20/09/06

Desde mi lado

Egilea Soni

Andan a la greña los prebostes mundiales, al menos aparentemente, que perro no muerde a perro, y menos entre éstos.

En tiempos de pandemia mundial, quieren lo mejor para los suyos, dicen, aunque como siempre, es más para lo suyo, cosas del lenguaje. Pero a lo que íbamos, se pegan, insisto, parece, por conseguir material clínico, mascarillas, guantes, vacunas, …, para sus poblaciones locales, que los de fuera, aunque les den beneficios, la globalización, ya se sabe, no les dan votos ni posición.

Y así, tirando de talonario o tirando de tiranía, tanto les da, se llevan esos productos los más fuertes y mejor situados en el ranking de las naciones, dejando sumidos en la incertidumbre a quienes no han conseguido adquirirlos, y obligándolos, casi, a disculparse por ello, ante sus ciudadanos. Qué felonía.

Pelean, también, aunque insistimos, más como espectáculo que dura batalla, por las medidas a adoptar ante la pandemia, y por los resultados de esas medidas.

Así, cada estado hace su recuento de fallecidos, como mejor le viene, unos excluyen a los muertos fuera del sistema público, otros solo contabilizan a los diagnosticados como coronavirus excluyendo a los que presentan patologías anteriores o paralelas, otros excluyen a los y las mayores ingresados e ingresadas en residencias. El objetivo, por mal que nos vaya, a los otros les va peor.

Excluyen, también, los daños colaterales. Ciudadanas despanzurradas por la policía por no cumplir con la distancia social, por no llevar la mascarilla, por no respetar los confinamientos, por no atender la razón de estado. Como siempre, los muertos los hacen ellos, pero son nuestros.

Y justo ahora, que sus demagogos profesionales, políticos, periodistas, economistas, tertulianos…, nos vendían las bondades de su sistema, la inclusión en él de todas y todos, a través de la economía circular, colaborativa, también con el emprendimiento, que lo puede realizar cualquiera y, especialmente, con la implicación de todas y todos en las decisiones de las empresas, en su futuro y en su pervivencia, y cuando algunos y algunas se lo empezaban a creer,  va, y viene la pandemia, y les hace caer el telón, se acabó el teatro, vuelta a lo de siempre.

El aquí mando yo, y mi dinero y poder imponen mi razón, o sin razón, tanto da, se generaliza. Y así, la jerarquía, la autoridad, el poder y la fuerza del capital, se recupera y campa a sus anchas, en España, Brasil, Inglaterra, Francia, Rusia, China y, por supuesto, USA. El poder se centraliza y no admite más verdad que la suya.

Si no nos mata la pandemia o la autoridad, lo harán las medidas que nos obligan a adoptar para, supuestamente, librarnos de ella.

El confinamiento, las mascarillas y la distancia social, que nos aíslan, individualizan y deshumanizan, se les olvida en cuanto se trata de hacer caja. No podemos salir, pero si, para ir a trabajar, y a consumir a grandes superficies, allí el hacinamiento y el contacto, por arte de magia, deja de ser preocupante, solo en la calle, en la relación con los tuyos y con los como tú, constituye un auténtico peligro.

Y la mayoría, si no todas y todos, como nos mandan, obedecer y callar, alinearse y a tirar.

Ah, que tiempos los de la insumisión, la desobediencia, la confrontación. Cuando las imposiciones eran contestadas de inmediato. Cuando ser trabajadoras y trabajadores, estudiantes, jóvenes, mujeres y hombres del pueblo, del común, tenía un valor, tenían valor. Y ante situaciones como la presente, de imposición y cuasi tiranía, la revuelta estaba garantizada.

Ojo, no se entienda este escrito como negacionista de la pandemia, nunca, veo sus efectos cada día. De las medidas de los gobiernos para afrontarla, si, sin duda. La enfermedad y la muerte, como siempre a lo largo de la historia, están ahí, y debemos aprender a tratarlas, a superarlas o a sufrirlas. Pero no serán gobiernos ni políticos quienes nos libren de ellas. Tienen otros intereses, nosotras y nosotros les importamos lo de siempre, un carajo.

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