28/06/2024

El Infierno y el Olvido

Escrito por Meltxor Guerrero

En el mundo clásico griego, el infierno era el olvido. En una mitología creada por filósofos y poetas, encontramos múltiples y contradictorias versiones sobre un mismo tema. En algunas de ellas, nos cuentan cómo las almas de los difuntos descendían al Hades atravesando uno de los numerosos cursos de agua que lo circundaban y vagaban eternamente convertidas en sombras bebiendo de las aguas del Leteo y olvidando, con cada uno de los sorbos, su pasada vida terrenal. Sólo las ofrendas que en su memoria hacían los vivos podían devolverles brevemente su humanidad perdida. Lete, el Olvido, era hermana de Hipnos, el Sueño y de Tánatos, la Muerte. El Sueño, la Muerte y el Olvido. Únicamente Kleos, la Gloria, podía liberar a los héroes griegos de la muerte, es decir, del olvido.

La Gloria es algo que raramente alcanzaron las nuestras y los nuestros en un pasado que, a veces, suena ya muy lejano y hoy siguen vagando como sombras por el Inframundo esperando nuestras ofrendas para ser devueltos, aunque sea brevemente, a la vida. Ese es el caso de Aquilino Gómez Pozo, uno de los más destacados militantes libertarios de la Bizkaia de los últimos años del siglo XIX y de las dos primeras décadas del XX y que hoy apenas ocupa una nota a pie de página en algún libro de historia.

Apenas sabemos nada de sus primeros años. Miguel Íñiguez, en su impresionante Enciclopedia del anarquismo ibérico, afirma que nació en 1.871 en lugar desconocido. Hoy en día, gracias a la digitalización de los fondos de archivos y hemerotecas históricas, sabemos que nació en un pequeño pueblo de Segovia, tal y como se recoge en el Boletín Oficial de la Provincia de Segovia (31 de julio de 1.905, nº 91), en el cual podemos leer una requisitoria del Juzgado de primera instancia y de instrucción de Balmaseda en la que se apercibe a Aquilino Gómez Pozo para que “en el término de diez días”, él y otro compañero, se presenten en dicho juzgado para practicar diligencias por la causa que se sigue contra ellos por un delito de lesiones y se requiere a las autoridades para que procedan a la busca y captura “del Gómez”, hijo de Cipriano y Eulogia, “naturales de Fuente de Santa Cruz, partido de Santa María de Nieva, provincia de Segovia, de 34 años, casado, pecoso de viruelas”. Lo que no sabemos es cuándo (el porqué es fácil de imaginar) se trasladó a vivir a Bizkaia donde, entre Sestao y Barakaldo, pasaría el resto de su vida.

La primera noticia que tenemos sobre él ya en estas tierras procede de 1.892, como afiliado de la Sociedad de Oficios Varios de Sestao y corresponsal del periódico anarquista El Corsario, de A Coruña y, a su vez, como miembro del grupo anarquista El Porvenir, de Barakaldo. En 1.900 representa a la Sociedad de Cargadores y Oficios Varios de Sestao en el congreso fundacional de la Federación de Sociedades de Resistencia de la Región Española y en 1.903 figura como administrador del periódico El Ideal del Esclavo, editado en esa misma localidad. En 1.904 sabemos que está detenido, acusado tanto de los sucesos anticlericales ocurridos en Sestao ese año como de una bomba que se encontró “en la puerta de la basílica de Santiago, que da a Tendería” (El Correo, Madrid, 11 de octubre de 1.904), en Bilbao, y que era considerado por la policía como el “jefe” de los anarquistas que actuaban en el territorio. El 24 de septiembre, poco antes de su detención, participa en la inauguración del Centro de Estudios Sociales Amor y Libertad, en Barakaldo.

Durante esos años es, a su vez, profesor y director de la Escuela Laica de Sestao. Un curioso documento conservado en el Archivo Histórico Foral de Bizkaia nos informa del nombre de su esposa, María Fernández, denunciada por la guardia municipal de Sestao “por insultar y promover escándalo público cuando llevaba el almuerzo a su esposo, Aquilino Gómez”. Entre 1.905 y 1.907 es detenido en numerosas ocasiones acusado de promover tumultos y por su participación en la huelga de inquilinos de Barakaldo y mantenido como preso preventivo hasta 1.908.

