En versos, hoy olvidados, defendió el poeta Gabriel Celaya que la poesía es un arma cargada de futuro y en este alborear del otoño me atrevo a tomar prestada su idea para aplicarla a un ámbito tan poco lírico como es el derecho, tantas veces asociado a legajos polvorientos, a largos discursos indigestos en una prosa-engrudo que no la entiende ni el que la inventó, a retrasos y más retrasos… y sin embargo, desde hace un tiempo, de una manera subrepticia, casi sin darse cuenta, el derecho se ha ido convirtiendo, él también, en un arma cargada de presente, abriendo…