01/10/2021

La dignidad bárbara frente a la identidad civilizada

Escrito por Kami Casi

Hace aproximadamente un mes, alrededor de seis mil indígenas, que representaban a su vez a sus pueblos de casi todas las regiones de Brasil, acudían a la capital del país a acompañar y presionar ante el inminente fallo del Tribunal Supremo sobre una cuestión que afectaría a todo el marco nacional de reconocimiento del derecho indígena a las tierras en las que habitan.

Algunos días más tarde, la base ideológica más dura del actual gobierno se movilizaba al mismo espacio para manifestar apoyo al actual presidente, quien fue elegido con un discurso abiertamente anti-indígena. En este otro contexto, también unos cuantos grupos de oposición trataron de movilizarse, en algunos casos apelando a una gran coalición entre quienes no tienen ningún proyecto común, más que su oposición al gobierno de corte fascista que lidera las instituciones hoy por hoy.

Veo, mientras sigo ambos eventos por twitter, una crítica a la movilización indígena: “Mientras centréis la lucha en cuestiones identitarias, seguiremos sin poder derrocar el gobierno”.

Hace más de una década, algunos filósofos y antropólogos señalaban los peligros de los paradigmas multiculturalistas o de lo que llamaban el paradigma de la identidad. Este esfuerzo, decía alguna editorial ilustrada, por ensalzar la diversidad no pasa de “costumbrismo, pintoresquismo, folclorismo, tradicionalismo, esencialismo que escamotea la realidad del tiempo histórico, de la estructura social cambiante, de la libertad individual”. Pero lo curioso es que, más o menos diez años después del artículo al que hago mención, quienes han emergido con un movimiento autointitulado “identitarista”, con cortes esencialistas, racistas y fascistas no han sido los pueblos tratados como “objeto de estudio” por los etnólogos, sino todo lo contrario: surgiría en Francia y se extendería por Europa un movimiento identitarista basado en el supuesto peligro de desaparición de la cultura occidental, que estaría fatalmente amenazado por la inmigración y el Islam.

La derivación, en cierta medida, no me sorprende. Mientras que allá por el 2002 la Unión Europea trataba de aprobar una Constitución para Europa sobre el fundamento historicista de que esta sería la cuna de la civilización, los pueblos indígenas que llevan décadas articulándose a nivel internacional presionaban para que no existiera una definición demasiado estricta de lo que es ser indígena. Bajo una fundamentación también historicista, lo que hicieron éstos fue precisamente la operación contraria: al haber sido víctimas históricas de esa cultura “civilizadora”, los pueblos indígenas rechazan la imposición de banderas o definiciones desde fuera, lo que obligó a los grupos de trabajo de la ONU a adoptar un concepto abierto y flexible: pueblos indígenas serían aquellos que padecieron una dominación colonial en sus territorios, habiendo conseguido, por resistencia histórica, mantener unos patrones culturales, instituciones y reglas particulares de convivencia y resolución de conflictos. Asimismo, lejos de estar relacionado con cualquier concepto racial o esencial, ser indígena desde esta perspectiva solamente estaría condicionado por reconocerse y ser reconocido como tal por el pueblo correspondiente.

En realidad, en este juego de definiciones identitarias, tanto Europa como pueblos indígenas se definen solo en función de lo otro: Europa, como entidad así unitaria, solamente tiene en común un pasado de ocupación y dominación de diferentes territorios ajenos a lo que le define geográficamente. Los pueblos indígenas, muy diversos entre sí al igual que los pueblos de Europa, comparten la misma historia pero desde el otro extremo: un pasado de resistencia a unos episodios de ocupación, expolio e imposición al que los dominadores llamaron “civilización”. La diferencia la encontramos, más que en unas definiciones, en unas luchas. Mientras que unas identidades “civilizadas” sirven para cerrar fronteras y beneficiarse del sistema-mundo para garantizar el bienestar de unos pocos privilegiados, por otro lado unos pueblos históricamente considerados “bárbaros” se preocupan por el bienestar y reproducción no solo de unos individuos, sino de la comunidad y de la naturaleza de la que forman parte.

Finalizo parafraseando la certera respuesta del escritor indígena Ailton Krenak, quien, preguntado sobre qué harían los pueblos indígenas ante la elección de Bolsonaro como presidente en 2018, respondió: “Nosotros indígenas seguiremos resistiendo, lo llevamos haciendo 500 años. A mí me preocupa más la posibilidad de que los blancos no resistan”.