Hay sectores laborales que están totalmente feminizados, donde el trato a las trabajadoras es tan deplorable como los salarios de miseria que reciben. Tal vez, haber asumido que el sistema nos cuele el concepto de “feminización de la pobreza" ha sido otro gran error como clase obrera que hemos cometido, uno de tantos.
La mujer lleva la sobrecarga de los cuidados de la familia, doble carga si esta es monomarental, porque además tiene que trabajar jornadas maratonianas para poder hacer frente a los gastos y llegar a fin de mes, sin pasar hambre a ser posible.
Además de soportar la pobreza siendo trabajadora, no queda otra que asumir los cuidados, sufrir el machismo estructural, soportar en silencio el trato denigrante de los empleadores. No hay un solo gremio que se salve de aprovechar la fuerza de trabajo de las mujeres, esto es, mano de obra más barata y subvencionada en muchos casos.
De los sectores feminizados vamos a centrarnos en los Contact Centers, antes conocidos como Call Centers, popularmente Telemarketing. Con plantillas feminizadas casi en su totalidad, con tan sólo un 5% de hombres. Jornadas que permiten la conciliación familiar eso sí, entiéndase los cuidados y un salario base aunque sea para subsistir.
¿Pero qué es un Contact center?
Un Contact Center es un centro de llamadas donde se comercializa vía telefónica todo tipo de servicios y productos. También son los centros de atención al cliente de las grandes empresas, sobretodo eléctricas, telefónicas, banca, etc., etc.
Salas repletas de mujeres que forman equipos, en su mayoría comerciales y, que son sometidas a dinámicas de coaching barato con la consecuente presión constante para lograr el objetivo grupal marcado por la empresa. Si este se logra con facilidad, el mes siguiente será más difícil y después imposible. Es la táctica para pagar sólo los salarios básicos y quedarse con toda la plusvalía generada por las trabajadoras. Nada nuevo en el mundo capitalista.
En muchas de estas salas se da un trato humillante y denigrante a las trabajadoras, a las que son un poco “rebeldes”, para que cunda el ejemplo, se les machaca por todos los frentes posibles. Desde coordinación y supervisión se utilizan técnicas autoritarias para infundir el miedo. Como muestra un botón, controlan hasta el tiempo que pasas en el baño, como tengas un apretón, comprueban que este sea cierto. Se aseguran de que estás utilizando la escobilla en el váter.
La infantilización es constante, las trabajadoras no sólo son números, son monigotes de trapo a los que se les despide de forma disciplinaria si osan “disfrutar” de una incapacidad temporal, es decir, coger una baja por enfermedad común. Los pocos despidos que pueden justificar estas empresas como procedentes, son los que se realizan bajo una situación legal por incumplimiento de la RGPD o la LOPD, esto es, un potencial cliente decide denunciar a la empresa por no respetar su derecho a la protección de datos y la reacción inmediata es despedir ipso facto a la operadora que ha realizado la llamada. Cabeza de turco de manual. Por suerte, las sanciones económicas las asume la empresa sí o sí. Tengamos en cuenta que esto sucede porque las operadoras son el primer eslabón de esta industria del marketing, las primeras responsables del incumplimiento de las leyes.
Tenemos que resaltar que en este sector es poco ingeniosa y a la par variopinta la forma de sortear la RGPD y la LOPD, recordemos que aquí se genera dinero mediante la firma de los contratos que realiza el primer eslabón, la operadora. Algunos sistemas, muy pocos, tienen implementada la lista Robinson, que se obtiene previo pago de unos miles de euros que luego se convierten en cuotas anuales. Motivo obvio por el cual pocas empresas no respetan esta norma lobbista, aunque esto es otro tema. Sigamos.
