15/03/2022

ARDOR GUERRERO

Escrito por Fernando García Regidor

La vieja Europa hierve a borbotones, inflamada de ardor guerrero. Ruge la maquinaria mediática y las cornetas televisivas tocan a matar al pérfido ruso criminal.

Se establece una democrática censura que acalla las voces de los medios no oficialistas. No hay información. Sólo propaganda. Ellos son muy malos, malísimos. Nosotros somos muy buenos, buenísimos.

Estamos dispuestos a acoger a tantos refugiados como vengan e incluso los iremos a recoger a la frontera polaca si es necesario.

Al mismo tiempo, apaleamos a negros mientras cuelgan de vallas de alambre huyendo de miserias y guerras de negros y paramos los pies a moros que huyen de guerras de moros. Pero ese es otro tema. Al fin y al cabo, los ucranianos son igualitos que nosotros: eslavos, rubios y de ojos azules.

Nos importan mucho las víctimas de esta guerra criminal y se nos parte el corazón con su sufrimiento.

Los saharauis, palestinos, sirios, yemeníes, etc, también se llevan tiros y bombazos de ejércitos muy superiores en capacidad de triturar carne humana, y vaya si la trituran, pero bueno, por algún inconfesable motivo, nos importan una mierda.

Se obvia o incluso dulcifica la presencia de batallones ucranianos neonazis y se olvidan los crímenes cometidos en ciertos territorios ucranianos en los últimos años.

Putin es el nuevo Hitler. Está loco. Es un enfermo. Está poseído por Satanás. La OTAN y la UE mandan balas de plata que otros tendrán que disparar contra los maléficos hombres lobo siberianos.

Se revuelven los contrarios desde las redes sociales y responden con furia, envueltos en banderas rojas.

Nostálgicos de las viejas glorias soviéticas, eternamente fascinados por la defensa de Stalingrado y la toma del Berlín del tercer Reich, defienden a la Madre Rusia con un fanatismo que si no supera, al menos iguala al religioso.

La invasión es una cruzada antifascista para salvar a la población rusohablante del holocausto nazi. Ocho años después de que empezase. Qué cosas.

El ejército ruso está compuesto por neurocirujanos y ni una sola bala, ni una sola bomba impacta fuera de sitio. Sólo matan nazis. Y todas las imágenes de daños a civiles son montajes. Cromas, actores y maquillaje. Todo son mentiras nazis.

Los medios rusos muestran a sus soldados repartiendo ayuda humanitaria a ucranianos agradecidos por la bondad de sus liberadores. Los bombardeos a civiles existen, pero lo que les lanzan son toneladas de medovik, unos sabrosos pastelitos de miel rusos.

Se dice que la primera víctima de toda guerra es la verdad, pero no es cierto. La primera víctima es el espíritu crítico.

Jamás ha habido nazis más nazis que los nazis de la Alemania nazi. Aún así, cualquier persona decente debe reconocer que la masacre de civiles que la RAF británica ejecutó en Dresde fue un crimen abominable.

Al mismo tiempo, hay que ser muy ingenuo o muy malvado para considerar a esa estructura criminal llamada OTAN como la representación del mundo libre.

Que nadie se deje llevar a engaño. A ninguno de los actores protagonistas de este escenario bélico lo mueven intereses humanitarios, filantrópicos o de justicia social. Todos ellos defienden objetivos geoestratégicos y económicos que nada tienen que ver con el bienestar de la clase trabajadora.

Mientras el pueblo llano está cada día más empobrecido, sufriendo todo tipo de recortes, sueldos miserables, precios desbocados y viviendas inaccesibles, nuestros amos anuncian incrementos en el gasto militar.

La única postura razonable de la izquierda en esta crisis es la de no elegir bando y posicionarse en contra de ambos. Con firmeza y sin complejos.

Es una guerra entre capitalistas, por intereses meramente capitalistas. Y como siempre pasa en las guerras que organizan los capitalistas, ellos nunca las sufren. Nunca es su sangre la que se derrama.

No y mil veces no. Bien alto y bien claro: NO A LA GUERRA.