Voy a tratar de hacer un esbozo sobre Albert Camus. Durante el confinamiento volvió a estar en la palestra, debido a que su novela “La Peste”, fue una de las más leídas, debido seguramente a la similitud pandémica que atravesábamos.
Como decía el historiador marxista E.P. Thompson, me dispongo a escribir desde la enorme condescendencia de la posteridad.
Y es que escribir, sabiendo de antemano algunas respuestas que en los años 50, los y las existencialistas no tenían, parece que da una posición de ventaja, pero si nos paramos a pensar, quizás de aquí a cincuenta años, alguien nos juzgue sabiendo cosas que ahora no sabemos.
Lo primero que voy a hacer, será bosquejar un poco su biografía, bucear en la vida de un hombre complejo, pero no por ello no atado a las pulsiones terrenales humanas, que todos y todas tenemos.
Camus nació en la Argelia francesa, en una casa muy humilde sin electricidad ni libros y huérfano de padre, por lo que en sus comienzos, quizás nadie podía augurar que sería un futuro nobel de literatura.
Desde pronto, se interesa por los vaivenes de la revolución de Asturias de octubre de 1934, sobre la cual hizo una obra de teatro.
Aunque está afiliado al Partido Comunista Francés, en la sección argelina, pronto lo abandona tras el pacto germano-soviético de 1938. Desde entonces mantendrá una posición crítica con la URSS, sobretodo a raíz de la invasión soviética de Budapest de 1956.
Durante la II guerra mundial, se encuentra en el París ocupado por los nazis. En 1940, es el primero que escribe en sus notas personales que No hay futuro, algo que tomarán prestado los Sex Pistols muchos años después.
Dirigirá esos años, el periódico clandestino de la resistencia Le Combat. De está época dirá: “Arriesgar la vida, por poco que sea, para hacer imprimir un artículo es aprender el auténtico peso de las palabras”.
Será durante estos años que escribirá “La Peste”, en la cual nos deja la sensación de que no podemos hacer más de lo que hacemos y que, en realidad, nos vemos atrapados por la cadena de los acontecimientos. Sí, una visión un tanto nihilista.
En todo caso, se editará tras la guerra, en 1947, que será cuando conozca y queden seducidos Sartre y Simone de Beauvoir, con quienes compartirá debates interminables, polémicas y también locas fiestas al ritmo del enloquecido jazz de Boris Vian, además de sus constantes triángulos amorosos.
Hacía finales de los años 40, a pesar de que en un principio los existencialistas no se posicionan con la URSS, será la deriva de la guerra fría la que los posicione a favor del gigante ruso.
Las polémicas no tardarán en producirse en el seno del grupo de Montmartre. Y es que, tras la guerra, Camus, comienza a desarrollar un profundo pacifismo, lo que lo llevará a enfrentarse con el grupo existencialista por su postura contra la pena de muerte. Hasta el punto de montarle una bronca monumental una noche de fiesta en casa de Boris Vian a Merleau-Ponty por un articulo que éste había escrito.
Cuidado, porque Camus no piensa que la violencia no sea inevitable en según que contextos, pero es del todo injustificable, necesaria sí, pero injustificable: Ni victimas ni verdugos.
En 1950 mantendrá más polémicas contra Sartre, Beauvoir y Merleau-Ponty, ya que éstos piensan que Camus es contrarrevolucionario por su crítica velada a la URSS. La verdad es que hacia el final de sus vidas, Merleau-Ponty acabará siendo profundamente anticomunista y Sartre se considerará un pacifista, acercándose paradójicamente a la postura de Camus.
Camus es un humanista que no piensa que la historia conducirá a un solo e inevitable destino, y no piensa, además que exista la perfección : “Mientras tengamos sociedades humanas, tendremos rebelión. Cada vez que una revolución elimina los males de la sociedad, se crea un nuevo status quo, que a su vez desarrolla sus propios excesos, e injusticias. Cada generación tiene el deber renovado de rebelarse contra todo ello, y así será siempre.”
