Siempre he pensado que el negocio de las eléctricas era un auténtico chollo, ya que el beneficio estaba siempre asegurado. Cualquier gasto, cualquier problema que sufrieran las compañías eléctricas, nunca lo pagarían ellas, siempre pueden repercutir estos gastos en los recibos de los usuarios y de las usuarias.
Que optan por la energía nuclear, invierten cantidades indecentes en ella, y luego se paralizan los programas nucleares, no pasa nada, el estado les devolverá el dinero invertido e, incluso, el beneficio no obtenido.
Que invierten en centrales de ciclo combinado y el gas no deja de subir hasta hacerlas inviables, no importa, será el estado quien las rescate y los contribuyentes y consumidoras, quienes las volvamos a pagar.
Que los derechos de emisión de CO₂ suban constantemente y encarezcan los costes de producción, que más les da. Las eléctricas lo incluyen en sus ofertas de precios como un sobrecoste más.
Y así con todo, y luego, claro, los beneficios en frío suenan tan escandalosos, que los enmascaran con inversiones, y, así, aparecen más mitigados, titular leído estos días en la prensa seria “Iberdrola dispara sus inversiones y supera los 1.000 millones de beneficio hasta marzo. La compañía ha destinado 2.507 millones a ampliar sus redes y la capacidad de generación renovable”. Joder, que buenos chicos.
Y claro, el festín es siempre para los mismos. Los directivos de estas compañías, junto a las de la banca, y demás empresas del Ibex, están siempre entre los mejor pagados. Por si su remuneración fija, más cercana a las siete cifras que a quedarse en las seis, les pareciera poco, siempre la acompañan de indemnizaciones, por cese, por cláusula de no competencia, por plan de pensiones, por fidelización, más bonus por objetivos, más gratificaciones, más pertenencia a consejos varios, más…
Eso sí, cuando oyen hablar de subida de pensiones, de salarios mínimos, de salarios de convenio, todas estas subidas les parecen un abuso, todas estas retribuciones nos conducen, según ellos, al abismo, al fin de las pensiones, a la pérdida de competitividad empresarial, a la deslocalización y al cierre de industrias…
Si no fueran tan miserables, quizás fuera más fácil resignarse y encogerse de hombros, pero es que encima son unos bocazas, y enseguida claman contra las medidas de equidad social, obviando, entre otras cosas, que gracias a la complicidad de esos pseudosindicatos mayoritarios que les dejan hacer, la masa salarial sigue estancada desde hace décadas, pero la retribución a consejeros sube un 63%.
Ellas y ellos nuca cederán sus ingresos, ni siquiera una parte por pequeña que sea. Ya pueden seguir obteniendo obscenas cantidades de beneficios, CaixaBank 1.381 millones de euros sólo hasta marzo, que no les temblara la mano a la hora de aplicar ajustes que les permitan seguir ganando más y más, 8.300 despidos y el cierre de 1.534 oficinas plantea esa misma entidad tras su fusión con Bankia.
Pero todos sus ingresos proceden de las mismas y de los mismos, de sus usuarias y usuarios, a los que repercuten todos los costes que tienen, y les aplican plusvalías abusivas que les permiten seguir con sus egoístas beneficios, independiente de la situación que los demás suframos.
Ni crisis económicas o sanitarias, les harán torcer sus planes. Bonificar recibos de usuarias y usuarios más vulnerables, repercutir parte de esos beneficios en los clientes, con bajadas de tarifas, o premios al consumo o cualquier otra medida que pueda gratificar a clientas y clientes no entra en sus cabezas. Para qué, si no vamos a pedirlas y mucho menos a exigirlas.
No parece que esta situación vaya a cambiar en los próximos tiempos. Mientras solo nos preocupe el salir, o no, de fiesta, la marcha en la liga del equipo de futbol de nuestra localidad, el espectáculo de la política, el cotilleo y la pornografía moral, no tendremos la más mínima oportunidad.
Empezamos ya a decir basta, a decir NO, como han hecho no hace tanto nuestros vecinos franceses y hacen ahora chilenos y colombianos.
Ocupamos de nuevo las plazas y las calles, como hace ahora 10 años, y esta vez no paremos hasta recuperar la democracia, la equidad, la fraternidad y apoyo mutuo entre iguales, sin falsos portavoces de nuevas políticas, que al final resultan tan rancias como las viejas.