir, de cómo nos organizamos como sociedad y, en este caso, de cómo utilizamos la tecnología.

Creo firmemente que el conocimiento científico debiera ser universal, debe pertenecer al conjunto de la humanidad y nos deberíamos beneficiar todos de él. Cuando el saber y el desarrollo tecnológico es apropiado por los más poderosos, las brechas de nivel económico se hacen cada vez más y más grandes. Con el avance tecnológico que ha habido en las últimas décadas, parece absurdo seguir trabajando el mismo número de horas. Hemos asumido que la jornada laboral ha de ser de 8 horas, en el mejor de los casos, como si esto estuviera escrito en nuestro ADN o en la mismas Tablas de la Ley de Moisés; preocupándonos, en algunos casos, en la imposibilidad que puede suponer para una empresa pagar más sueldos. Para empezar, hemos de recordar que la jornada laboral de 8 horas se trata de una conquista por la que lucharon nuestros antepasados, recalcando a los Mártires de Chicago en EEUU y la huelga de la Canadiense en España. Tanto la jornada laboral como el salario, y otras muchas condiciones, son acuerdos, negociaciones, conquistas que se dan en una relación de poder entre empleadores y empleados o a un nivel más amplio, entre los poderosos y los trabajadores, entre los dueños de los medios de producción y los que generan la riqueza.

No me he animado nunca a visionar la serie de Star Trek, pero no se me hace ajena y me vale para introducir la siguiente idea, ya que me encanta la premisa de la que parte. Y es que, situada en un futuro no muy lejano, la civilización ha alcanzado un nivel tecnológico tal, que los humanos no han de trabajar, ya que las máquinas y los robots producen todo lo necesario para cubrir las necesidades humanas y, por lo tanto, estos últimos se dedican al estudio, al arte y a la exploración del espacio exterior. Todavía no estamos en ese punto de avance tecnológico, aunque diría que tampoco estamos muy lejos, pero de lo que si estamos a años luz es de semejante organización social. Los beneficios del avance tecnológico están acabando cada vez en menos manos, hasta el perverso punto donde un 1% de la población acumula mayor poder económico que el 99% restante.

La fuerza de trabajo es cada vez menos necesaria y en lugar de repartirnos el trabajo, cosa que, en principio, parece lo más lógico, competimos, cada vez más, por repartirnos las migajas. Siendo esto así, creo que merece la pena hacer a hacer, al menos, un simple análisis sobre la viabilidad del reparto del trabajo. Partiendo de una premisa favorable, claro, al trabajador donde el salario no tendría que verse totalmente afectado por el reparto. En primer lugar, a más personas trabajen, mayores impuestos se recaudan. Además, menos personas cobrarían prestaciones por desempleo. Por otro lado, el aumento del poder adquisitivo generalizado aumentaría el consumo, lo cual se traduciría en mayores ventas para las empresas. Y, por último, este aumento de ventas, a su vez, supondría también una mayor recaudación impositiva. Y, ¿qué pasaría con las empresas? Pues las que tienen beneficios enormes no me preocupan en absoluto. Podrían empezar por responder menos ante los accionistas, o bajar el sueldo de los directivos o, en definitiva, acumular menos riqueza en tan pocas manos. Y con el resto, sea de una u otra manera, se podría reducir la carga fiscal incentivando el reparto de trabajo, por ejemplo.

Me da que estamos lejos de apuntar hacia una dirección tal y como la descrita en estas líneas. La sociedad no se configura para el beneficio de tod@s y, desde luego, repartir el trabajo no parece que sea una proclama de los más poderosos. El pleno empleo supondría una mejora de las condiciones de tod@s l@s trabajador@s y no estaríamos dispuest@s a aguantar cualquier cosa para poder llegar a fin de mes. Y eso, por lo que sea, no interesa demasiado. Simplemente creo que hay despojarse de viejos mantras o, al menos, cuestionárnoslos. Como, por ejemplo, la creencia de que es imposible sostener un sistema de pensiones pública si la población es cada vez menor debido a una disminución de la tasa de natalidad. Es verdad que las pensiones se sustentan actualmente con la contribución de la población activa, pero esto es simplemente un posible mecanismo; fácilmente podríamos idear otra forma y sacar este dinero de otro sitio. Estamos hablando de dinero público; lo verdaderamente importante es cómo gestionar éste. Decidir entre tod@s si queremos una sanidad, educación universal y de calidad, un sistema de pensiones público digno, dejar de destinar una cantidad ingente de dinero al gasto militar, reducir el número de policías reduciendo la desigualdad y un largo etcétera. Si la única razón de que el sistema de pensiones sea insostenible fuese que la pirámide poblacional se está reduciendo, estaríamos poniendo la alfombra roja a tod@s los inmigrantes, en lugar de las enormes vallas con concertinas que les ponemos.

En definitiva, este anuncio de la primera tanda de medidas para reformar el sistema de pensiones parece más bien una huida hacia delante en post de un interés de las pensiones privadas. Y esto no es nada halagüeño. Por un lado, porque las pensiones privadas no ofrecen ninguna sostenibilidad más que un ahorro individual para una sociedad del sálvese quien pueda y para que los bancos tengan más productos con los que invertir. Y, por otro lado, porque parece el comienzo de unas “recomendaciones” de la Unión Europea a cambio de los fondos recibidos para soportar la crisis que estamos padeciendo a causa de la pandemia mundial del COVID-19. La sociedad deseada por los poderes fácticos es una sociedad lo más egoísta e individual posible y, a mi parecer, lo consiguen con gran éxito. Sería de gran conveniencia tomar conciencia de clase y estar lo más unid@s posible para dirigir la sociedad a buen puerto; ya que verdaderamente, como especie somos capaces de lograr grandes avances, pero, por desgracia, siempre hay quien se aprovecha dejando graves consecuencias en el resto de la humanidad y del planeta que lo sustenta.

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