25/09/2021

La vida en juego

Escrito por La Prima de Emma

Proliferan por todos lados y se reproducen a una velocidad vertiginosa, como setas, setas venenosas. La mañana menos pensada amaneces junto con el día, el sol apenas desperezado; eso el sol, no tú, que tienes más energía que el primo Zumosol, como decía mi abuela, aunque yo siga sin saber quién es ese tipo, porque has salido de casa después de tu dosis diaria de café que se impone como rutina necesaria para sobrevivir a lo que sea que tengas que hacer ese día, sobretodo si viene impuesto por la lógica del capital. Lo que decía; sales de casa, tuerces la esquina y, sobretodo si hay un colegio cerca, zasca: una nueva sala de juegos en tu localidad. Vaya novedad, vaya sorpresa que te agria el día más que el sabor del café que a veces hasta tomas a la fuerza, sobretodo cuando no te queda leche.

La leche viene muy bien ahora mismo también como recurso literario, como símil, porque piensas “¡aiba la leche!” y se te queda la cara blanca. Y se te pone un poco cara como de vaca mirando a un tren, como viendo la vida pasar, pensativa, pero no necesitas de mucha reflexión, se impone la mala leche, la leche agria, porque el tren de la realidad ya te ha arrollado. Un festín de sangre niquelando el cielo del amanecer, una escena descorazonadora abriendo surcos en todos los sentidos, también en el tuyo del equilibrio, que por algo has caído a las vías del tren. La realidad se impone esclarecida por los rayos de un nuevo día y la promesa de uno mejor se aleja un poco más, especialmente cuando van pasando y presencias como el local en cuestión es frecuentado por personas de todo tipo, incluyendo a muchos jóvenes de clase obrera (como lo somos casi todo el mundo) que buscan diversión, imagino, y acaban encontrando una posible perdición de su propia persona con consecuencias catastróficas para ellos y su familia, al igual que pasó con los no tan jóvenes y con las personas de edad muy avanzada que siguen entrando, quizá esperando la suerte, cuando lo único que reciben es el golpe. Todo aderezado, por supuesto, en un dudoso ambiente lúdico-festivo donde el alcohol sazona y palía el desequilibrio entre la necesidad de recompensa, la falta del autocontrol y la esperanza y falta de ella.

Con esto no pretendo insinuar que todas las personas que acuden a estos sitios sean ludópatas, no. Básicamente porque sería irrelevante y vacuo, porque la realidad la sabe todo el mundo: que estos locales fomentan un modelo de ocio destructor, que los beneficios de estos empresarios son a costa sobretodo de las personas trabajadoras que más ayudas necesitan y que deberían estar absolutamente ilegalizadas, así como sus anuncios patrocinados además por personas con cierta famita, que seguro que precisamente muy mal de pasta no van, por lo que ni necesitan hacer esa publicidad tramposa, ni tienen muchas posibilidades de engancharse a ello.

Y es que estos empresaurus, como buenos chupasangres, saben muy bien que técnicas usar, cómo afilar la estaca, cómo dar el golpe de gracia al clavar un nuevo local, al clavar a cualquier despistado o interesadamente despolitizado una tortilla de patata de muerte, al clavar la estaca. Pero no hay que olvidar que la otra parte de la estaca también se puede afilar, que la tortilla de patata es más jugosita con cebolla, que la cebolla guarda cierto parecido con el ajo, que lavenganza es un plato que se sirve frío y que, por supuesto, a quienes primero hay que servir es a los amos, digo, a los chupasangres.