03/03/2025

Asco

Escrito por Enrique Hoz

La alteración del estómago que incita a la náusea, a la arcada, al vómito quizá sea la sensación más fácil de entender a la hora de referirnos al asco. En mi caso, con toda probabilidad, ver y oler son los sentidos que más me acercan a esa percepción tan desagradable cuando en la cabeza todo parece dar vueltas por culpa de una imagen impactante y/o un olor repugnante. También he de reconocer que sin ver y oler, solo con escuchar, puedo alcanzar un nivel muy aceptable para acabar estampando en la acera un recién comido menú del día.

La escena de Trump y Zelenski en la Casa Blanca certificando el desencuentro entre ambos, alejándome yo de ejercer de “cuñao” porque la realidad exige análisis más detallados y complejos, elevó mi subconsciente hasta imaginar a un padre abroncando a su hijo por mala conducta, faltando solo el castigo de no dejarle salir durante varios días con los colegas y otros tantos días sin paga.

La verdad, no sentí asco alguno por el show que nos ofrecieron desde el Despacho Oval y sí un poco, solo un poco, de risa. Por supuesto que el asunto es muy serio, sobre la mesa está la brutalidad de los conflictos bélicos destruyendo vidas y entornos, pero contemplar cómo un carcamal de casi ochenta años le da un metafórico tirón de orejas a su ¿aliado o enemigo? ¿tonto útil o listo inútil? treinta años más joven, pues, siento verlo así, pero más visualizaba en mi mente una especie de ensayo público relacionado con alguna obra teatral de humor negro.

Si he de hablar de algo que me ha llenado de asco y me quedo corto, no puedo dejar de referirme al vídeo hecho con inteligencia artificial subido por Trump a sus redes sociales unos día antes del encuentro con Zelenski.

Hace unas semanas, el inefable millonario yanqui manifestó con toda naturalidad que en la agenda de EEUU figura la toma del control de la Franja de Gaza para, posteriormente, reconstruir ese territorio como la “Riviera de Oriente Medio”. Eso significaría deportar de manera forzada hacia Egipto y Jordania a los dos millones de personas que viven en Gaza.

Con el fin de exhibir tales intenciones no hay nada como un vídeo promocional mostrando ese futuro paraíso vacacional con Trump de actor principal inmortalizado en una gigantesca estatua dorada presidiendo una de las avenidas del flamante lugar de asueto; Musk de primer actor de reparto disfrutando de la costa, de la comida local, lanzando billetes al aire; y Netanyahu de segundo actor de reparto tumbado en una hamaca de la playa bebiendo algo que solo me imagino alucinógeno, más por mí que por él, así me resulta más llevadero el asco.

Trío siniestro, macabro. Tres cabrones ejerciendo de iconos del lujo, la diversión, el buen tiempo, la música y los cócteles. Si no lo hubiese visto no creería que se pueda llegar a editar una publicación tan delirante y divulgarla sin miramientos por redes sociales  emulando a cualquier tráiler de la factoría Disney.

No son simples manías de los millonarios. Como bien advierte la filosofía anarquista “el Poder corrompe” y la descomunal cogorza de impunidad de este tipo de individuos no tiene límite. Es la ley del rico: nunca es suficiente.