El ahorcamiento de Julius Streicher tomó un giro tragicómico inesperado.Streicher era un hombrecillo de baja estatura, dato que no tuvo en cuenta el encargado de calcular la longitud de la soga. Por esta razón, al abrirse la trampilla bajo sus pies, el condenado, en lugar de partirse el cuello, se quedó colgado pataleando, para horror del médico que iba con su fonendoscopio a comprobar su fallecimiento.Al verdugo, que era un hombre resolutivo, no se le ocurrió mejor solución para acabar con la escena que colgarse de las piernas de Streicher, lo cual resultó tan grotesco como efectivo a la hora…