UNA HISTORIA
He nacido en Bilbao. Me he criado en Bilbao correteando entre las campas y el asfalto de Deusto, Ibarrekolanda, Sarriko, San Ignacio. En la decisión de mi nacimiento y mi crianza no participé... lo juro, fue cosa de mis padres.
Mi madre nació en Villarcayo, un pueblo de la provincia de Burgos que se encuentra a unos 80 kilómetros de Bilbao. Mi padre vino al mundo en la localidad de Huéspeda/Rucandio, también de la provincia de Burgos, que dista de Bilbao unos 120 kilómetros. Ambos, mi padre y mi madre, se conocieron en Bilbao, villa a la que llegaron buscando mejores condiciones de vida opuestas a las que ya conocían en sus respectivos lugares de origen. Lo que se encontraron en Bilbao fue suficiente para su proyecto de vida, se casaron y se instalaron definitivamente. Para llegar a ese, voy a llamarlo acomodamiento vital, mi madre tuvo que desplazarse 80 kilómetros desde su punto de origen y, en el caso de mi padre, algo más, 120 kilómetros.
Mi madre tuvo un hermano y cuatro hermanas. El hermano y dos de las hermanas no se movieron de Villarcayo. De las otras dos hermanas, una desarrolló su vida en Donosti y la otra en París.
Mi padre tuvo dos hermanas. La mayor se asentó en Oña, muy cerca de donde nació, en la provincia de Burgos y la pequeña se instaló en Antzuola, municipio de la provincia de Gipuzkoa.
Mi compañera nació en París. Su padre, oriundo de Palacios de la Valduerna (León), y su madre, originaria de Granucillo de Vidriales (Zamora), la concibieron en la “Ciudad de la Luz”, a donde llegaron dejando en el camino otras zonas geográficas por las que pasaron buscando una vida digna. Finalmente, aún pasando en París unos cuantos años, decidieron desandar la ruta que les llevó a orillas del Sena y se asentaron en Bilbao. .
Diferentes historias, con más o menos kilómetros a cuestas, en unos casos con el cartel de inmigrante pegado al pecho por haber tenido que cruzar un obstáculo postizo, creado por el ser humano, que se conoce con el nombre de frontera. La distancia recorrida queda relegada a un lugar secundario porque lo que va a segregar a las personas no es el trayecto, largo o corto, va a ser la condición de si entre el origen y el destino se ha rebasado algún límite artificial político. Se pasa a la categoría “de fuera”. Qué absurdo. Es más, para que te cataloguen como “de fuera”, en muchos casos no hace ni falta atravesar fronteras.
OTRA HISTORIA
Me encontraba tomando un trago en un bar de la localidad de Erandio (Bizkaia) y el dueño del garito charlaba con algunos de los clientes sobre la tasa de paro que había en el municipio, creación de empleo; vamos, la reunión oficial de cuñados sabelotodo. Tanto al dueño como a alguno de los clientes ya les conocía puesto que coincidíamos de vez en cuando en la tasca. Durante la conversación, no tardaron en aparecer las críticas a los que viene “de fuera” y, seguida, esa frase que lo mismo vale para un roto que para un descosido: “primero a los de aquí”.
Fue escuchar “primero a los de aquí” y me dio por meterme en la conversación. Total, más que romper alguna botella en mi cabeza y lanzar mi cadáver a la ría no me iban a hacer.
Pregunté si la conversación seguía centrada en el problema del desempleo en Erandio y si el concepto de “primero a los de aquí” se refería al propio pueblo, es decir, incentivar con dinero público la creación de empleo en el propio municipio. Todos lo afirmaron convencidos con total rotundidad. Una vez que me lo aclararon, la respuesta fue muy sencilla: si estáis defendiendo la estimulación de creación de empleo en Erandio para los erandiotarras, el concepto de los que vienen “de fuera” se amplía. Dicho de otra forma, primero a los erandiotarras, vale, entendido, entonces “de fuera” lo es tanto un baracaldés, como un bilbaíno, como un marroquí, como un senegalés. Se descolocaron un poco y ya se entró en el terreno de las matizaciones y bla, bla, bla...
¿Por qué decidí entrar en la conversación? Por dos motivos. En primer lugar, porque el concepto “de fuera” que manejaban los contertulios, al escuchar yo su conversación, enseguida me quedó patente que era el clásico centrado en color de piel, continente africano, zona del Este de Europa, latinoamericanos y, cómo no, rebosando aporofobia por todos los lados. En segundo lugar, porque ya había acabo mi consumición, así que aproveché para soltar mi razonamiento, dejarles un poco fuera de lugar y marcharme.
Por supuesto que en un ayuntamiento deben existir mecanismos de ayuda social y laboral para las personas necesitadas que habitan en el municipio correspondiente pero eso no debe significar levantar un muro mental para marginar a los “de fuera”.
ÚLTIMA HISTORIA
Después de algo más de un año de pandemia ya sabes lo que es un cierre perimetral del municipio en el que resides y has conocido la prohibición, durante diferentes semanas, de acercarte, sin más, a los municipios colindantes. Toda la vida pasando, con toda naturalidad, de tu pueblo a los más cercanos que le rodean y, de repente, solo puedes acceder a ellos bajo unas condiciones determinadas que, de no cumplirlas, tu presencia en el municipio colindante pasa a ser... ¡¡¡ilegal!!!
De la noche a la mañana surge una nueva frontera jurídica que en ocasiones ha sido física mediante controles policiales en las entradas y salidas de las localidades. Tratar de eludir esos controles o ser sorprendido en un municipio colindante en condición “ilegal” ha supuesto multas y algo así como la vuelta a casa con un tirón de orejas, si las cosas no se han torcido y finalizan en detención.
He conocido casos de personas que en su municipio miraban recelosos a vecinos de los pueblos colindantes que se adentraban dentro de sus nuevas fronteras en pleno cierre perimetral. No digo que no tuviesen derecho a criticar el incumplimiento de las normas por parte de más de un imprudente. No, no voy por ese camino; sería otro tema. Me refiero a lo fácil que resulta la construcción mediática básica para que la representación mental de los “de fuera” se aloje en el subconsciente incluso en una situación de pueblos “fronterizos” fruto de la casualidad del momento.
Acabo. Voy a lo básico por si no me has entendido la parrafada. ¿Recuerdas cuando vas a la playa o al monte, te encuentras ambos lugares abarrotados de personas y te quejas porque está lleno de gente? Pues no olvides que la playa no es tuya, el monte tampoco y tú también eres gente. Qué complicados somos los seres humanos... y qué imbéciles.