Algo más de tres semanas llevamos recluidas en nuestras casas y son tantas las horas tediosas que acumulamos, que hasta nos ha dado tiempo a conocer desde las ventanas qué clase de vecinos nos rodean. Los hay solidarios, virtuosos de los recitales con cazuelas, que cada día puntualmente a las veinte horas salen a deleitarnos a ritmos descompasados, para reconocer de una vez por todas la gran labor de los sanitarios y que los recortes de personal en la sanidad pública sufridos allá por el 2012 los estamos pagando muy caro. También observamos un vecindario escondido tras las cortinas, esperando a que los transeúntes incumplan o no el confinamiento, para echarles a los perros y gritarles desde lo más oscuros salones improperios dignos de la más baja estofa.
Los cuerpos de seguridad tampoco se quedan cortos, más de uno ha desempolvado su chapa de sheriff para demostrar sus dotes al estilo Wyatt Earp. Es curioso como los barrios más racializados son los que más están sufriendo el abuso constante y represivo de la incompetente policía y todas nos preguntamos por qué no se ensañarán con tanta vehemencia con los empresarios. ¿Por qué dejan de lado e ignoran lo que está ocurriendo en esas fábricas y empresas, donde no cumplen ni por asomo unas mínimas normas de seguridad y se deja desprotegida a la clase trabajadora? ¿Cuándo veremos a los empresarios morder el polvo?
Desde el minuto uno, CNT ha exigido al Gobierno el cierre de todo tipo de actividad económica no esencial ya que es la única manera de proteger la salud de las trabajadoras y sus familias. Más de quince días ha tardado el Gobierno en tomar medidas al respecto de manera improvisada y muy poco clara. La presión de la patronal ha hecho rectificar la decisión tomada por el Gobierno y todavía nos encontramos con empresas abiertas que siguen con su actividad, aunque sea con servicios mínimos.
CNT denuncia sistemáticamente como todos los gobiernos han sido y son meras marionetas de la patronal, que lo único que saben hacer es defender los intereses del capital, dejando de nuevo a la clase trabajadora más desprotegida y desamparada que nunca. Muy poco se está hablando de los más de un millón de puestos de trabajo que se han perdido sin derecho a paro ni a cobrar ningún tipo de indemnización o subsidio. Los datos de contratos temporales destruidos son abrumadores, y esto es culpa de unas reformas laborales aprobadas anteriormente por el PP y PSOE y apoyadas por las organizaciones sindicales CCOO y UGT, tal como quedó reflejado en el Pacto de Toledo en el 2011 y 2013.
A día de hoy con el estado de alarma, el Gobierno no está haciendo otra cosa que legalizar el despido, cuando lo que tendrían que hacer es defender los puestos de trabajo, anular todos los despidos creados por esta crisis sanitaria, y obligar por consiguiente a las empresas a readmitir a las trabajadoras despedidas.
Las medidas creadas por el Gobierno desde que nos enfrentamos al Covid-19 son insuficientes. Si estamos ante un paro laboral obligatorio, no pueden pretender que una vez reanudada la actividad laboral tengamos que pagar las trabajadoras, con una jornada más amplia de lo habitual, los días no trabajados a causa de esta pandemia mundial.
La clase trabajadora tiene que estar unida más que nunca y darse cuenta que las empresas por sí solas no producen. Nuestra mano de obra es importantísima para el empresario y sin nuestras manos la economía mundial se para, se obstruye, se colapsa y sí nosotras paramos, dejan de ganar miles de millones, que es lo único que les interesa. No les importa nuestra salud ni nuestro bienestar, solo les preocupa cerrar con altos beneficios a fin de año.
El sindicato es nuestra mejor herramienta de lucha, organizándonos desde las bases plantamos cara a esa clase política, que nunca nos ha defendido ni nos defenderá, y le decimos a la patronal muy clarito que sin nuestras manos ellos no son nada. Cuando todo esto pase, volver a la normalidad será volver a la rutina del pasado, no nos engañemos. Nos harán pagar esta crisis con más recortes y reformas laborales, y no debemos permitirlo. Es hora de la autogestión y el cooperativismo. Las empresas por sí solas no generan riqueza, la generan las trabajadoras, que somos las únicas heroínas de esta crisis.