- CNT homenajea en Artxanda a los y las revolucionarias de 1936.
- "Todas nos acordamos de los Durrutis, de las Montsenys, pero es el trabajo de hormiga, de día a día, con la gente del barrio, con la gente del tajo, la que logró que el anarcosindicalismo se convirtiese en una herramienta útil", se señaló frente a La Huella
Unas cuarenta personas acudieron al homenaje que la central anarcosindicalista realiza cada 19 de julio en Artxanda (Bilbao). Este año se realizó una ofrenda floral, además de que un militante de CNT, Endika Alabort, dedicó unas breves palabras a los hombres y mujeres que detuvieron el fascismo en 1936.
En las siguientes líneas se recoje lo dicho frente a La Huella y que Irola Irratia ha grabado en audio (disponible en su canal de Telegram) y también subido a youtube.
Este 19 de julio se cumplen 85 años de la Revolución Social de 1936. La última gran revolución de Occidente, y que ha servido de ejemplo a trasformaciones sociales de la actualidad como la de Rojava, que también comenzó un 19 de julio.
Hombres y mujeres, humildes, trabajadoras, que padecían la miseria día a día, gente corriente, lograron hacer fracasar un Golpe de Estado, y lucharon contra un Ejército profesional, con décadas de experiencia en masacrar pueblos como el marroquí, acabar con movilizaciones obreras, y que contaba con toda la ayuda de las dictaduras fascistas y de las democracias occidentales. Pero lo que dio comienzo el 19 de julio de 1936 fue más que la Guerra Civil, fue la gran transformación social y económica, la Revolución Social. Los y las trabajadoras, en base a la autogestión, colectivizaron campos y fábricas, las gestionaron. Demostraron que se puede funcionar sin capitalistas, que las que crean la riqueza somos las trabajadoras. Cumplieron el objetivo que ha de tener el sindicalismo, si este es revolucionario: hacer funcionar la economía sin explotación ni explotadores.
Esto no se dio de manera espontánea. Décadas de trabajo, expandiendo las ideas libertarias, bajando el anarquismo de la torre de marfil y convirtiéndolo en una alternativa política real, creando un mundo obrero paralelo al burgués. Y en lo que respecta a la CNT, acercar a las masas obreras al anarcosindicalismo, siendo una herramienta útil para la clase trabajadora. Todas nos acordamos de los Durrutis, de las Montsenys, pero es el trabajo de hormiga, de día a día, con la gente del barrio, con la gente del tajo, la que logró que el anarcosindicalismo se convirtiese en una herramienta útil y el Comunismo Libertario en una alternativa política real a cualquier variedad de Capitalismo.
Hoy en día, si a alguien le hablásemos de que la alternativa al Capitalismo estuviese a la vuelta de la esquina, nos tacharían de enajenados. Es una sociedad diferente, la clase trabajadora no es la misma, y los problemas a los que nos enfrentamos han variado. Sin embargo, es importante recordar fechas como estas. No por idealizar tiempos pasados, ni poner en un pedestal ni convertir en santones a aquella generación: nuestro objetivo ha de ser construir un futuro, no recrearnos en el pasado. Esta generación nos demostró que se puede vivir sin capitalismo, en autogestión, con igualdad y sin explotación. Debemos rescatar los aciertos y dejar de lado los errores de 1936.
Más aún cuando el Capitalismo está descarriando, acabando con todo lo que toca: más guerras y violencia, crisis climática acelerada, mercantilización de todo aspecto de la vida… Lo que nos están poniendo encima de la mesa es ecofascismo, una salida autoritaria para tener todo atado y bien atado. Las democracias burguesas ya no les es suficiente. Si fijamos la mirada en el Reino de España, el Régimen del 78 sigue tambaleando, y las alternativas parlamentarias han sido cooptadas. Esto nos deja una década por delante que va a ser clave no sólo para la clase trabajadora, sino para el sostenimiento de la vida de una manera digna. Es por ello que tenemos que insistir en la organización de la clase trabajadora, en el mundo del trabajo y en barrios y pueblos
Son todas esas las razones por las que hoy estamos aquí, por lo que debemos recordar a esos hombres y mujeres, trabajadores, que ante el fascismo más sanguinario, plantaron cara, sí, pero también construyeron y pusieron en marcha un mundo nuevo. Acabo con una cita tremendamente de Durruti, mil veces repetida, pero no por ello menos válida:
“Las ruinas no nos dan miedo. Sabemos que no vamos a heredar más que ruinas, porque la burguesía tratará de arruinar el mundo en la última fase de su historia. Pero a nosotros no nos dan miedo las ruinas porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Y ese mundo está creciendo en este instante.”