18/06/2021

Más allá del arcoíris.

Escrito por H. V. Alonso

En junio de 2019, cinco chavales de entre 15 y 18 años golpearon a Melania y a Chris, dos mujeres que regresaban a casa en un autobús de Londres, por ser lesbianas y no acceder a magrearse delante de ellos.


En febrero de 2021, Ryan Williams, de 24 años, fue golpeado hasta quedar desfigurado mientras su sádico atacante le gritaba “tenéis que morir todos”. Ocurrió en la capital británica también. En los últimos cinco años el número de agresiones homofóbicas se ha triplicado en el Reino Unido.


El 23 de abril de este año, Normunds Kindzulis, un enfermero de 29 años de Letonia murió a causa de quemaduras en el 85% de su cuerpo. Las autoridades no tienen claro qué es lo que pasó, ni cómo pasó, pero se barajan las hipótesis de que fue un ataque homófobo o un intento de suicidio por las presiones y amenazas que constantemente recibía. Había sido agredido en cuatro ocasiones en un solo año. Abandonó Riga porque había recibido amenazas de muerte e inocentemente creyó que tendría una vida más apacible en la tranquila ciudad de Tukums, lugar donde encontró la muerte.


El pasado 22 de mayo, el presentador de una televisión bielorrusa dijo de la banda ganadora del festival de Eurovisión, Måneskin, que eran "homosexuales pervertidos, basura que sabe a sida".


El pasado 6 de junio, Ekain, un joven de Basauri de 23 años sufrió una brutal agresión cuando se encontraba con unos amigos divirtiéndose. Sus agresores le insultaron y le amenazaron y le instaron a que se fuera del lugar donde estaba porque “les daba asco”. Ante su negativa, comenzó el ataque. Mientras le daban la paliza le gritaban “maricón de mierda” y otras lindezas.


Podríamos seguir así hasta el infinito y más allá, porque tristemente este es el pan nuestro de cada día en muchos países de los llamados occidentales, civilizados, modernos, democráticos… Porque de los otros mejor no hablar. Quedan aún 72 países en el mundo donde ser homosexual es delito. Difícilmente puedo imaginar cómo será la vida en estos lugares si te sientes atraída sexualmente por una persona de tu mismo sexo, si en los nuestros, teóricamente abiertos, las agresiones se cuentan por cientos al año (según la estadística de 2019 del Ministerio del Interior, 278 agresiones homófobas fueron denunciadas en España). Por otro lado, también nos encontramos con países que tiene leyes que defienden los derechos de gays y lesbianas, pero que en la práctica siguen siendo lugares peligrosos para este colectivo, como por ejemplo, Brasil, donde al menos 320 personas fueron asesinadas por ser homosexuales en 2018. Entre el 2011 y el 2018, el país registró una muerte por homofobia cada día de acuerdo con un informe solicitado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos,


Justamente esta misma semana, el gobierno de Hungría, país perteneciente a la Unión Europea, ha aprobado una ley que prohíbe los contenidos que hagan referencia a la homosexualidad en los colegios y en programas de televisión dirigidos a menores. Les quieren borrar, quieren acallar sus voces, sus deseos, sus amores, en definitiva, pretenden que no existan.


Este año me ha tocado ser tutora de un grupo de chicos y chicas que están cursando el segundo curso de la Educación Secundaria Obligatoria (lo que fue 8º de EGB, para que nos entendamos, que sé que algun@s os perdéis) y estoy francamente sorprendida y un pelín asustada. Alrededor de un 20-25% del alumnado de 2º —todos chicos— proclama descaradamente que siente asco por los gays. No tanto por las lesbianas. Esto no nos asombra; las escenas de porno lésbico siempre han sido bien recibidas, ¿verdad?


Las tutoras nos sentimos profundamente frustradas porque no hay manera de hacerles recapacitar, sentir algo de empatía, mucho menos de hacerles cambiar de parecer. Por cualquier razón se insultan, se llaman de todo. No hace falta que estén enojados ni nada por el estilo, ¡qué va! Puede ser porque al pasar uno ha empujado levemente a otro, por un lance del juego en la hora del patio, etc. Los improperios que se lanzan entre ellos son de todo tipo, como podréis imaginar, siendo el ‘mecagüentuputamadre’ el insulto estrella —¿por qué nunca nos cagamos en el padre de nadie, por cierto?— seguido muy de cerca de ‘puto marica’, ‘gay de mierda’, ‘maricón’, ‘chupapollas’… Imaginad lo que sentirán sus compañeros gays que aún no se han atrevido a decir abiertamente lo que sienten delante de la clase por puro temor a los insultos, amenazas y/o agresiones. En ocasiones cuando debatimos sobre esto en el aula, alguna alumna alza la voz para afearles la conducta y llamarles retrógrados; mientras, los demás callan.


Lo cierto es que yo creía que, a estas alturas del partido, este era un asunto superado, pero es obvio que no, que dista mucho de estarlo. No sabemos a qué achacarlo; ¿serán comentarios que oyen en casa?, ¿será puro postureo para que todos y todas piensen que son unos machotes?, ¿se sienten realmente amenazados por los gays, tal y como aseguran? Cuando el otro día leí la noticia sobre Ekain, se me pusieron los pelos de punta, porque vi a mis alumnos capaces de hacer algo así después de un botellón, sintiéndose envalentonados por el consumo de alcohol, y de verdad os digo que se me heló la sangre.


Yo, por mi parte, no dejaré de intentarlo. No me resigno a que se normalicen estas situaciones. Seguiré dándoles la murga para intentar que sean más empáticos y compasivos, para hacerles entender que su odio no está justificado y que esos sentimientos les convierten en peores personas y que de lo que el mundo está realmente necesitado es de las buenas. No cejaré en el empeño y continuaré hablando con ellos con el objetivo de que las injusticias les duelan y para que en algún lugar de su razón y de sus corazones se ilumine en algún momento una lucecita que les haga ver que la convivencia y el apoyo mutuo son necesarios para la construcción de una comunidad más justa y feliz.

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