13 de Julio. Principio de verano, día nublado y aquí estoy cerca del mar, disfrutando de los sonidos de la playa desierta, sintiendo la brisa en la cara. Me despierto sobresaltada. Me he quedado dormida terminando de leer un libro que me encontré por casa el otro día. Y es que me encanta leer. Devoro libros, revistas, blogs… lo que sea. Está claro que me motiva leer. Y justo al despertar me ha venido a la cabeza lo último que estaba soñando. Alguien me lanzaba una pregunta al aire. ¿qué animal te gustaría ser?
Yo lo tengo claro. Sería una mariposa. Tendría una vida placentera de oruga comiendo hojas de moreras, y luego tras la metamorfosis, tras la transformación, volaría y volaría, batiendo mis alas, para cambiar el mundo. ¿y vosotrxs qué animal elegís?
Cualquiera que elijáis se moverá, actuará y vivirá adaptándose al ambiente de forma flexible, impulsado por fuerzas y pasiones. Sin ningún tipo de interés propio. Sin aprobaciones. Sin premios. Y en esto, precisamente, se diferencian de nuestra especie. Las personas nos movemos, actuamos y vivimos con metas determinadas, muchas veces motivadas por premios, intereses o aprobaciones.
Y es que la motivación es una de esas palabras que está de moda, que se utiliza mucho y en multitud de ocasiones, y que pierde su significado transcedental de tanto usarla en contextos erróneos. El clásico ejemplo es cuando una persona dice que está motivada por estudiar y lo único que persigue es un título y no aprender. Es cuando una persona está motivada por ser alcaldesa o alcalde para mejorar su pueblo, cuando en realidad lo que le mueve es la nomina al final de mes o su futuro. Es cuando queremos motivar a las personas más pequeñas en lo que creemos que es adecuado, cuando en realidad queremos instruir y que sigan el camino marcado o el que en nuestro día no fuimos capaces de seguir. Seguro que se os ocurren mil ejemplos más.
Y es que yo leo porque me gusta aprender, por el mero hecho de disfrutar. Mi recompensa es leer, disfrutar mientras lo hago y aún después, cuando los sueños acerca de lo leído hacen más placentero mi descanso y que me despierte más motivada si cabe. Y por eso, para mí, la palabra motivación es un estado interno, sinónimo de pasión y de fuerza interna. Esta motivación interna es la buena, es la que funciona. Es la motivación que veo en las calles cuando personas anónimas ayudan a que no se produzca un desalojo, es la motivación que veo en la niña que madruga feliz deseando llegar a la ikastola, es la motivación que veo en mi alumno septuagenario cada día en la universidad o la que he visto este fin de semana en Gijón en apoyo a 7 sindicalistas de la CNT. Esa es la motivación. La que mueve, la que atiza, la que cambia el rumbo.
Pues eso, si todavía no lo has hecho ¡Despierta!. ¡Despierta tu pasión interna!.