Se dice, se comenta, se rumorea…que la tercera y gran pandemia es la que se avecina, yo no sé si es la tercera, la cuarta o la quinta, la verdad es que he perdido la cuenta y las ganas de contar. Pero lo que se dice es que esta pandemia que se nos viene encima no va a azotar nuestros cuerpos, sino nuestras mentes. Se está descubriendo que la salud mental ha quedado seriamente tocada tras el paso por nuestras vidas del Covid 19, y se ha puesto muy de moda que famosxs de todo tipo reconozcan públicamente que sufren o han sufrido algún tipo de trastorno en su salud mental; pero esto, como cualquier otra moda, no tengo yo muy claro que ayude mucho a quienes lo sufren y no son famosxs. Lo que sí está claro es que el índice de suicidios ha subido casi en un 4% en los últimos dos años, que los ingresos de urgencia en hospitales por causas psiquiátricas se han triplicado en niños y adolescentes y que la cosa no ha hecho más que empezar. Los datos asustan ciertamente, pero a mí hace tiempo que ya me venía asustando el devenir de la peña; no digo yo que el covid no haya puesto la guinda al pastel, pero la gente ya estaba fatal del “marulo”.
Yo lo venía diciendo, esto se nos está yendo de las manos, y ahora estando de vacaciones, con tiempo para observar y con este artículo ya en mente, he seguido constatando esta cruda realidad. Por ejemplo; viendo procesiones de semana santa en la televisión, empecé a analizar el vocabulario que se utiliza; culpa, miedo, dolor, sacrificio, muerte, pecado, etc…, es tan perturbador que da escalofríos, pero lo peor de todo es que esas palabras están grabadas a fuego en nuestras cabezas, en nuestras creencias y en el imaginario colectivo; y esto viene fatal para la salud mental.
Luego paseando, esto lo hago muy a menudo, observo al mundo perruno. ¿Cuántos perros había en vuestro barrio cuando erais pequeñxs?, ¿cúantos hay ahora?, ¿QUE PASA CON LOS PERROS?..., no tengo nada en contra de ellos, que conste, pero es tremendamente llamativo que todo dios se haya hecho perrofan, ahora resulta que lo raro es no tener perro, es alucinante el aumento de perros que ha habido; yo diría que en los últimos diez años, y es alucinante la relación de dependencia/esclavitud que algunas personas tienen con sus perros; sospecho que algo pasa…llamadme rarita, pero ¿qué sentido tiene ponerle vestidos a un perro, hablarle y besarle como si fuera un bebé, llevarle al psicólogo, ponerle brackets o descargarse una app que traduce ladridos?. Humanizar a un animal como si los humanos fuésemos el ejemplo a seguir (me estoy riendo a carcajadas) es ridículo y enfermizo y alguien tiene que decirlo; esto también viene fatal para la salud mental.
Otra cosa que leo y me deja perpleja, es que un porcentaje altísimo de jóvenes y no tan jóvenes, se estresan si tienen que hablar por teléfono. Es decir, nos estamos acostumbrando tanto a los mensajes, a los audios, a la comunicación no inmediata; que ya hay personas para las que tener que hablar directamente resulta angustiante, y casi nunca contestan al teléfono. Lo que realmente me angustia a mí es precisamente que la gente no hable, porque de todxs es sabido que “hablando se entiende la gente”, con lo que si dejamos de hablar, dejaremos de entendernos y eso también viene fatal para la salud mental.
Porque cuando las personas dejan de hablarse, dejan de mirarse y dejan también de tocarse y entonces las emociones empiezan a hibernar y nos convertimos en pseudorobots. En Japón existe una moda que se llama Zentai y que consiste en ponerse unos buzos blancos muy finos cubriendo toda tu piel para que nadie te toque; como forrarte con un condón transpirable, supongo… ¿Es o no es angustiante?
Todo esto no es consecuencia del covid, todo esto venía ya pasando y quizás con el covid se ha hecho patente que la sociedad en la que vivimos es analfabeta emocional. Que lxs inteligentes emocionales levanten la mano, ummm…no veo muchas. Desde que salimos del cascarón, empezamos a cultivar la mente y el cuerpo, es lo que hay que hacer; saber muchas cosas y tener cuerpazo para ser muy competitivxs. Así nos preparamos para saltar al ruedo de vida; que no digo yo que no haya que aprender, al contrario…hay que aprender muchas cosas, todas las que despierten nuestra curiosidad, ni que no haya que hacer deporte, que es muy divertido y saludable. Lo que critico es que se haga para ascender socialmente y de una manera totalmente aniquiladora para nuestras emociones. Porque; y aquí es adonde quería yo llegar; hasta que no empecemos a trabajar, a entender, a gestionar y a expresar nuestras emociones de una forma sana e inteligente, la salud mental seguirá cuesta abajo y sin frenos. Y dicho así quizás parezca algo sin importancia, pero en mi opinión es tan importante que debería ser asignatura obligatoria en las escuelas; de hecho y para suerte de algunxs ya hay centros educativos que se plantean incluir la educación emocional entre sus asignaturas; ahora bien, quién y cómo se imparta esa materia ya es otra historia, pero lo cierto es que ya es un gran paso el que algunos centros se empiecen a cuestionar si para un/a niñx no es más importante aprender a gestionar su ira, por ejemplo, que saber hacer derivadas. Y sobre todo, lo más importante es que nos empecemos a dar cuenta de que una sociedad competitiva está abocada a la locura.