26/11/2021

DESTREZAS PARA LA BUENA MILITANCIA

Escrito por Itsaso

El otro día, en la hora de tutoría de segundo de la ESO nos dieron unos cuadernillos para repartir entre el alumnado. En ellos, se explicaban las diez destrezas que toda persona adolescente necesita para una vida plena. Me entraba la risa. Mientras las leía y las analizaba con gente de 12 años, por alguna razón, no pude evitar la analogía y pensé que si cualquier persona ADULTA militante de movimientos sociales, organizaciones o sindicatos, REALMENTE contara con estos dones, otro gallo cantaría.

¡¡¿Estáis listas?!! Aquí va el ranking de la Super Pop:

Para empezar con el top 10, aunque parezca una gilipollez, debemos dar la importancia que tiene a conocerse a una misma (dijo ella mientras prendía el incienso y ponía la música tibetana). No, en serio. Insisto en que parece una chorrada, pero tener los pies en el suelo y conocer las características propias (sin Photoshop), los gustos, los talentos y los puntos débiles, sería maravilloso para que a la hora de militar pudiéramos ser capaces de identificar qué estamos o no estamos dispuestas a hacer BIEN. Sería genial contar con militancia polifacética-versátil ideal, que lo mismo te hace una barrikada de contenedores en llamas, te pinta y te cuelga pancartas, te escribe un comunicado bilingüe que luego recitará en un mitin sin leer, mientras hace burocracia insufrible porque conoce los entresijos orgánicos de su organización o te lleva las cuentas del sindicato. Pero lo cierto es que cada una damos para lo que damos y tenerlo claro y verbalizarlo, contribuiría muy mucho a economizar tiempo y esfuerzo propio y del resto.

Para seguir, nunca está de más dar la relevancia que tiene a la empatía. A la acción de ser capaces de desconectarnos de nuestros propios pensamientos y necesidades para atender a las del resto, nosotras hablamos mucho de “apoyo mutuo” y parece de cajón de madera de pino unir esto a la empatía, pero si quitamos los conflictos laborles, cuando nos hablamos entre nosotras, nos señalamos los errores, o pedimos responsabilidades ¿de qué manera lo hacemos? ¿Con tacto y tranquilidad buscando una mejora pedagógica? ¿O desde el enfado, la rabia, el ego y el “pa chulo chulo mi pirulo”? Cada cual que reflexione.. Escuchar y entender al resto cuando nos habla, sin censurar, rebajando al mínimo nuestros prejuicios y sin crear tensión, sería lo suyo. ¿Lo ponemos en los propósitos de año nuevo?

El temazo de la empatía, me lleva directamente sin mucho esfuerzo al tercer punto: la comunicación asertiva. Hay ocasiones, en las que conocer lo que realmente sentimos, pensamos, creemos y necesitamos es VITAL para poder hacer que nuestra voz se escuche sin eufemismos ni trucos. Sería precioso que funcionara la telepatía, pero creo que habrá que esperar unos cuantos lustros más hasta que la hayamos perfeccionado del todo: ¿somos capaces de decir lo que REALEMENTE pensamos en el momento adecuado, sin imponernos, sin atacar y sin dejar a nadie de lado? No hay más preguntas, señorías. (Su tabaco) Gracias.

El cuarto punto trataba sobre crear relaciones de respeto y bienestar para potenciar la autenticidad de ambos lados. ¿A que ya estáis llorando con congoja? Vamos a pasar al cinco, porque en este tema del respeto no sé ni por dónde empezar. Sólo diré que a veces la confianza da asco, y que no debería ser así: la confianza debería crear vínculos de calidad, no dar pie a tratarnos peor de lo que trataríamos a una desconocida.

Cuando se está militando en un grupo de gente que lleva muchos años, cuando llega gente nueva, se crea un batiburrillo curioso sobre lo que es, lo que era y lo que queremos que sea. Quienes han militado desde antes que yo naciera, siempre dan mucho bombo a la sacrosanta IMPLICACIÓN, al COMPROMISO y a la toma de RESPONSABILIDADES de la nueva militancia que supuestamente acaba de salir del huevo. Yo, aunque me haya resistido mucho con este tema, estoy de acuerdo en que hacen falta más manos (y cabezas) para no caer en vicios de funcionamiento interno (y externo) personalistas donde toda la visibilidad recae sobre una única persona. Pero también veo claro, que delegar y trabajar en grupo son palabras con un significado magnífico, pero, admitámoslo, no conocer a quien tenemos delante y confiar en las capacidades de “cualquiera que pasa por allí”, también tiene cierto riesgo. ¿Entonces, qué hacemos? La gente de siempre no se fia de la gente nueva. La gente nueva no se siente escuchada por la gente de siempre. Frustración por doquier. ¿Soluciones? Estaría bien, para empezar, trazar a grandes rasgos la dirección y los objetivos de la organización en cuestión. ENTRE TODAS. Y luego, que quienes llevan militando desde que Franco era corneta y quienes acaban de llegar, se centren muy mucho en interiorizar los puntos uno, dos, tres y cuatro de este artículo para que todas las personas puedan tener la oportunidad de comunicarse y relacionarse con la eficacia suficiente para pedir/exigir RELEVO o pedir/exigir, en muchos casos, VOZ (que no “pedir la vez” y esperar a cuando nos toque).