A comienzos de la segunda década del siglo, entre 1.911 y 1.914, dirige El Látigo de Baracaldo y El Látigo, hecho por el cual su nombre es más habitualmente citado y recordado. No en vano, esta última fue la publicación anarquista, a pesar de su corta duración, más estable y difundida de la margen izquierda y la única de esta comarca de la que conservamos ejemplares: “Aquilino Gómez Pozo, casado de 41 años de edad, jornalero vecino de esta población, habitante calle de Las Escuelas, num. 2, 2º piso … hallándose en pleno uso de sus derechos civiles y políticos, declara a V. que va a proceder … a la publicación de un periódico que llevará por título El Látigo” (documento conservado en el Archivo Histórico de Barakaldo, 1 de septiembre de 1.912). Tal y como nos informa el mismo periódico, el 8 de diciembre de 1.912 se constituye, con la participación de ocho grupos anarquistas (Amaranto, de Barakaldo, Vida y Juventud Libertaria, de Bilbao, Los Libres y Rebeldes en Acción, de Donostia, Los Desamparados, de Eibar, Los Desconocidos, de Tolosa y Los Conscientes, de Vitoria) la Federación de Grupos Libertarios de la Región Vascongada, primera organización de este género en el Estado y de la que El Látigo será portavoz.

En 1.915, desaparecido ya el periódico por los problemas económicos que arrastraba desde su fundación, representa a las agrupaciones “Libres” de Barakaldo, “Los Silenciosos” de Donostia y “Los Irredentos” de Galdames y La Arboleda en el Congreso Internacional de la Paz de El Ferrol y entre 1.919 y 1.920 colabora con el periódico anarquista sevillano El Productor.

Durante toda su vida mantuvo duras polémicas con los “socialistas políticos” y, como se refleja en una buena cantidad de números del semanario socialista “La Lucha de Clases”, el cariño era mutuo: “anarquista de tomo y lomo”, “anarquero”, “sujeto presidiable”, “bribón que debiera estar en presidio”, “mal bicho”, “con ese solo discutimos nosotros a puntapiés”, “sinvergüenza”, “conducta canallesca”, “cobarde” o “revolucionario de tío vivo”, son sólo algunos de los adjetivos referidos a Aquilino que podemos recoger en sus páginas.

Apenas sabemos nada sobre sus actividades durante la dictadura de Primo de Rivera, algo lógico teniendo en cuenta la represión a la que estuvo sometido el movimiento libertario durante esos años, con el cierre de periódicos, ateneos y sindicatos de signo ácrata y la persecución de sus militantes pero sí sabemos que, al menos hasta el inicio de la dictadura fue, tal y como recogen diversos periódicos de la época, presidente de la Asociación de Inquilinos de Baracaldo, y en calidad de tal participó en mítines y encuentros con otras asociaciones para pedir “el abaratamiento de las subsistencias y la pronta solución al pavoroso problema de la vivienda” (Semanario Ciudadanía, Madrid, 8 de julio de 1.922, nº 17). En los últimos años veinte, cuando la dictadura va aflojando su presión sobre los sectores libertarios, encontramos su nombre vinculado de nuevo a proyectos periodísticos como La Revista Blanca o Tierra y Libertad.

En 1.934, ya en plena República y, a consecuencia de los sucesos revolucionarios de octubre, fue acusado, con 71 años, de ser el director del movimiento en la región vasca y encarcelado durante siete meses en condiciones particularmente difíciles que mermaron notablemente su salud. Tras abandonar el presidio, siguió militando en el sindicato El Yunque de la CNT de Barakaldo, falleciendo en octubre de 1.935. Tal y como se relata en La Revista Blanca (1 de noviembre de 1.935, nº 354):

“La conducción del cadáver al cementerio, ha tenido lugar ayer, domingo, día inclemente de fuertes vientos y aguaceros, a pesar de lo cual sentimos el placer de ver que la numerosa comitiva estaba engrosada por compañeros de los diversos pueblos de esta comarca de Vizcaya”.

Federica Montseny, en ese mismo número, escribió un extenso obituario dedicado a la memoria del incansable militante:

“… para mí, Aquilino representa la rectitud de una vida predestinada. Era uno de esos hombres nacidos para la lucha, para el combate, para enfrentarse con todos los obstáculos y vencerlos con sus músculos de acero y el empuje de los gladiadores. Hasta su vejez supo luchar y vencer. Cada vez que salía de la cárcel, con la cabeza alta, seguro de sí mismo, siempre igual y siempre más anarquista, Aquilino ganaba una batalla al enemigo. La última, librada con la Parca, la ha perdido”.

Esperemos que, allí donde se encuentre su desmemoriada sombra vagando junto a tantas y tantos compañeros por el tenebroso Tártaro, le haya llegado un leve destello de los que aquí le recordamos.