Llevamos ya varias semanas superando un record tras otro respecto a la subida continuada del precio del Megavatio hora (MWh) que vemos anunciada en los periódicos y noticias un día si y otro también. Incluso parece ser que somos capaces de predecir nuevos records días antes a que se produzcan, aún existiendo un mercado diario en el cual se fija el precio del MWh dependiendo de la oferta y la demanda entre productoras y distribuidoras, que aquí entre tú y yo, te diré que, unos y otros, son los mismos. Este mercado fija diariamente el precio de la producción de la energía eléctrica que vemos a la postre reflejada en nuestras tarifas, y cuyo funcionamiento, probablemente de una forma interesada, no es fácil de comprender tal y como reza la siguiente expresión <<si te han explicado el sistema eléctrico y lo entiendes, es que te lo han explicado mal>>. Así que no seré yo quien pretenda explicar detalladamente el funcionamiento del sistema eléctrico, pero si intentaré dar unas pinceladas sobre éste para tratar de comprender mejor cómo funciona y poder reflexionar sobre ello.
Primero de todo, debemos de distinguir los distintos conceptos en nuestra factura de la luz. En grandes rasgos, dependiendo de la tarifa contratada, la factura queda dividida en aproximadamente un 50% de costes regulados, un 20% de impuestos y un 30% dependiente de la producción eléctrica diaria. Teniendo en cuenta estos tres parámetros, vamos a intentar desgranarlos y analizar cada uno de ellos. Las últimas noticias a las que hacíamos referencia al comienzo del artículo vienen alertando sobre la subida del PRECIO de la producción de la energía eléctrica diaria, la cual está relacionada con el 30% de la factura eléctrica. Se ha recalcado el concepto de que lo que realmente ha subido es el precio de la producción, lo cual no significa necesariamente que hayan aumentado sus costes.
Para entender esto último, primero debemos de conocer el gran inconveniente que presenta la energía eléctrica a diferencia de otro tipo de recursos necesarios en la sociedad actual. Y es que la electricidad no nos brinda la posibilidad de almacenarla de una forma sencilla ni barata, por lo que, básicamente, la generación de la energía eléctrica es paralela a su consumo. Es por ello, que dependiendo de la demanda eléctrica de cada tramo horario habrá más o menos centrales eléctricas en funcionamiento de forma simultánea. Y es aquí donde entra en juego el mercado eléctrico diario. Dependiendo del tipo de generación, cada planta cuenta con unas peculiaridades tales como el coste de desactivar y activar la producción, como es el caso de las centrales nucleares, o el coste variable, que en el caso de las renovables es prácticamente nulo, dado que la materia prima, en este caso los fenómenos naturales, son gratuitas, al menos por el momento, y muy significativas en las plantas de uso de combustible fósil, las cuales dependen del precio del carbón y del gas, además de los costes por emisión de CO2. Pues bien, visto esto, el mercado eléctrico funciona de tal forma donde cada central, dependiendo de su tipo de generación, oferta el precio de su Mwh. Debido a las peculiaridades descritas, las centrales nucleares y las renovables ofertan la producción a unos precios muy bajos; en el primer caso para asegurarse de no parar su producción debido a los altos costes que eso supondría y los segundos porque su funcionamiento no supone mayores costes. En el lado opuesto se sitúan las centrales que utilizan combustible fósil, las cuales ofrecen un precio que les resulte rentable en función del precio de los propios combustibles fósiles que utilizan. Hasta aquí todo parece más o menos lógico; sigamos. Tal y como hemos dicho antes, la producción de la energía eléctrica es paralela al consumo, pero, evidentemente, no se van poniendo en marcha las centrales en función de lo que vayamos demandando los consumidores, sino que se realiza en base a estimaciones teniendo en cuenta los datos de los días anteriores, de años anteriores en las mismas fechas, las condiciones climatológicas y otro tipo de variables. Por supuesto, esto dependerá de la hora del día en la que nos encontremos, ya que, por ejemplo, por las noches se consumirá menos energía que a ciertas horas punta que se dan durante el día. Esto también parece más o menos lógico. Veamos, entonces, qué es lo que ocurre en este mercado para comprender por qué el precio está subiendo día tras día.
Dado que a determinadas horas del día se prevén consumos mayores que en otras, las productoras tales como las centrales nucleares y renovables son las que trabajarán de una forma continuada y para los picos de consumo entrarían a producir las centrales eléctricas de combustible fósil debido al mayor coste de funcionamiento de éstas ya mencionado. Y esto, a mi parecer también tiene su lógica. Sin embargo, resulta que este mercado es un mercado marginalista, y el precio que se fija a la producción del MWh en cada tramo horario es el de la última central en entrar en cada tramo, que como acabamos de ver serán las generaciones de mayor coste, es decir, las centrales que utilizan el gas o el carbón para la generación de energía eléctrica. Esto es, en las horas punta del día todos los generadores de energía eléctrica cobrarán el MWh al precio ofertado por las centrales de gas y carbón. Y esto ya a lo mejor no nos parezca tan lógico. Por si hubiese alguna duda, decir que se trata un mercado regulado, en este caso desde Europa.
