15/12/09

Las personas deben ser el centro de la economía

Egilea Endika Alabort Amundarain

Hace unas semanas, el Consejo de Relaciones Laborales publicó información sociolaboral del mes de septiembre de 2015. Voy a dedicar los siguientes parrafos a traducir lo que se esconde tras esa maraña de números.


Existe un arte a la hora de publicar y manipular estadísticas, pero los datos que presenta el Consejo son lo suficientemente claros. Peores condiciones de trabajo, más presión para trabajar enfermas y más muertos. Al final, todo esto es un fiel reflejo de la correlación de fuerzas de la lucha de clases en Euskal Herria.


La crisis no es más que el periodo de inestabilidad económica que necesita una reconstrucción institucional para una estabilidad y crecimiento renovados. Ahora explico esto. El capital tiene una estrategia clara para superar este periodo, y la está ejecutando paso a paso. Ante la caída de la rentabilidad, para mantenerla aumenta su nivel de explotación sobre las personas. También intenta modificar las instituciones economicas, esto es, las normas, usos y costumbres que rigen las relaciones sociales y económicas de nuestra sociedad. Aquí incluiríamos las reformas laborales, pero también las de pensiones, privatizaciones en la sanidad, expolio de los bienes comunales, profundización de la propiedad privada en áreas donde no la había... y mayor presión sobre los trabajos de cuidados, entre otros.


Si fijamos nuestra mirada sobre el mercado de trabajo formal, el informe del Consejo nos da los siguientes datos. Ha bajado el paro, sí, pero también hay menos personas entre 24 y 55 años trabajando. Además, los contratos que se firman son temporales, cada vez más. Y les salimos más baratos, ya que el coste laboral ha ido bajando.


¿Qué significa esto? Poco a poco se va estabilizando un cambio en el mundo del trabajo, en el que la característica general es, el de una relación laboral muy débil, donde las empresas contratan y despiden (esto es, no renuevan) a discreción. Esto supone una transformación de calado respecto al anterior periodo de crecimiento capitalista; un esbozo de transformación de la institución del trabajo. Las luchas obreras habían logrado un tipo de relación más favorable a la clase obrera, y como al capital, a las empresas, no les era lo suficientemente rentable, buscan un tipo de relación laboral en el que cuando les conviene, nos utiliza más intensivamente. Cuando no les hacemos falta, no nos contratan. Con todo los efectos que esta forma de funcionar tiene sobre el proyecto de vida de las personas.


Ante esto, las resistencias obreras aún son muy débiles, ya que cada año el número de huelgas va cayendo poco a poco (122 entre enero y agosto). Si ponemos el ojo en la negociación colectiva, apenas se han firmado convenios sectoriales; y los que se han firmado, no tienen incrementos salariales reales. La reacción de defensa es muy débil. La doctrina del shock que nos están aplicando, nos tiene prácticamente paralizadas.


El miedo y la incertidumbre son los sentimientos más generalizados, ya que pese a trabajar más y con más presión. Pese a enfermar, cogemos menos bajas, pero morimos más, un 10% de subida respecto al año anterior. Además de que trabajar más y en peores condiciones, acorta nuestra esperanza de vida.


Desde el sindicalismo no cabe otra opción que hacer autocrítica sobre cómo se está enfocando el problema y poner en marcha soluciones transformadoras, que pasen por medidas anticapitalistas. Hasta ahora no hemos pasado de la mera autodefensa; las dinámicas de delegación y funcionamiento de arriba a abajo han sido la mayoría de las veces unos de los principales elementos desactivadores de las resistencias. Otro de los problemas es que el objetivo de la negociación colectiva ha tenido su centro en los aspectos salariales, más que en el aumento de poder obrero.


Pero no todo va a ser criticar y criticar, ya que aún tenemos la oportunidad de situar a las personas en el centro de la economía. Esto pasa por poner al frente del conflicto a sus protagonistas, hacer que tomen partido en vez de que delegen su toma de decisiones. Hacer que la visión del conflicto sea anticapitalista. Es en esto en lo que el sindicalismo puede aportar soluciones.


Y no nos queda otra vía que la de transformar a nuestro favor este sistema, para poder superarlo.

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