A! ¿Sois capaces de leer el mensaje encriptado? Podéis seguir leyendo para encontrar la solución. Y no. No me he vuelto loca. Sólo me ha dado un soplo de creatividad. Hoy voy a dejar apartados los temas sobre los que suelo escribir últimamente, la biología y la naturaleza, y voy dedicar estas líneas a una de las cualidades humanas más interesantes y a la vez más olvidada, la creatividad. Su definición es básicamente la capacidad de inventar o crear, pero yo creo que tiene un significado mucho más amplio, que abarca además multitud de ámbitos de la vida. Y no me refiero sólo a los artísticos. Por ejemplo, el mundo científico, que lo relacionamos generalmente con la capacidad de análisis de datos, la mente crítica y la racionalidad, tienen un gran componente creativo. La ciencia es creativa, casi de la misma manera que el arte, la música y la literatura. Consiste en la capacidad de dar soluciones a un problema para cambiar el curso, para dar un vuelco a las teorías del momento. Cuando hago preguntas en clase, busco respuestas que se salgan de las rutas trazadas, que sean la consecuencia de un pensamiento divergente. Me gusta que me sorprendan y admiro a aquellas personas que lo consiguen. Sin embargo, no ocurre tan a menudo como me gustaría.
Sabemos que la etapa infantil es la más creativa de nuestra vida y, por diferentes razones en las que no voy a profundizar, perdemos esa capacidad. Y ahí viene uno de los problemas actuales de la sociedad. El encasillamiento. El repetir patrones absurdos, generación tras generación. El converger en ideas ilógicas por la simple razón de escucharlas muchas veces. El no pensar para avanzar sino para retroceder. Y es que faltan altas dosis de creatividad en la sociedad. Diría que a una gran parte le falta la capacidad para generar nuevas ideas. Seguro que me entendéis con esta historia que os voy a contar.
Una semana antes del 8 de marzo, me escribieron del colegio donde empezó mi etapa de aprendizaje formal. Un colegio público de barrio. Un colegio de la margen izquierda. Me preguntaron si podría mandarles un vídeo sobre mí y mi trabajo y así fomentar vocaciones científicas en las niñas, ya que me consideraban una mujer “excepcional”. Mi cabeza me dio un vuelco. ¿Yo excepcional? ¿qué tengo yo de excepcional?. Mi respuesta vino lamentablemente esa misma tarde en el parque. Vino en forma de sopapo de realidad. Esa tarde escuché frases que pensé que nunca tendría que escuchar en el parque de mi pueblo. Escribo literal. “Esas niñas son zorras, manejan a los niños como quieren”. “Ese niño con tutú parece una niña”. “Pintarse las uñas es cosa de chicas”. Me duelen tanto esas frases. Me resulta increíble que esas mismas frases que yo oía de pequeña se puedan seguir repitiendo. ¿Por qué? Pues creo que tengo la respuesta. Falta pensamiento divergente. Falta esa capacidad de no repetir esos patrones absurdos heredados. Y desde aquí te digo. ¡Se divergente, joder! Hazlo por ti, por mí, por tus hijas, por tus hijos, por tus abuelas. Y es que yo no quiero ser “excepcional”, quiero ser “normal”.
Pero bueno, sí, aún tengo esperanza. Se nace con creatividad y capacidad de pensamiento divergente pero también se aprende. Igual que se aprende a leer, a escribir o a dibujar. Llamadme optimista. Llamadme utópica. Pero hay esperanza. Lo veo cada 8 de marzo en las calles. Lo veo cada día en mi pequeño mundo. Veo el cambio hacia ese pensamiento divergente cada vez más global.
Y ya para terminar. ¿habéis conseguido descifrar el mensaje oculto? Aquí está la trascripción. Y como no podía ser de otra manera. GORA BORROKA ANARKOFEMINISTA!