Cuando al otro lado de la línea una persona quiere ejercer su derecho a la protección de datos, la operadora está obligada a leer un texto tipo de la empresa que posee sus datos y explicar la vía para ejercer su derecho. Poco efecto tiene esta lectura para calmar el enfado de la persona que está cansada de recibir llamadas a todas horas. En demasiadas ocasiones son las trabajadoras las que reciben insultos, gritos o lo que ahora se ha puesto de moda en redes sociales, contestar a la llamada comercial haciendo un ruido estrepitoso que tan sólo daña los oídos de la que está cumpliendo con su maldito trabajo.
Bien, con todas estas variantes, vamos directas a las consecuencias que todo este sistema laboral ocasiona en las trabajadoras. Somos conscientes y los datos afirman que la salud mental es la causa más habitual de bajas por ansiedad o depresión en este sector. En estos tiempos que parece que se empieza a poner en valor el cuidado de la salud mental, los políticos de turno no se preocupan en reforzar los recursos para atender este cuidado tan necesario. Las empresas tampoco, aquí no se salva nadie, ni lo público ni lo privado.
Si eres mujer, acudir a consulta médica por un cuadro de ansiedad, casi siempre supone la prescripción inmediata de ansiolíticos y/o antidepresivos. Bien es sabido en el movimiento feminista la sobremedicación de las mujerees en consultas ambulatorias. Drogas legales para poder soportar un sistema que esclaviza y empobrece a las mujeres.
Volvamos a lo que nos compete, los Contact Center, o trituradoras de personas como gusta llamarle muchas veces. Mencionamos anteriormente el despido disciplinario, el más utilizado en el sector, seguido por el de “no superado periodo de prueba”. Recibir este tipo de despido fulminante e inmediato, fue posible durante décadas gracias a los contratos de obra y servicio, muy populares entre la feminización de la pobreza.
Tras la reforma laboral, ahora las contrataciones han mejorado algo las condiciones de las trabajadoras, aún así se inventan anexos a los contratos laborales, muchos de dudosa legalidad. Misma técnica para los convenios internos, obviando el estatuto de los trabajadores y los convenios colectivos, establecen los suyos propios dinamitando así los derechos laborales, sin escrúpulo alguno.
Muchas de estas empresas son conscientes de la falta de conciencia de clase en una gran mayoría de trabajadoras. Tenemos de ejemplo las tácticas de hace unos años, represión a quienes osaban sindicarse o intentaban formar un comité de empresa. Lograron extender el miedo porque hicieron despidos fulminantes y fueron muy largos los procesos en los juzgados para encontrar justicia. Y así acabaron con cualquier intento de organización sindical.
Son numerosas las sentencias ganadas en los tribunales por estas dinámicas anticonstitucionales y represoras en este polémico sector. Las consecuencias de todo esto son obvias, el miedo y el daño por los despidos, el desgaste emocional de quienes intentan organizarse desde el sindicalismo, todo esto agota y asusta al resto. Se logra que todo quede en el intento y nada se puede materializar para defender los derechos laborales.
Hagamos un breve repaso, represión sindical, dinámicas autoritarias, mobbing, violencia verbal grave junto a otras faltas de respeto, esto es lo que reciben miles de trabajadoras en estos centros de llamadas. Y es aterrador pensar que son casi invisibles.
Aunque puede que el verdadero terror sea el miedo a perder un trabajo precario, la realidad es que el miedo a perder un trabajo precario que facilita la conciliación familiar, otorga una gran impunidad a estas empresas. Abusan de las trabajadoras con estas condiciones porque saben que nadie en precario se va a detener a dedicar tiempo en una pelea por un despido improcedente. Las prisas por encontrar otro puesto son demasiadas, y así la pobreza nos persigue y toca correr para que no nos alcance.
Vamos a detenernos en una sentencia recientemente ganada en un juzgado de lo social de Bilbao por Gonzalo Mañes, abogado de CNT y una compañera afiliada. La empresa es una multinacional son una de sus sedes en esta ciudad. Empresa dedicada al marketing y que ofrece servicios de Contact Center. No vamos a dar detalles internos de la empresa porque las trabajadoras están obligadas a firmar una clausula de confidencialidad.