Durante los cincuenta, Camus se posiciona abiertamente a favor de los exiliados libertarios españoles. Pero además, comienza a colaborar en distintas publicaciones anarquistas. Para muestra un botón, colabora con los diarios libertarios franceses: Temoins, Le Monde libertaire (luego Le libertaire), La revolution próletarienne, Defense de l'homme,liberté; y también con los periódicos anarquistas Solidaridad Obrera(Estado Español), Volontá (Italia), Arbetaren y Die Freie Gessellchaft (Alemania), Reconstruir (Argentina), S.A.C.(Suecia) y Babel (Uruguay).
En todos ellos hará críticas y denuncias antiautoritarias, además, participará en debates con otros libertarios.
Esto es importante, porque no podemos quedarnos en la estética de su obra literaria sin ver su critica contra el totalitarismo, por eso no puede ni debe ser recuperado por los “nuevos filósofos franceses conservadores”, ya que la esencia de su crítica es libertaria.
En su debate con Gastón Leval en el periódico Le Monde Libertaire, llega a afirmar “espero haber servido al pensamiento libertario...del que la sociedad del futuro, no podrá prescindir.”
Algunas de las polémicas en los periódicos libertarios harán correr ríos de tinta y agitados debates en sindicatos y ateneos, como por ejemplo, la polémica entorno a Camus y Bretón.
¿Os imagináis que hoy en día debatiéramos por horas en las terrazas de los bares argumentando sobre las posturas de Chomsky y su polémica con Zizek? No, la rapidez y la inmediatez de los tiempos nos lo impiden.
Por otro lado,en 1954, comienza la guerra de independencia argelina, y Camus será crítico con la violencia del FLN (Frente de liberación nacional argelino) y su posible deriva autoritaria (como sucedió), así como la postura imperialista de Francia y la desmesurada violencia de la ultraderecha francesa (los Babouzes).
La postura de Camus lo acercaba más al MNA (Movimiento nacional argelino) de Messali Hadj, socialista y sindicalista no alineado ni la con la URSS ni con el Egipto de Násser, pero sobretodo su labor fue denunciar la represión a los sindicalistas argelinos, tanto por los franceses como por el FLN.
Y es que, Oriente y occidente, tan en boga hoy, se condensan en Camus. Nacido argelino-francés, de madre menorquina y exiliado de nuevo en la Francia, como “Pied-Noir”.
Finalizando, quisiera recomendar un film, “Lejos de los hombres” (2014, David Oelhoffen), basado en uno de sus libros, donde se entrecruzan varias notas autobiográficas de Camus. El personaje es un antiguo comandante de la resistencia de origen español y convertido en un pacifista profesor rural en la Argelia rural. En él se muestra una de las dicotomías favoritas del escritor, la de salvar una vida a costa de otra, o no. Y en él, se muestra un ejercito francés despiadado, pero tampoco un FLN mucho mejor. El personaje, está atrapado por los acontecimientos, tratando de salvar la vida de un condenado a muerte, sabiendo que tendrá consecuencias nefastas para él.
En fin, que Camus da para mucho más que un artículo, pues influenciará con “El hombre rebelde” a la generación de mayo del 68, o con “El extranjero” al escritor británico Colin Wilson, que acuñará el término “Outsider”, popularizándolo.
Albert Camus fallecerá en accidente de coche en 1960, lo cuál no está exento de polémica, como no podía ser de otra manera. En algún artículo de El Pais o del Corriere Della Serra, se especulaba con la hipótesis de que en realidad hubiera sido saboteado su automóvil por la KGB, por su condena a la invasión de Hungría o por su apoyo al escritor disidente Pasternak.
En fin, se trata alguien de actualidad dada su filosofía del absurdo de la existencia humana, en el contexto actual, donde la rapidez, la necesidad de hacer algo constantemente, es decir, el reloj del postfordismo hacen de nuestra cotidianidad algo absurdo.