Aforismos de Kimalbertos
Tanto con los últimos coletazos del Covid-19, como con la guerra de Ucrania, se manifiesta la debilidad del pensamiento filosófico y revolucionario en Occidente.
En el tema del Covid-19, me ha fascinado la reacción crítica de muchas personas, negando la enfermedad, y la existencia del virus; tratándose todo de una insidiosa, y gigantesca conspiración. Yo lo llamo con el neologismo " CONSPIRANOIA "
Desde la Ciencia y la Razón, el anarquismo cuestiona los proyectos y modelos de desarrollo industrial como la forma de obtener un bienestar para todos los individuos, y para el conjunto de la Sociedad.
Es en las sociedades donde se presentan formas graves de alienación e injusticia, en las que aparece el pensamiento "mágico" para explicar acontecimientos cuyo origen aparece como algo absurdo e irracional.
Con la pandemia del Covid-19 reapareció la teoría de la conspiración que se da en el ámbito de la salud, alrededor de diversas enfermedades contagiosas, como el virus de Marburgo, el de la gripe aviar o el del SIDA; y creadas en laboratorios. Tema complejo, respuesta fácil.
Para que una conspiración sea posible en su ejecución, el principio básico inherente es que el secretismo es imprescindible, y que no debe ser conocido por nadie que pueda interferir. Aquí se cumple la regla de: "a mayor número de participantes, mayor rango de fracaso".
Cuando hay personas que basan en una teoría de la conspiración la "no existencia" del Covid-19, hacen trampas al solitario, porque en el mundo científico nada existe, no se reconoce nada hasta que alguien aporte pruebas verificadas, y que investigadores ajenos lo confirmen.
Para que una hipotética conspiración sobre una pandemia, cómo es la del Covid-19, funcione tienen que mentir y coordinarse miles de investigadores, en cientos de laboratorios, en decenas de países de los cinco continentes para conseguir el engaño global. No es creíble.
El esquema del "pensamiento mágico" es el mismo para la teoría de la conspiración sobre el Covid-19, que, para campesinos de la Edad Media, cuyas malas cosechas eran atribuidas no al abuso de nobleza e Iglesia, sino a las "malas artes oscuras" de mujeres nombradas como "brujas".
La idea de conspiración presente en la sociedad actual como explicación a ciertos males estructurales, responde al concepto de pecado y culpa de la cultura judeocristiana, y en consecuencia a la condena y castigo de un culpable personal, que desvía la crítica del modelo social.
También abona la idea de conspiración los comentarios premonitorios sobre la posibilidad de pandemia de personajes de la élite económica hechas poco antes del Covid-19. Pero esto se responde fácil con la conocida novela del año 1954, "Yo soy leyenda", de Richard Matheson.
Cuando desde ciertos grupos críticos con la gestión de la pandemia del Covid-19, se plantea la negación de ciertas premisas y/o afirmaciones de las autoridades gubernamentales con respecto a esa gestión, no resulta creíble para el ciudadano medio, que confía sin más.
Desde diversos grupos del ecologismo, se habla desde hace años, de la posibilidad real de pandemias a nivel planetario. Conversaciones participadas por mí ¿Somos también parte de la conspiración? Dado el daño ecológico de la globalización, nos parecía razonable la posibilidad.
La aparición de la pandemia del Covid-19, y de las regulaciones administrativas del Estado para su contención, supone de facto la constatación de la ausencia de la autogestión de la salud, por parte de la sociedad humana en su relación con un mundo globalizado.
De facto, la globalización supone la ruptura de todas las barreras que se daban de forma natural, propiciando múltiples problemas ambientales en multitud de niveles, y creando condiciones estructurales artificiales, que facilitaron la rápida expansión de la epidemia del Covid-19.
Desde hace décadas, tanto en los grupos ecologistas como en el ámbito científico, se ponderaba que podían aparecer pandemias globales con nuevos microorganismos que la medicina no pudiera combatir de forma inmediata, a través de un mundo interconectado vía aérea y marítima.
