Escrito por Kimalbertos
La lectura de un libro, cuyo título no viene al caso, me provocó casi sin querer, un juego de palabras con la conocida película sobre un docto asesino en serie. Un juego de palabras que me llevaban al mismo efecto de extrañeza que me producían la aparente perplejidad que se percibe en el autor del libro y en la protagonista de la película por la docilidad silenciosa de los corderos, y por extensión metafórica, por la docilidad (¿domesticación?) de muchas personas/ ciudadanos en esta sociedad.
Pero para las personas que conocemos de forma personal el ámbito rural, que de natural tiene poco, produce un entorno donde la brutalidad, violencia implícita y explícita y la docilidad fruto del condicionamiento de la domesticación de los animales son parte inherentes a ellos, y por lo tanto el silencio de los corderos nos parece consecuente e inevitable.
En el otro aspecto, el de la docilidad de las personas con el Poder, y la incomprensión por no luchar, se nos olvida nuestra complejidad como seres humanos. Normalmente se dice que cuando hay un peligro, el instinto te lleva a luchar o a huir; pero en las situaciones de peligro, también hay una reacción primaria que suele aparecer en mucha gente: la parálisis, el quedarse absolutamente quieto, sin hacer nada. Y pasas mucho más de lo que pueda parecer.
Por otra parte, como especie, nuestra enorme capacidad de adaptación a diferentes entornos que ya se demostró en nuestro pasado como cazadores-recolectores nos da una nueva perspectiva de porqué algunas personas, no todas, se quedan paralizadas. Quizás ese instinto primario de parálisis, sea la manera más viable de adaptarse a una situación en la que parece que no hay posibilidad ni de lucha ni de huida. Muchos compañeros dirán que hay posibilidad de lucha, que no es cierto, que están equivocados los que piensan así ; pero ahí no se entiende la diferencia entre percepción y Realidad. Los mensajes de sometimiento y sumisión en esta sociedad son continuos, y la idea de que el mundo es algo fijo, inalterable condiciona que se pueda abordar cualquier cambio, por pequeño que sea como algo viable. Pero ahí surge otro instinto primario sencillo, y fácil de entender: el egoísmo, el hecho de que las personas pueden actuar con una motivación mezquina ……. pero qué interesante, también puede que al final la gente se quede quieta porque le conviene. Y aquí es donde militantes cometen el error de pensar que el camino que tomaron para llegar a la lucha, sería el mismo o parecido para todos los demás ……. Pues va a ser que no. En la construcción de organizaciones humanas a nivel global, lo distinto, la diverso, la diferencia va a marcar los diferentes caminos, incluso diferentes sociedades es la realidad ……. Quizá la verdadera manera de conectar con otros seres humanos es aceptando todo aquello que no va a ser como nosotros queramos, aunque sigamos luchando para que cambie.
Quiero recordar que ha habido bastantes civilizaciones, en el que el sacrificio humano era habitual, por diferentes motivos, y donde el adoctrinamiento me parece imprescindible para que una sociedad acepte todo ello como algo normal. También las víctimas de los modernos campos de concentración fueron, la mayoría, en silencio a ser masacrados; siendo muchos de ellos personas civilizadas, de orden, “razonables", y fueron controlados por métodos burocráticos, y/o administrativos. La barbarie hizo presa en ellos, porque eran ……. corderos, corderos muy bien educados.
Y además, precisamente la metáfora elegida da parte de la respuesta a la pregunta del título de la película, porque los corderos, condicionados por los parámetros de la domesticación, sólo pueden dar como primera respuesta …… el silencio.
Teniendo en cuenta que la Civilización surgió por, y a través de, la domesticación de plantas y animales, con el objetivo de conseguir recursos como abrigo y alimento, y que en el caso de los animales, esa domesticación tenía el objetivo de suprimir los impulsos naturales que les conferían una naturaleza de seres libres y que, en ese contexto, la posibilidad de la domesticación del ser humano puede entenderse como un efecto lógico a todo ello, y que, tal vez, una persona civilizada es una persona domesticada, dócil y quizás eso podría explicar la poca resistencia actual de la población civil ante la injusticia. Pero si la ira, la rabia sacan las ganas de pelear, en muchas personas, ¿No puede haber otros estímulos que les hagan dejar de ser corderos? Deberíamos buscarlos.
Y aquí viene mi pregunta sin respuesta, ¿puede nuestra naturaleza “salvaje”, o lo que queda de ella, resistir al adoctrinamiento? Nosotros, los civilizados no podemos evitar el adoctrinamiento, porque como los espectadores de un espectáculo de magia, sabemos que no es verdad, pero no cuál es el truco. Quizá la resistencia a todo ello resida en nuestros instintos, lo más primario de nuestro ser. Quizá nuestro instinto siga siendo resistir a todo lo que nos imponen, aunque sea por nuestro bien.