Cabe preguntarse, por tanto, a qué se debe la tan acentuada subida del precio de la generación eléctrica. Y la respuesta, visto lo anterior, es sencilla; se debe a la subida del precio del gas, que hace que aumente el coste de la generación de las centrales que la utilizan y que hace que aumente el precio subastado diariamente cada vez que entran en funcionamiento éstas. Esto da pie a una segunda pregunta obligada, ¿por qué está subiendo el precio del gas? Como ya sabemos, España no cuenta con gas natural propio, ni con grandes depósitos de gas que puedan desahogar en ocasiones la alta demanda por diferentes circunstancias, y el fracaso del proyecto Castor cuyas pérdidas, por supuesto, hemos democratizado, tampoco ha ayudado a un mayor control sobre el precio del gas. Esto deja a España como el principal importador de gas de Europa. El gas es, además, uno de los recursos naturales más preciados, al igual que el petróleo, y supone, por tanto, una de las principales causas de intervenciones (invasiones) en países con suculentas bolsas de gas y uno de los principales factores en cuestiones de geopolítica. Por lo que no es de extrañar que el precio del gas pueda fluctuar tanto y estar sometido a diversas formas de especulación, y todo esto da para varios artículos por sí solo.
Así que volvamos con la factura de luz y sumerjámonos, ahora, con los costes regulados, los cuales como ya hemos dicho suponen prácticamente el 50% de nuestra tarifa eléctrica. ¿Qué son estos costes y a dónde van a parar? Pues bien, tenemos por un lado los costes que supone el transporte y la distribución de la energía eléctrica. El transporte comprende la red entre los generadores y las subestaciones eléctricas donde comienza la distribución tanto a la industria como a los pueblos y ciudades para el consumo de la energía eléctrica. El transporte es propiedad de la Red Eléctrica de España (REE) y la segunda es un monopolio repartido por regiones donde las principales empresas son Iberdrola, Endesa, EDP o Unión Fenosa, entre otras, que como ya hemos comentado al comienzo del artículo son las mismas empresas propietarias de la generación eléctrica en el Reino Español. Otro de los costes regulados es una partida que va a parar las renovables para incentivar su uso. A estos hay que añadir la interrumpibilidad, la cual va a parar a las grandes consumidoras, es decir, grandes empresas industriales que cobran una parte de los costes que pagamos en la factura, por la posibilidad de que su actividad pueda ser interrumpida por cuestiones técnicas o económicas. Otro coste muy interesante son los pagos por capacidad, los cuales están concebidos para aquellas centrales de alto coste que participan poco en el mercado, solamente cuando hay una alta demanda, para evitar el cierre de éstas. Además de esto, también se deben pagar los costes que suponen el mercado eléctrico diario y el coste de varias centrales nucleares que se han pagado durante años y que ni siquiera han llegado a estar operativas, como la central de Lemoiz, entre otras.
Y para terminar con la factura, se incluyen las tasas municipales para pagar el uso del subsuelo, así como un impuesto eléctrico del 5% que va a parar a las comunidades autónomas y un 21% de IVA a pesar de ser un bien esencial en los tiempos que corren, que incluye, por cierto, el propio impuesto eléctrico, es decir, impuesto sobre impuesto.
Como vemos, la subida del precio del gas está afectando a nuestras facturas de energía eléctrica, pero no es el principal componente de nuestra factura. Desde ciertos sectores de la izquierda se está exigiendo mas regulación en el mercado eléctrico, aunque como ya hemos visto, este mercado está totalmente regulado. El principal problema es que la regulación estatal no responde a los intereses de los ciudadanos, sino a los intereses de las lucrativas empresas productoras y distribuidoras eléctricas que año tras año aumentan sus beneficios de forma insultante mientras señalan que el problema es ajeno a sus ejecuciones. Endesa, por ejemplo, multiplicó por 8 sus beneficios el año pasado en plena crisis sanitaria alcanzando la bochornosa cifra de 1.394 millones de euros. Y como no, nuestra querida Iberdrola, por otro lado, alcanzó unas ganancias record de 3.610 millones de euros el mismo año. Otra de las propuestas, en este caso desde algunos actores del gobierno, es crear una empresa eléctrica pública. Pero tal vez deberíamos recordar que esto ya existió y que, gracias al gobierno de Felipe González, y más tarde de Aznar, se privatizaron una serie de empresas públicas estratégicas con la excusa de profesionalizarlas, y desde luego algunos han conseguido, de una forma muy profesional, sentarse en los consejos de administración de estas monstruosas empresas. Y es que estas empresas están entre algodones y disfrutan de unos privilegios que les permite dibujar el sistema a su antojo. Las famosas puertas giratorias han ido colocando a presidentes y ministros en los consejos de administración de las principales empresas productoras y distribuidoras de la energía eléctrica. Por lo que una regulación estatal no es garantía de nada dada la situación. Alguna alternativa interesante, a priori, podría ser prohibir las puertas giratorias y sacar a Felipe González, Aznar, Luis de Guindos y un largo etcétera de los consejos de administración, democratizar el sistema e infraestructura eléctrica y hacer una verdadera apuesta por las energías renovables.
Para terminar, creo que sería interesante reflexionar sobre el uso que hacemos de la energía tanto eléctrica, como de cualquier combustible fósil en comparación con el resto del planeta. En la sociedad actual en la que vivimos hemos convertido estas energías en un bien esencial, pero dadas las consecuencias geopolíticas, los expolios de los países empobrecidos y las malas previsiones debidas al ya inevitable cambio climático, nos deberían hacernos ver que nos movemos dentro de una delgada línea entre derechos y privilegios, de lo cual me gustaría escribir en el siguiente artículo.