Empiezo por lo más evidente. La ganadora es la abstención, un 54,16% en el Estado Bananero Español, 18.810.754 personas que no fuimos a votar, y el PP queda como segunda opción elegida con 4.074.363 votos, un 11,73% del censo electoral, que le otorgan 16 escaños sobre 54 posibles. De un 11,73% de votos pasa a obtener un 29,62% de escaños... es la magia del circo.
En lo que respecta al País Vasco, también gana de forma aplastante la abstención con un 55,46%, 953.986 personas que nos abstuvimos, y detrás, muy alejado viene el PNV con 208.151 votos, el 12,09% del censo electoral.
No hay que negarlo, la abstención no es homogénea. En ese saco caben muchísimas actitudes y creo no equivocarme al afirmar que la abstención como opción política consciente, lo que llamamos abstención activa, la practicamos una minoría, es decir, aquellas personas que somos militantes durante todos los días de un pensamiento que no cree en el Sistema y aboga por destruirlo y edificar uno nuevo basado en la igualdad, la justicia, la solidaridad, el apoyo mutuo... para que nos entendamos, una Revolución Social.
Pero tampoco se puede afirmar que el voto a un partido sea homogéneo. Conozco casos en los que el voto a una misma formación ha sido por lo atractivo del candidato, por una promesa electoral, por despecho hacia otra formación... en fin, tantos motivos como setas.
Resumiendo, la heterogeneidad es perfectamente aplicable tanto a la motivación de la abstención como a la intencionalidad del voto. El propio sistema ya viciado se aprovecha de la pasividad de la mayor parte de la abstención para ningunear esta opción política, marginarla de los resultados electorales, y repartirse todo el pastel entre las migajas que dan los votos, así es como se conforman parlamentos, o se reparten escaños, que para nada reflejan la realidad de los resultados en las urnas.
Mientras la abstención sea un fenómeno grande pero desperdigado, no hay manera de hacer saltar los resortes de este sistema destructivo en el que vivimos. De ello se aprovechan los defensores del voto secreto en las urnas. Si no hay conciencia no hay cambio, y un humilde servidor no puede hacer más que proselitismo de la abstención activa y organizada que, a día de hoy, es como predicar en el desierto... pero el ánimo nunca decae.
El papel de gran sorpresa en estas elecciones se le ha otorgado a la formación PODEMOS. La existencia del descontento progre, izquierdosillo, de esas personas que no saben más que despotricar contra el sistema desde las butacas de su salón, de esos indignados que calman sus conciencias acudiendo de vez en cuando a alguna manifestación, de esa masas abigarradas que quieren cambiar algo pero sin sudarlo, necesitan de Mesías.
Cuando estalló aquello que fue bautizado como Indignados, Movimiento 22M o como se le quiera llamar, la acampada en la Puerta del Sol de Madrid se convirtió en una especie de símbolo con desigual repercusión en las diferentes capitales del Estado. Aquí, en Bilbao, la Plaza del Teatro Arriaga fue el escenario elegido para unas concentraciones con, a mi juicio, no mucha repercusión, pero que sí presentaban un aspecto muy saludable con una plaza irradiando buena voluntad sin claro direccionamiento. Así es como pasaban por el micrófono abierto testimonios de diferentes experiencias, ánimos, soflamas, desahogos... todo un crisol de emociones desde la intencionalidad política hasta el despistado que creía estar en un club de corazones rotos.
En los pocos minutos de que dispuse para acercarme a la plaza recuerdo la intervención de un muchacho que lanzó su mala hostia contra el gasto militar, contra el despilfarro de la casta política, contra el mantenimiento de la monarquía, contra la influencia de la Iglesia, contra... “Ahora finaliza con un ¡viva la anarquía! y el discurso le queda de cine” -pensé yo. Pues no, su solución final pasó por un “por eso, el próximo domingo (día de elecciones) hay que ir a votar a los partidos pequeños”.
Vaya, esa es la solución que daba tras una acertada intervención. Me decepcionó. Su apaño pasaba por votar a un pequeño partido... ¿para qué? Imagino que para que se haga grande porque toda formación que se presenta a esta farsa está pidiendo el voto; no pide que el voto se reparta, pide aglutinar votos, más y más, lo cual le lleva a que su objetivo sea pasar de pequeño a grande.
Siento respeto por Pablo Iglesias, principal referencia de PODEMOS, y por cómo tiene que lidiar con esa caterva de imbéciles que le ponen enfrente en los debates televisivos. Es innegable que se ha convertido en una imagen mediática, él lo sabe, todos lo sabemos y esa proyección que le dan los medios de comunicación, probablemente interesada, cala en un sector de la población que necesita nuevas referencias para ser guiado, porque no hay que olvidar que primero se fabrica al líder y luego se orienta al rebaño mediante el voto. PODEMOS es ahora pequeño, pero se ha metido en escena con la pretensión de ser grande, y para llegar a ese objetivo no solo hay que participar en esta lucha por el Poder, también hay que utilizar el lenguaje y la mentalidad del Poder. PODEMOS ha recibido el 3,58% de votos del censo electoral, frente a un 54,16% de abstención en el Estado. Una cifra ridícula frente a la abstención, sin embargo, el mensaje postelectoral de PODEMOS olvida ese dato, como lo hacen los grandes partidos, y asume sin queja una falseada representatividad mayor (5 eurodiputados, el 9,25%, sobre 54) que la obtenida en las urnas. Pequeño que aspira a grande y cómo no, hambriento de ser el más votado independientemente de que la abstención pueda ser mucho mayor. La retórica y el pensamiento del juego de Poder atonta, ahora el descontento y la indignación que alberga la abstención no existe, solo se acepta ese descontento y esa indignación si hay voto por medio.
Había que canalizar todo lo que se pudiese ese epicentro que supuso la acampada en la Puerta del Sol, es decir, institucionalizar. Un sector del concepto Pueblo en la calle, otro sector, quizá con la misma rabia, en casa, pero ambos peligrosos si operan fuera de las cartas marcadas del Poder, es decir, insisto, Instituciones. Con PODEMOS, lo digo con todo el respeto para quienes lo integran, una parte de aquella indignación ya está controlada y la que no, queda condenada al ostracismo, por mucho que sea mayoría. Los mecanismos del Poder ya se encargarán de silenciar esa parte cuando se oponga a la farsa electoral y los partidos participantes serán colaboradores necesarios en esa táctica.
¿Qué se puede esperar en el futuro? Me voy a mojar. Acercarme a lo que creo puede suceder o equivocarme no me supone ninguna incomodidad. El devenir de PODEMOS le llevará a unirse de una u otra manera con IU y ahí no parece que haya mucho reino para tanto rey. Diluir puede ser un verbo premonitorio.
Nos vemos en la Revolución, no en el Parlamento.