Sería naif pensar que durante todo este trayecto militante centenario, van a darse situaciones relajas, tranquilas e idílicas en contextos de brillantina, arcoíris y unicornios. Conflictos hay en todos lados y el problema no son los desencuentros, sino la gestión de los mismos. ¡Houston, tenemos un problema! Vale. Hasta aquí todo normal. ¿Qué hacemos? ¿Nos ponemos negacionistas en modo “esto aquí no está pasando”? ¿Para superar el estado de shock, hacemos la vista gorda en plan: si me escondo, no me ven y repetimos como un mantra tres veces al día :“ya pasará” con el desayuno, comida, merienda y cena? ¿Sacamos las armas de destrucción masiva? ¿Nos damos a las drogas duras? ¿Encendemos Telecinco? Pues idealmente, lo conveniente sería no escaquearse, juntarse, hablar un poco, hablar mucho, hablar muchísimo más y acabar acordando (una vez más) unos puntos MÍNIMOS de unión en los que se está de acuerdo, quedando en trabajar en un futuro los puntos de desunión, para ver si tienen solución. Esto es gestionar los desencuentros de forma eficiente. Responsabilizarse de los errores propios, no culpabilizar a quien tenemos delante y tratar de comprender su punto de vista. Si todas las partes implicadas en un desaguisado X ponen de su parte al menos la voluntad de entenderse, es IMPOSIBLE que las cosas salgan mal. Pero claro, nos han educado en la competitividad, en el “ganar” discusiones, en los grupos estancos y la actitud “del barco de chanquete no nos moverán”. Así que a ver cómo de repente ponemos en valor a quien admite sus errores, a quien se hace responsable de lo que ha dicho, a quien pide perdón por haberla cagado, a quien se arrepiente y admite que le ha quedado grande etc. Es TRISTÍSIMO y CUTRÍSIMO pero creo que incluso estando en el siglo XXI no estamos preparadas para interactuar en estos términos y este es el mayor reto de todos: aprender a tratarnos y a relacionarnos bien de normal, pero sobre todo cuando algo ha salido mal.

Voy a pasar al punto número siete, porque si no me quedo trabada. El pensamiento creativo es indispensable para militar en cualquier lugar. Hay que romper con los hábitos, estrenar nuevas costumbres, inventar nuevos métodos, imaginar qué queremos, tener sed de curiosidad y en definitiva TENER MENTE ABIERTA para INNOVAR. Ya dijo no sé quién, ¿¿Einstein?? Me da igual, ¡¡como si lo dijo Bob Esponja!! que si haces lo mismo todo el tiempo, la cosa no avanza. Y a pesar de saberlo, aquí estamos nosotras: y dale Perico al torno, y vuelta la burra al trigo. Erre que erre. ¿Hemos llegado ya? ¿Cuánto queda? Vamos a ver: esto no va a pasar por ciencia infusa. Hay que ponerse las pilas sí o sí. ¿Escuchamos propuestas? ¿Nos atrevemos a cambiar-mejorar? Evidentemente, en el punto ocho, el pensamiento crítico no puede faltar para ser una organización que se precie, con personas que tienen la cabeza sobre los hombros. Es muy guay cuestionar lo de fuera, pero ¿nos atrevemos a cuestionar lo propio?

Bueno, pues ya estaría. En esta panacea de asociación impoluta, sólo nos quedaría ( música de violines) sintonizar con el mundo afectivo propio, conocer lo que nos emociona e inquieta, porque debemos saber que eso será lo que nos dé el empujoncito para delante o lo que nos haga permanecer inmóviles sin salirnos del cuadrado. Conocer las emociones y los sentimientos es importantísimo, poder ejercer cierto control sobre ellos, ya no te quiero ni contar. Y para terminar, aquí viene la madre del cordero: toda organización que se precie debería controlar la tensión y el estrés identificando las fuentes que lo suscitan, sabiendo que por una parte nos limita, pero que por otra parte esos estreses son la fuerza que nos lleva hacia donde queremos ir. O al menos eso dice el panfleto para adolescentes que me dieron. ¿Cómo te quedas?

CONCLUSIÓN: Quienes militamos vamos a hacer miles de cosas mal y la mayoría de las veces quiero pensar que será con la mejor intención. A militar, se aprende militando. No hay atajos. Y trabajar en grupo es complejo, porque las personas somos diversas y generalmente bastante menos simples de lo que parecemos. Sigamos militando. No dejemos de militar. Mi alumnado de 12 años me miraba como las vacas al tren ante la integración de estas destrezas en sus vidas, porque para mi clase suena todo muy abstracto. Pero nosotras somos gente adulta. ¿Nos ponemos las pilas? ¿Por dónde empezamos? Yo creo que lo primero debería ser irnos a Malatesta Kultur Lubakia a tomarnos unos potes y comer unos bocadillos, y luego ya vamos viendo, ¿no?

Larga vida a la militancia, y que sea desde el buen trato, por favor.