Soy una más de las nacidas en pleno baby boom, de esa generación a la que durante las últimas crisis se nos achaca que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades. Como muchos he pasado mi infancia en un barrio obrero que fue creciendo rápidamente y a pesar de ser educada en un colegio católico hacíamos vida de calle y una mis primeras enseñanzas fue la solidaridad y el apoyo entre vecinos; en un barrio en el que cuando el tener una televisión o un teléfono en casa era privilegio de unos pocos lo más normal era compartir esos “privilegios” poniendo el teléfono a disposición de los vecinos para cualquier urgencia. Donde los normal era tener las puertas de casa abiertas y compartir la merienda, un café.
Con el tiempo la televisión llego a casi todos los hogares, y sin darnos cuenta, casi todos caímos bajo su influjo y ya sea gracias a los apartamentos del “Un, dos, tres” o los anuncios que desde casas maravillosas o lugares paradisiacos nos hacían creer que era fácil lograr todo lo que allí aparecía, fuimos atrapados por el capitalismo, dejando valores como la solidaridad, el apoyo mutuo y los barrios según se iban modernizando y creciendo eran cada vez más fríos e individualistas.
En mi caso el aquel barrio obrero y lleno de terraplenes donde hacíamos chabolas se convirtió en un barrio populoso y asfaltado que aunque seguía siendo obrero poco a poco fue perdiendo la esencia. A decir verdad, yo también caí bajo la influencia de la televisión y muchas veces pensaba como sería ser “rica” y vivir en esas casas que aparecían en aquellas series televisivas; y poco después cuando nuestros padres murieron, había veces que `pensaba como sería tener unos padres que me compraran todos los “modelitos” que tenían mis compañeras en el Colegio de monjas; y no era consciente en realidad que yo era una privilegiada y que a pesar de ser la huerfanita en ese colegio encorsetado en realidad en comparación con mis compañeras ya era rica.
Ahora con el paso de los años y la perspectiva que me da todo mi bagaje profesional, lo tengo claro ya era rica porque a pesar de estudiar en colegios católicos, desde pequeña primero mis padres, después mis tíos me enseñaron a ser autosuficiente, a buscar respuestas y tener pensamiento crítico. Era rica, porque a pesar de la perdida que supone el perder a tus padres cuando eres niña, siempre tuvimos apoyo familiar y nos enseñaron a valernos por nosotros mismos, y aunque en mi adolescencia pensaba que mi tío era extremadamente exigente, por no decir tirano, hoy me doy cuenta que si era rica porque ninguna de mis compañeras tenían la posibilidad de con 13, 14 años poder leer “La madre” de Gorki y muchas no sabían quién era Saramago o Bryce Echenique; y además he tenido la suerte de pasar la adolescencia en un ambiente crítico en el que se debatía y donde me enseñaron que es importante saber cuál es la fuente de las noticias.
Hoy, con la perspectiva que me da mi trabajo como Educadora Social, soy consciente de he sido rica sin saberlo muchos años, pero también tengo claro que hoy nuestra sociedad es cada vez más está empobreciendo más, porque nuestro sistema educativo sigue siendo de los más pobres y empuja a nuestros chavales al individualismo y la competencia y se les enseña que solo importa el resultado. Una sociedad, con unos servicios sociales insuficientes donde cada vez son más los mayores que viven en situación de indefensión y soledad y que a pesar de tener una familia son dejados de lado ya que no son rentables para la sociedad. Con un sistema sanitario cada vez más deficitario tanto para los usuarios como para los trabajadores. Una sociedad donde tienen que ser los propios ciudadanos los que damos cobertura y apoyo a la gente sin hogar y sin recursos, que aunque se hace de manera voluntaria sigue siendo un parche para el problema cada vez mayor y donde los MENAS son estigmatizados.
Por todo esto, creo que para que todas podamos decir que somos ricas, es necesaria hacer una transformación de nuestra sociedad en todos los ámbitos desde la educación hasta la sanidad y los servicios sociales haciendo hincapié en la importancia de la colaboración y la solidaridad como respuesta al poder del dinero y del falso estado bienestar.