Un mundo globalizado en el transporte que rompe los ecosistemas nos aboca a pandemias de forma inevitable; por eso montar una conspiración para extender un virus, como se comenta en redes sociales, es un despilfarro de dinero y recursos innecesarios para conseguir pandemias.
Entiendo porque la idea de la conspiración gusta a muchos izquierdistas, ya que esa idea explica de forma lógica el caos y descontrol de muchos aspectos de la Sociedad Tecno industrial, como en el caso del Covid-19. Es menos aterrador un conspirador, que el abismo ingobernable.
Es cierto que ciertas formas de funcionamiento del Capital, en la forma superior de las multinacionales, y del Estado, en las formas de uniones o federaciones, tienen necesidad de secretos y de conspiración, más por la competencia, que por hipotético miedo al populacho.
La conspiración y el secretismo pueden ser necesarios en tiempos de agitación y revolución, como fue en Occidente durante el siglo XX hasta el fin de la segunda guerra mundial, pero la falta de una oposición al Sistema los vuelve innecesarios, una vez que la sumisión es rutina.
La idea de conspiración dentro de las estructuras del Poder, de una responsabilidad personal, en alguien intentando hacer daño, supone la máxima maniobra de desviación que puede hacer la élite, para que no se extienda la crítica al modelo de sociedad.
También tengo que dejar constancia, de que muchos políticos, muchos empresarios se deleitan con diversas teorías de conspiración en economía y política, y las dan por ciertas y veraces, expresando un gusto por algo que ellos mismos les puede gustar hacer.
Si el Covid-19 existe por una conspiración de laboratorio, como alguno afirma, ¿la gripe española de 1918, que mató a millones de personas, también era de laboratorio? ¿Y la peste negra de la Edad Media? ¿Y las enfermedades que llevaron los conquistadores a América?
Curiosamente, la mayor parte de las ideas de conspiración se generan en los ámbitos de Poder, y, por lo tanto, es razonable pensar que para la élite suponga una posible ventaja táctica para sus intereses, por la manipulación y engaño que proyecta al resto de la sociedad.
Asumir como hacen algunos compañeros, que los gravísimos problemas de colapso que a todos los niveles genera la Sociedad Tecno industrial es fruto de la conspiración, supone el deterioro del pensamiento revolucionario actual, que busca culpables expiatorios, y no análisis serios.
Otra cuestión importante es la indiferencia de las élites por las consecuencias últimas de sus actos, más pendientes de los beneficios inmediatos de sus acciones. Muchas veces parecen comportamientos pautados peligrosos, que una voluntad específica de hacer daño.
Hay una parte de las estructuras y de las dinámicas inherentes a la Sociedad Tecno industrial, que son dañinas como daño o efecto indeseado, pero no como fin buscado. Si separamos en un hipotético campo de acción, entre el fin y el efecto, el rango de éxito para influir será mayor.
No se debe olvidar que las decisiones generadas en la élite, se toman en función de la tasa gasto/margen beneficios. Cuando se aplica la idea de conspiración en el área de salud pública, la alusión a la locura para explicar actos que no cumplen esa tasa, implica falacia.
Pero el concepto de conspiración para explicar males como el Covid-19, tiene otra faceta peligrosa. Se lanza el mensaje, abiertamente reaccionario, de que el modelo de Sociedad no tiene ningún problema, excepto los generados por supervillanos en la sombra.
Pero la idea de conspiración en el Anarquismo, supone más que pereza intelectual, explicaciones sencillas para problemas complejos. Tal vez, el principal motivo psicológico, es que, si tenemos a alguien a quien echar la culpa, no tendremos que cambiar nada de lo que hacemos.
En verdad, la idea de conspiración que tan presente está en la Sociedad, supone un refuerzo para el status quo vigente, para el Sistema de Dominación, y todo aquel que se zambulle en ello, sin pensar está trabajando para el enemigo de la Libertad, para el Estado.
Ha llegado el tiempo para reivindicar un pensamiento revolucionario, crítico mucho más sofisticado y complejo, en compromiso con la Ciencia y la Razón, dentro de sus conocidos límites, y una acción creadora conectada con la realidad, ajena a conspiraciones reales o imaginarias.