16/02/2022

Disco chino filipino

Escrito por H. V. Alonso

Supongo que no hace falta decir que somos una sociedad bastante racista y clasista. Me di cuenta un día, y desde entonces vengo observando más conscientemente el trato rayano en lo déspota que muchas personas dispensan a las personas chinas —esas que suelen atendernos en los bazares o en los restaurantes—. Sé que estaréis pensando que, según el diccionario de la RAE, el despotismo consiste en abusar de tus semejantes desde una posición de poder y que la mayoría de nosotros no nos encontramos en esa posición de superioridad. En términos económicos, por ejemplo, cabe pensar que su poder adquisitivo es mayor que el de muchas de nosotras; casi la mitad de la población china en el estado español trabaja como autónoma, y sus retoños son escolarizados en centros privados o concertados.

Y sí, tenéis razón, pero creo que de alguna manera nos creemos moralmente superiores. Suele suceder que nos creemos con más derecho a habitar este suelo por ser población autóctona, como el roble, tan ligado a nuestros paisajes, o los castellanos viejos, como se solían denominar siglos atrás a las personas cuyos antepasados habían habitado la maravillosa Castilla durante años y años… El sentimiento antichino se ha multiplicado ostensiblemente desde que nos contaron que fue en China donde aparecieron los primeros casos de Covid-19, y al parecer, ha sido un fenómeno global, dándose casos de violencia, discursos de odio y discriminación vinculadas a la pandemia en bastantes países de los llamados desarrollados, a saber, Estados Unidos, Japón, Francia, Reino Unido, Grecia, Italia, Alemania, etc.

Cuando hablamos de la ciudadanía china se suelen contar historietas como la de que vete a saber qué harán con los cadáveres cuando mueren porque no hay chinos en los cementerios, o que nunca se les ve en los bares tomándose algo para intentar socializar un poco, que lo único que hacen es trabajar y trabajar… Cierto es que no solemos ver parejas chino-españolas, o cuadrillas en las que el chino se pone fino a txikitos igual que todos los demás, pero, quizá deberíamos preguntarnos algo: ¿creéis que se sienten acogidos? No sé por qué no socializan, y me imagino que habrá muchas y variadas razones, pero sí sé que es muy duro irte a otro país y es muy difícil hacer nuevas amistades. Me consta que es diferente para los niños y niñas cuyos progenitores han venido de otros países pero ya han nacido y sobre todo han ido al colegio aquí. Para esas segundas y terceras generaciones la vida será diferente, más fácil, espero. Sé fehacientemente que hay ciertas edades en las que no logramos ver las diferencias que los más mayores sí que ven porque ya se han puesto las gafas de la intolerancia y los prejuicios.

No les juzguemos por no comportarse como nosotros quisiéramos o esperásemos que lo hicieran. Cuando una persona decide emigrar y se instala en un país extranjero se enfrenta a menudo a una plétora de obstáculos; encontrar un trabajo, un lugar digno donde vivir, la barrera idiomática, el choque cultural y la nostalgia de su país de origen y de las relaciones afectivas que allí mantenía se conjuran para hacer de su vida aquí un arduo reto. Además, cuando físicamente eres diferente, cuando tus rasgos delatan tu procedencia, tu identidad siempre estará en entredicho. Nunca acabas de sentirte del todo de ese lugar (que en muchas ocasiones te ha visto nacer) porque siempre aparecerá alguien que te recordará que no perteneces, no realmente. La soledad y el dolor son sentimientos universalmente comprensibles, ¿por qué nos cuesta tanto entonces empatizar con estas personas? ¿Por qué los sentimos tan lejos?

Creo que en países donde no han sufrido dictaduras de casi cuarenta años están más acostumbrados a la multiculturalidad, a la diversidad y a la integración. Ojalá nuestros jóvenes sean capaces de construir puentes que reduzcan la brecha cultural y social que nos separa. Solo tenemos una vida. No deberíamos tratar mal a nadie, ni nadie debería ponernos trabas para intentar ser un poquito felices. Acabo con una frase al más puro estilo Mr. Wonderful que procuro tener presente: En un mundo donde puedes ser cualquier cosa, elige ser amable. Aunque para ser sincera, no siempre lo consigo. Ya veis.