La sentencia ya firme se ha ejecutado. La trabajadora, tras superar un principio de neumonía, decide solicitar el alta voluntaria para incorporarse teletrabajando y poder terminar la lenta recuperación en casa sin desplazamientos. Por supuesto la empresa acepta y pone los recursos a disposición de la trabajadora para el teletrabajo. Tras la reincorporación, la recaída no tarda en llegar y la consecuente nueva baja, en esta ocasión de larga duración. Al día siguiente de tener la baja llega el despido disciplinario, el finiquito calculado y sin opción ni derecho a réplica de la empleada, aviso de obligación de devolver el equipo informático y ni media explicación más cuando se informa que la ausencia al trabajo se debe a la recaída por enfermedad.
Como no podía ser de otra manera, la trabajadora y afiliada a CNT, acude a consultar sobre este despido ya que no se entiende que sea disciplinario. Es la primera vez que le sucede algo así. LLegan los primeros pasos, se solicita acta de conciliación, llega la citación y la empresa no se presenta a la cita. Días anteriores hubo un par de intentos de zanjar el asunto con un acuerdo ridículo y olvidarnos de seguir adelante con nuestro intento de que se reconozca la improcedencia del despido. Por supuesto que no había ninguna intención de aceptar su acuerdo por parte de la trabajadora. Se interpone demanda judicial y para sorpresa de todas, llega la citación judicial para un mes vista, primera cita para acto de conciliación de nuevo y quince más tarde cita en sede judicial si no este no se alcanza.
Llega el día, no sin haber intentando de nuevo un acuerdo ridículo por parte de la empresa, que se vuelve a rechazar rotundamente. En el primer encuentro para una posible conciliación, ofrecen reconocer la improcedencia del despido, elevar un poco la “indemnización” pero la trabajadora no acepta, cansada de la situación y la hipocresía de la empresa, decide que quiere justicia, no hay acuerdo, vamos a juicio.
Ya en sala judicial, el nerviosismo de la abogada de la empresa, es muy evidente, acostumbrada a que todo el mundo acepte los acuerdos previos, no había preparado su defensa. La testigo llevada por esta tampoco hizo un papel adecuado, sin querer admitió la improcedencia del despido en su testimonio. Para sorpresa de todas, la soberbia se les fue de las manos. La cara de la jueza, inusualmente expresiva, adelantaba una sentencia favorable a la trabajadora. Aunque no era momento de especular, la intención era clara en la demanda, se solicitaba reconocimiento de la improcedencia del despido, la nulidad de éste y la vulneración del derecho fundamental a la salud con la procedente indemnización.
Sorpresa en las gaunas, la sentencia de diez folios llega tan sólo 48 horas después de la celebración del juicio. La mejor frase que se oye es de Gonzalo Mañes, “despido exprés, juicio exprés y sentencia exprés”, ojalá siempre fuera de esta manera, ojalá sirva de precedente para todos los procesos similares que se suelen alargar en el tiempo.
Gana el juicio la trabajadora: Despido improcedente, nulo y vulneración de derecho fundamental con la correspondiente indemnización y restituir todos sus derechos. Cabe recurso y la empresa presenta tan solo intención de hacerlo para ganar tiempo.
Y así, es como una empresa acostumbrada a salir impune, recibe un revés gracias a la tenacidad y empeño de lograr justicia por parte de la trabajadora. No nos cansaremos de decirlo, la actividad sindical es necesaria, sin precariedad otro gallo cantaría en los juzgados y estas sentencias serían mucho más habituales. Aquí el miedo ha cambiado de bando.
Actualmente, en esta empresa se ha implementado una sección sindical de la CNT, pero el mejor efecto inmediato ha sido que dos trabajadoras que acudían a su puesto enfermas evitando coger la baja para no ser despedidas, ahora se recuperan en casa con tranquilidad. Así, una vez más se demuestra la necesidad del sindicalismo y la organización de las trabajadoras.